Es muy difícil mantener el equilibrio al seguir el caso Nisman. Es imposible además predicar confianza en las instituciones cuando el tema mayor en el que se inscribe –la causa AMIA- lleva 20 años de manoseo e impunidad.
¿Cómo confiar en una fiscal que se desdice día a día? ¿Cómo en jueces que se declaran incompetentes con una velocidad temeraria? ¿Cómo en una Presidenta que determina responsables sin esperar el resultado judicial? ¿Cómo en una oposición que ni siquiera se pone de acuerdo en un plan común para mejorar la reforma del sistema de inteligencia? ¿Cómo en medios que saturan con informes pueriles sobre temas de alta complejidad técnica? Finalmente, ¿Cómo en una sociedad que participa del espectáculo en lugar del análisis racional, no meramente político ni emotivo?
Y sin embargo necesitamos confiar, porque una sociedad no vive sin un mínimo de confianza. No hay sistema de convivencia posible si todos sospechamos todo el tiempo. Y hace muchos años, décadas largas, que entre nosotros anida la desconfianza como primer eslabón social.
Allí no hay víctimas y victimarios, como bien dice Discépolo estamos todos en el mismo lodo, todos manoseados. La dirigencia –pública y privada- que somos y tenemos es fruto de lo que somos como sociedad y a su vez esta es lo que es por una dirigencia que predica con el ejemplo. La retroalimentación igualmente se puede cortar si median buenos ejemplos, que es lo que requiere con urgencia el caso Nisman: cordura, equilibrio, firmeza.
El caso resume muy bien lo que somos como sociedad, no nos sorprendamos de nada. Si para algo sirve es para reconocernos como productores de una eterna novela policial-política en la que pasa todo en un día, pero en las semanas y los años “no pasa nada” porque nada ha cambiado ni nada se resuelve.
Claro que de toda esta situación se puede salir, pero las pocas señales dadas hasta hoy no son buenas. Ojalá se modifiquen las actitudes dirigenciales y se ponga equilibrio en lugar de confrontación, análisis en lugar de acusación, paciencia en lugar de búsqueda de un enemigo público inmediato.
Los tiempos judiciales son necesariamente diferentes de los políticos y de los mediáticos y todos estos de los tiempos sociales. El buen dirigente sabe equilibrar todos estos tiempos e ir acompañando a la sociedad en situaciones traumáticas como esta.
Muchos hemos optado por el silencio ante esta situación, no especulando con tal o cual hipótesis y esperando con ardiente paciencia, como bien dijo Neruda, el resultado de los informes judiciales y también de los debates políticos paralelos que se han abierto al calor de este dramático desenlace de un fiscal de la Nación, cuya memoria requiere de todos el mayor de los compromisos.