Con más problemas que soluciones, el gobierno nacional no puede enderezar el rumbo de la economía mientras el relato, esa herramienta de comunicación concebida para realzar los logros en tono épico y desechar los errores, recreando una especie de Cristina en el país de las maravillas, ya no es suficiente para ocultar los cada vez más evidentes desajustes.
La política del reto público ya no parece funcionar y las denuncias sobre supuestas actitudes destituyentes y conspirativas no causan efecto. Las acusaciones contra los monopolios, medios de comunicación críticos y todo aquel que se muestre opositor a un modelo emparchado que se va desintegrando no producen el efecto deseado.
Una presidenta debilitada que procura mantener el poder -aún lo tiene hacia adentro del kirchnerismo- persiste en su estrategia de la negación sin mencionar siquiera el problema de la inflación, el gran dolor de cabeza de los argentinos desde hace un tiempo a esta parte. Rentabilizar las conquistas contenidas en lo que la dialéctica oficial denominó la década ganada, cuyas deudas no fueron incluidas en el inventario, es el plan de estos días mientras los funcionarios del gabinete procuran acertar con un remedio que baje la fiebre del modelo enfermo.
A pesar de las conferencias matutinas de Capitanich, en las que ofrece respuestas indescifrables, la sensación es que el gobierno no tiene el control. Con la devaluación brusca de enero se reavivó la escalada de precios justo antes del inicio de las paritarias que sientan en una mesa a las patronales con los gremios para acordar cuánto deben aumentar los salarios a lo largo de este año.
Lo único que pudo pensar el Ministerio de Economía para contener los incrementos es el programa de precios descuidados. Perdón, precios cuidados. Hoy prácticamente es considerado una ilusión. Las góndolas asustan y corroen diariamente el poder adquisitivo de los sueldos que aún siguen siendo los del 2013.
El golpe al bolsillo dispara la bronca de los argentinos y empeora el malhumor social. Los pesos valen cada vez menos y muy pocos están habilitados a atesorar dólares a partir de la parcial apertura del cepo cambiario.
La paritaria nacional de los docentes es una prueba incontrastable de la decisión de la administración kirchnerista para que los trabajadores paguen el ajuste. El jefe de Gabinete propuso a los gremios de los maestros un aumento salarial del 22 por ciento en tres tramos y dos mil pesos adicionales en concepto de presentismo. Una oferta lejana a las pretensiones de los sindicalistas, que reclaman un piso del 35 por ciento.
Con semejante diferencia, el Gobierno advirtió que podría fijar por decreto el incremento del sueldo. En la otra vereda, los gremios no descartan implementar un plan de lucha si este lunes, cuando nuevamente se reúnan a negociar, no reciban una propuesta mejorada.
Queda claro que al ofrecer un porcentaje de aumento sustancialmente inferior a la inflación proyectada, el gobierno pretende que los trabajadores paguen los platos que rompió el gobierno. Si los precios aumentaron en torno al 28 por ciento en 2013, muchos salarios tuvieron incrementos por debajo de ese porcentaje en el mismo año, resulta evidente que los asalariados ya comenzaron a pagar. Y con una inflación del 3,7 por ciento en enero, las estimaciones para este año no son alentadoras.
Por caso, un escenario posible en el marco de las paritarias docentes es que se llegue a un acuerdo en la Provincia de Santa Fe pero no a nivel nacional. Como es probable que los maestros santafesinos acepten la propuesta salarial que realizó la gestión Bonfatti -al menos la titular de AMSAFE se mostró conforme- no habría problemas para que las clases se inicien el 5 de marzo. Sin embargo, si a nivel nacional no hay acuerdo y CTERA dispone un paro nacional, entonces AMSAFE no tendrá otro remedio que adherir y los alumnos de la Provincia pagarán el precio del fracaso de la Nación en su intento por consensuar la suba de los ingresos para el sector.
Con el blanqueo de la inflación a través del nuevo indicador, que dejó en evidencia una mentira insostenible -a propósito, los responsables de la manipulación siguen a cargo de elaborar las estadísticas, lo que aparece como mínimo, desprolijo-, ahora hay cierta expectativa de lo que hará el IPEC, el organismo santafesino que mide la evolución de los precios en las ciudades de Santa Fe y Rosario. En determinados momentos pareció acompañar las manipuladas estadísticas del devaluado INDEC con tasas similares. El gobernador, Antonio Bonfatti, había admitido en una entrevista con LA OPINION que la metodología del organismo provincial era relevar los precios pero, una vez procesados, se enviaban al INDEC para una suerte de auditoría. Y que por eso había decidido generar un indicador que no pase por las manos sucias del INDEC, lo que permitiría tener un dato propio no manipulado. Si esto se hizo, no fue informado, por lo que el IPEC no puede escapar al menos a una tibia sospecha sobre sus procedimientos, especialmente porque en el proceso daba intervención al INDEC.
La política de minimizar o exagerar estadísticas según la conveniencia sale caro. El viernes el organismo informó que la economía argentina creció 4,9 por ciento el año pasado, algo difícil de creer más allá de que a algunos sectores les fue muy bien. Las consultoras privadas estimaron que el crecimiento no superó el 3 por ciento. El gobierno prefiere guardar las apariencias de que el país continúa en la senda de la expansión, por lo que inflar la estadística implicará que se active el pago de intereses por 2.500 millones de dólares a los inversores que tienen bonos atados al desempeño del Producto Bruto.
Con una drenaje imparable en el nivel de reservas, el gobierno lentamente renuncia a su capricho de vivir con lo nuestro y a la pretendida estrategia de desendeudamiento. Ahora acepta resarcir con cinco mil millones de dólares a los españoles de Repsol por haberle quitado YPF mientras procura acordar el pago de la deuda al Club de París y con los fondos buitre que aún no entraron en el canje y mantienen un reclamo en la Justicia de Nueva York. Solo así podrá acceder el mercado financiero internacional para hacerse de dólares que se le van irremediablemente de las reservas del Banco Central. Encima en enero el superávit de la balanza comercial se pulverizó. Apenas fue de 35 millones de dólares, muy poco para un presupuesto anual que tiene como meta un saldo favorable superior a los 10 mil millones.
Así, el escenario es complejo. Mientras el Gobierno no elabore un plan de soluciones para cuestiones de fondo como déficit fiscal, emisión monetaria e inflación será difícil mantener la ilusión. Y las negociaciones paritarias, en un marco en el que se perdieron en parte las referencias de precios, tienen como horizonte una mayor conflictividad social.