El balance de un gobierno, para que tenga el mayor grado de aproximación a la realidad, debe hacerse recién cuando termina su gestión, momento en que se traza la raya final, y de ahí entonces surgen las comparaciones de cómo se estaba al comienzo y cómo al final. Casi todo lo demás, lo que se diga en el medio, sostenido más en argumentaciones políticas que el tiempo se encarga de develar como sólidas o inconsistentes, está de sobra.
Cuando en diciembre de 2015 se cumpla la docena de años de gobierno kirchnerista, será entonces el momento del balance definitivo. Mucho tiempo por delante para correcciones no queda, y además, lo que se aprecia es que tampoco existe demasiada voluntad para avanzar en soluciones de fondo, con cierta perspectiva de futuro -dejando presumir que si no aparecieron antes, difícilmente suceda en este último tramo-, observándose en cambio una notable improvisación que sólo propone parches, con el objetivo casi excluyente de poder transitar estos 18 meses con la menor cantidad de problemas posible, aunque, haciendo un simple repaso del deterioro que viene afectando casi todas las áreas, aparece como un objetivo realmente complicado, y ahora además, con el agregado del frente abierto en la deuda a los bonistas buitre.
El sector energético es un plano determinante, pasamos de ser un país autoabastecido que incluso exportaba entre 6 y 7 mil millones de dólares a tener que importar por 13 mil millones anuales, todo lo cual sucedió mientras se subsidiaba la electricidad y el gas a todos y todas sin distinciones, descuidándose absolutamente las inversiones por el solo hecho de no subir las tarifas. Sólo esto engulle buena parte de lo que deja la soja, el famoso "yuyo" que permitió todos estos años tirar manteca al techo. La inflación es otro de los grandes males, corroe absolutamente todo y en mayor medida afecta a los sectores medios y bajos, es decir, los que dependen de ingresos fijos, también los jubilados. Directa consecuencia de esto, la pobreza y la indigencia están creciendo como bola de nieve, habiendo quienes anticipan que es muy probable que cuando concluya este ciclo tendrá casi el mismo volumen que al comienzo de la gestión. El mercado laboral también anda a los tumbos, pues la desocupación está muy lejos de las cifras oficiales. El velo está corriéndose y es cada vez más difícil sostener el relato de los grandes logros y derrame de bonanza.
Esos son algunos de los temas centrales, los que impactan en el bolsillo de la gente, que además está sometida a la cada vez más feroz ola de inseguridad, que alcanzó niveles desmesurados luego de tantos años de ser ignorada. ¿Se acuerdan de la cantilena de la sensación?
Y si entre tanto roto faltaba un descocido, ahora tenemos esta lavada de manos de la Corte estadounidense sobre los fondos buitre a los que habrá que pagarles una pila de dólares, esos mismos que faltan y que nos tienen entre las cuerdas, al borde mismo de la insolvencia. Extraño después de una década ganada con tasas de crecimiento nunca vistas.
En todos estos años, cada fracaso o cada situación adversa, siempre fue responsabilidad de los demás, de las confabulaciones internacionales, de los desestabilizadores, de las corporaciones o de los medios hegemónicos, jamás por errores propios. Esta vez con los buitre, es el resultado de la equivocada estrategia que llevó adelante el gobierno,
que incluso en los momentos posteriores al fallo del juez Thomas Griesa provocó idas y venidas sin saber qué hacer. Llamativa tanta desorientación si la Presidenta, como dijo, sabía que la decisión iba a ser adversa. Primero las bravuconadas, los calificativos de extorsionados, carroñeros -que les caben, pero asistidos por la ley-, luego la admisión de negociar y pagar. Casi, o bastante parecido, como cuando Jorge Bergoglio fue designado Papa. ¿Se acuerdan? Primero el rechazo, las acusaciones de su cercanía a la dictadura, luego la identificación, reconocimiento y besamanos total. De un extremo al otro sin sonrojarse.
Justo ahora que el gobierno había pagado a Repsol 5.000 millones por la expropiación de YPF -firma española que según el ministro Kicillof debía pagarnos a nosotros por los daños ambientales provocados-, y al Club de París 9.700 millones que nadie pudo explicar cómo se llegó a tal cifra, lo que hubiese abierto las puertas del mercado financiero internacional para tomar créditos que permitirían tener oxígeno suficiente, viene esto de los fondos buitre que, para decirlo en pocas palabras, es un manto de incertidumbre no sólo sobre este tramo final, sino sobre los hombros de quienes gobiernen en el futuro.
La política de desendeudamiento, que tanto fue usada como bandera, cuando se visualiza este fin de ciclo también parece destinada al fracaso, aún habiéndose pagado una montaña de dólares todo este tiempo. Ya que hablamos de buitres, el ejercicio de la memoria siempre ayuda para comprender, o bien interpretar algunas situaciones, como por ejemplo en noviembre de 2012 cuando la presidenta Fernández calificó como buitres y caranchos a los jubilados que iniciaron juicios al Estado por lo que no se les paga.
Queda claro, que la justicia no puede ser tratada a los empujones, menos aún la de otro país. Aquí si en cambio algo de eso está ocurriendo con el vergonzante juicio al fiscal Campagnoli, quien se atrevió a investigar el dinero de Lázaro Báez, el supuesto socio de los Kirchner.