Notas de Opinión

Aportes sobre la independencia

La Independencia de las Provincias Unidas del Río de La Plata no fue un hecho inesperado, sino el resultado, de un largo y lento proceso de diferenciación entre españoles peninsulares y españoles americanos o criollos. El monopolio comercial establecido por la Corona desde el siglo XVI, había afectado seriamente a estas colonias donde los productos sufrían un encarecimiento de entre 500% a 600% por encima de su costo original. En el siglo XVIII, los Borbones terminan con la política inicial de puerto único, autorizando la libre navegación por barcos españoles, hacia las jurisdicciones de Perú, Chile y Buenos Aires. Nuevas regulaciones legales, abrieron al comercio español trece puertos españoles y veinticuatro coloniales. En consecuencia, Buenos Aires, mejoró enormemente su posición comercial, llegando a ser uno de los mercados más grandes de Sudamérica. El comercio del Interior asimismo, creció en forma acorde a este progreso. Los vinos de Mendoza, aguardientes de San Juan, telas tucumanas, tabaco, yerba y madera del Paraguay fluían hacia el dinámico mercado de Buenos Aires. Las medidas borbónicas de liberalización comercial, potenciaron las exportaciones principales del área rioplatense: carne salada, cueros y lana, generaron la fase inicial de la emancipación de dicha área, al cortar la dependencia económica del Perú. No obstante, estas medidas en torno al libre comercio que enriquecieron a muchos y produjeron una poderosa clase mercantil en Buenos Aires, intensificaron el deseo de independencia. Como sostiene John Lynch, la independencia, aunque “precipitada por un choque externo, fue la culminación de un largo proceso de enajenación en el cual Hispanoamérica se dio cuenta de su propia identidad”. Es decir, tomó conciencia de sí misma y se hizo celosa de sus recursos. Esta creciente conciencia de sí movió a Alexander von Humboldt a observar: "Los criollos prefieren que se les llame americanos; y desde la Paz de Versalles, y especialmente desde 1789, se les oye decir con orgullo: «Yo no soy español; soy americano», palabras que descubren los síntomas de un antiguo resentimiento". También revelaban, aunque todavía confusamente, la existencia de lealtades divididas porque, sin negar la soberanía de la corona, o incluso los vínculos con España, los americanos comenzaban a poner en duda las bases de su fidelidad. Los criollos habían sorteado los obstáculos derivados del monopolio comercial a través de diferentes caminos: los comerciantes de Buenos Aires contrabandeando; las provincias del Interior, adaptándose en forma funcional a las reglas del monopolio, colocando su producción en el mercado altoperuano a través, por ejemplo, del comercio de mulas para el Potosí y Perú. En el caso de las provincias del Litoral, que contaban con productos pecuarios como Buenos Aires, buscaron dar la espalda al circuito peruano mediante la conexión comercial con áreas como Paraguay y Brasil. Así, estimulados por la crisis del poder español, los sectores criollos lograron obtener una independencia económica de facto, basada en el ascenso económico y social de la clase comerciante y terrateniente criolla de las distintas regiones del Plata. Pero las reformas borbónicas, tuvieron por objetivo prioritario lograr un control más efectivo de las colonias y para ello, uno de los caminos era precisamente cercenar esa autonomía de facto de los criollos. Por ello, los Borbones promovieron privilegios en los dos extremos de la pirámide social y concentraron su presión impositiva contra los criollos. Sin duda que el principal eje de rivalidad fue las divergencias entre criollos y españoles, provocadas por los privilegios y las restricciones en cargos públicos en detrimento de los primeros. Por otra parte, la formación de sociedades secretas y la lectura de literatura prohibida, contribuyeron a potenciar los recelos de los americanos, debilitando los vínculos que habían unido durante siglos a España con las colonias de ultramar. Es así como, los sectores criollos podían ser poderosos económicamente, pero no tener participación política en cargos oficiales de relevancia. En realidad, se definían más por lo que no eran -ni españoles peninsulares, ni pardos, ni mestizos ni negros- que por lo que eran. Tenían una conciencia negativa que se reflejan en las palabras que Simón Bolívar, dijera en su Discurso de Angostura de 1819: “no somos europeos, no somos indios, sino una especie media entre los aborígenes y los españoles. Americanos por nacimiento, y europeos por derechos, nos hallamos en el conflicto de disputar a los naturales los títulos de posesión y de mantenernos en el país que nos vio nacer, contra la oposición de los invasores (españoles); así, nuestro caso es el más extraordinario y complicado”.

En síntesis, el engranaje político y administrativo virreinal dio lugar a intereses diferenciados y encontrados entre sí y, en ese terreno de tensión entre criollos y peninsulares, se produce la primera invasión inglesa (1806). Esperanzado en ganar un nuevo mercado para los bienes británicos, Beresford procedió a declarar la libertad comercial entre Gran Bretaña y las colonias hispanomericanas, garantizando para estas el derecho a la propiedad privada y la libertad para la religión católica. Desafortunadamente para los británicos, los criollos, aunque estuvieran resentidos con España, prefirieron servir a esta antes que a Gran Bretaña, un poder protestante que buscaba imponer su regla por las armas. Evidentemente, la vaga idea de identidad cultural de los americanos, todavía resultaba más fuerte que los resentimientos socio-económicos y políticos que separaban a criollos y españoles. Asimismo, las invasiones inglesas dejaron a Buenos Aires un creciente sentido de su propio poder político, se habían defendido solas y habían triunfado expulsando a los ingleses en dos oportunidades (1806 y 1807).

En este contexto, llega José de San Martín desde España para luchar por la independencia de su patria. La tarea no le resultaría sencilla. Otros intereses priorizaban los dirigentes porteños negándole su apoyo. No obstante, el Libertador de América no se amilanaba y sostenía: “La guerra la tenemos que hacer del modo que podamos. Si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos han de faltar. Cuando se acaben los vestuarios nos vestiremos con las bayetitas que trabajan nuestras mujeres, y sino andaremos en pelotas como nuestros paisanos los indios. Seamos libres, que lo demás no importa nada” (José de San Martín en La campaña Libertadora). Leemos en una carta que le dirigía al Brigadier Estanislao López: “Unámonos, paisano mío, para batir a los maturrangos que nos amenazan: divididos seremos esclavos; unidos, estoy seguro de que los batiremos; hagamos un esfuerzo de patriotismo, depongamos resentimientos particulares y concluyamos nuestra obra de honor. Mi sable no saldrá jamás de la vaina por opiniones políticas; usted es un patriota y yo espero que hará en beneficio de nuestra independencia todo género de sacrificios…” Un dato interesante es el hecho de que el Libertador San Martín empleara en dos comunicados, el término “gaucho” para referirse a las valientes fuerzas patriotas. Curiosamente, la élite ilustrada porteña, lo suplantó por la expresión “patriotas campesinos” cuando los mensajes se publicaron en la Gaceta ministerial oficial (Pérez Amuchástegui, A. J., Mentalidades Argentinas, Eudeba, Bs. As. 1970; Rojas, Ricardo, El Santo de la Espada, Losada, Bs. As. 1950, pág. 165).

Es tanta la obra del General San Martín, como tantas sus frases célebres. Algunas de ellas, ante nuestra historia reciente, aún tienen sentido: "La patria no hace al soldado para que la deshonre con sus crímenes, no le da armas para que cometa la bajeza de abusar de estas ventajas ofendiendo a los ciudadanos con cuyos sacrificios se sostiene. La tropa debe ser tanto más virtuosa y honesta cuanto es creada para conservar el orden, afianzar el poder de las leyes y dar fuerza al gobierno para ejecutarlas y hacerse respetar de los malvados que serían más insolentes con el mal ejemplo de los militares. La patria no es abrigadora de crímenes". Vale cerrar esta evocación con la mención de sus propios sentimientos al decir: "Cada gota de sangre americana que se vierte me llega al corazón. Paisano mío, hagamos un esfuerzo y dediquémonos únicamente a la destrucción de los enemigos que quieren atacar nuestra libertad. No tengo más pretensiones que la felicidad de la patria. (Carta de San Martín a José Gervasio de Artigas - Capdevilla, Arturo. "El pensamiento vivo de San Martín. Bs.As. Edit. Losada 1957).


(*) Aporte Asociación Cultural Sanmartiniana "Mario Colucci".

Autor: Licenciada Laura Ludueña (*)

Estás navegando la versión AMP

Leé la nota completa en la web