Resulta que ahora la ex presidenta Cristina Kirchner reclama que le hagan el juicio oral y público por la causa del dólar futuro lo más rápido posible, y no sólo eso, que sea televisado en directo. Un pedido realmente extraño si tenemos en cuenta todas las trabas y dificultades que le generó a la justicia durante sus últimos años de mandato, cuando alguien osaba no digamos investigarla a ella o su familia por las numerosas causas de corrupción que luego se fueron apilando una sobre otra -ni siquiera su octogenaria madre quedó exceptuada-, sino simplemente por algo que afectaba a su gobierno. Recordemos el destino corrido por el procurador Esteban Righi, que debió dejar el puesto por no garantizar impunidad, el juez Daniel Rafecas, quien después arregló su situación con otros enjuagues como por ejemplo mandar al archivo en tiempo récord la denuncia de Alberto Nisman, y el fiscal Carlos Rívolo, todos ellos por el caso Ciccone que afectaba al vice Amado Boudou, posteriormente procesado por este asunto. O bien, otro caso tan llamativo como el anterior, la persecución del fiscal Campagnoli, quien se atrevió nada menos que a investigar los millonarios recursos de Lázaro Báez, el supuesto testaferro de la familia Kirchner, lo cual está en avanzada marcha por develarse en los casos Hotesur y Los Sauces.
El planteo de la introducción es oportuno para ubicarnos en el tema. ¿Cómo es posible este repentino sometimiento de la ex presidenta a la justicia? Es que la causa del dólar futuro, aunque la errada decisión le significó a la Argentina la pérdida de unos 60.000 millones de pesos, es en la que puede encontrar las más accesibles vías para refutar políticamente y no desde lo jurídico, los cargos que se le hicieron en el procesamiento. Al fin de cuentas, y de última, puede llegar a ser calificada como una maniobra fallida con legítimas intenciones. Es muy difícil de probar, en última instancia y tal como suponen muchos, que la decisión de rifar esos miles de millones obedeció a la intención de dejarle a su sucesor en la presidencia -tanto Macri como fue, o de haberle tocado a Scioli-, la más complicada de las situaciones.
Esta del dólar futuro es la que ofrece más terreno fértil para politizarla, y ahí sabemos de sobra, que muy pocos pueden manejarse con la dialéctica y la escenificación y coreografía con que lo hace Cristina Kirchner, pudiendo sacar claras ventajas. El reclamo de ir a juicio y además televisado en directo -curiosa exigencia, aunque comprensible- sería disponer de una tribuna que captaría millones de audiencia, justo en el momento cuando supuestamente podría estar en campaña para las elecciones legislativas del año que viene. Posibilidad esta que parece confirmarse con esta alternativa.
Pero además, y he aquí lo más trascendente, pues usted ya se estará preguntando por lo del título con el nombre del ave que puebla nuestros campos, con este juicio oral y televisado por el dólar futuro, del cual por cierto la ex presidenta puede salir algo dañada desde lo jurídico pero triunfante en lo político, tendría el valor de una cortina para ir ocultando las otras dos causas que realmente le preocupan, una de ellas en marcha por sus hoteles y propiedades de las que no pueden explicarse cómo se financiaron -aunque Norberto Oyarbide haya eximido en tiempo récord el enriquecimiento ilícito-, y la otra, la todavía más grave, la acusación de Nisman de traición a la patria por el encubrimiento de los iraníes en el atentado a la AMIA y la misma muerte del fiscal, que puede ser desarchivada más pronto de lo pensado, a pesar de todos los esfuerzos en contra de Rafecas y todos los de la organización kirchnerista Justicia Legítima, que participaron de esta cuestión.
Sobre el simpático tero no son necesarias explicaciones, todo el mundo sabe que cuando grita en un lado es porque tiene su nido, con huevos o pichones, en otro más alejado. Eso, es justo lo que está haciendo la ex presidenta, concentrando la atención en la causa del dólar futuro, de la cual está convencida que es puramente política, y además, de irle de lo peor no le haría perder su libertad, tal como ya lo anticipó el propio juez Claudio Bonadío, para de tal manera restarle atención a los otras causas, que sí son graves y difíciles de defender por la enorme cantidad de pruebas que existen. Cuando llegue el momento de afrontarlas, es muy probable que Cristina Kirchner ya sea legisladora, y resguardada por los fueros.