Notas de Opinión

Buitres y caranchos

Por ahora lo que se ganó es tiempo. Hasta el 27 de febrero, que es el plazo establecido por la Cámara de Apelaciones de Nueva York, luego de suspender el disparatado fallo del juez Thomas Griesa, para que nuestro país formule una propuesta para darle solución a estos fondos buitre, que totalizan varios miles de millones de dólares que rechazaron entrar en los canjes de 2005 y 2010, tal como lo hizo el restante 93% de los acreedores.

No fue total, porque hay un plazo fijado, pero en realidad fue la victoria legal más importante de la Argentina, desde aquella recordada jornada en que Adolfo Rodríguez Sáa -en su fugaz paso por la presidencia- anunció que no se iba a pagar la deuda externa, en medio del aplauso y vítores de los legisladores de 2001, muchos de los cuales son los mismos que ahora aplaudieron a rabiar a la presidenta Cristina Fernández cuando anunció que se pagaría al pie de la letra. Transfugadas muy comunes en los tiempos que vivimos.

El buitre es un ave de rapiña, que se alimenta de carne muerta, y que en este caso identifica con acierto su comportamiento en el mundo de las finanzas. Se conforma un fondo y luego se invierte en compañías cercanas a la quiebra, o bien -como en este caso- en bonos que emiten los países para financiarse, haciéndolo en condiciones anormales, cuando por circunstancias diversas esos valores tienen bajísimo precio. Llegado el momento oportuno, inician juicios de cobro, rechazan acuerdos de quita, y esperan. La paciencia es uno de los elementos esenciales en esta clase de maniobras, igual que los buitres sobrevuelan para quedarse con la carroña de lo que antes engulleron otros.

Este fallo de Griesa que conminaba a nuestro país a pagar un anticipo de 1.330 millones de dólares el 15 de diciembre, resultaba no sólo perjudicial para la Argentina -que en esa misma fecha tiene otro vencimiento de 3.000 millones por el Cupón PBI que hubiese incumplido y caído entonces en un default técnico-, sino contraproducente para todo el resto del mundo que se encuentra en condiciones parecidas por este entrecruzamiento de acreedores. Un verdadero reguero de pólvora, que más que simples fogonazos hubiese significado explosiones en el corazón mismo del sistema financiero internacional. En síntesis, una manera de protegerse ellos mismos, resguardando sus intereses.

De aquí a fines de febrero hay tiempo más que suficiente como para organizar una estrategia y presentarla ante la justicia estadounidense, evitando un verdadero descalabro. De todos modos, y ajustándose a la sentencia "no hay bien que por mal no venga", es aplicable en estas circunstancias, ya que de una vez por todas se podría alcanzar un acuerdo e incluir a este 7% de bonistas que habían optado por quedar al margen de las dos quitas ofrecidas y alcanzar el borrón y cuenta nueva.

Que de ninguna manera significa una solución definitiva para la deuda, pues aún cambiando de acreedores, continúa siendo muy alta: 182.000 millones de dólares, habiendo aumentado 56.000 millones desde 2005 cuando Néstor Kirchner dispuso pagarle el total de los 9.900 millones de esa divisa adeudados al FMI. Lo que viene a desmitificar la cantilena del desendeudamiento, aunque sí debe decirse que si bien el 60% del total de las acreencias es en moneda extranjera, una gran parte de la deuda fue transferida a organismos como el Central, la Anses, el Nación, el propio Pami y otros organismos del Estado, a quienes se les hizo una acumulación de bonos, títulos, letras y otras yerbas que tienen casi toda la posibilidad de convertirse en un pagadios. 

En realidad, al menos por ahora y seguramente para siempre si se aprovecha correctamente la oportunidad, nos podremos sacar de encima este acecho de los buitres desde hace más de una década, cuando los identificados como NML Elliot, Dart, Gramercy, Aurelius y Blue Skay, iniciaron sus demandas al producirse aquél default de 2001. Lo que en cambio aparece como tanto o más complicado de solucionar es que ciertos caranchos -un ave rapaz y autóctona, tan igual de glotona- que nos sobrevuelan también desde hace tanto tiempo y nunca terminan de satisfacerse.

Justamente el simil con la avecilla que por aquí conocemos muy bien ya que la vemos por los campos de la región, fue mencionada por la presidenta Cristina Fernández comparándola con los juicios que los jubilados hacen al Estado por mejora de haberes. ¿Caranchos los jubilados? Otra pifia del tenor de muchísimas anteriores, de parecido calibre a aquella del poco trabajo de los maestros porque siempre están de vacaciones o tienen jornada de sólo 4 horas. Con seguridad, al momento de enhebrar estas reflexiones, la "presi" debe haber olvidado que su propia madre le ganó un juicio al Estado por su jubilación, cobrando una muy importante suma.

Tal vez esta lista de caranchos, más bien de caranchajes, habría que hacerla repasando patrimonios, de muchos que hace poco eran dueños de perros flacos y hoy vuelan en jet privado, poseen estancias y abultadas cuentas aquí y en el exterior, entre otras menudencias.

Autor: Roberto Actis

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