Un par de semanas atrás, desde esta misma columna de los domingos, al abordar el tema del vicepresidente de la Nación, titulamos "Boudou en una ciénaga". Nada de arrogarnos un cierto, apenas una muy gráfica demostración de la situación, que ahora tuvo este desenlace del procesamiento de la segunda autoridad política del país. Algo que ocurre por primera vez en la historia institucional del país.
El procesamiento caía de maduro, resultaba inevitable, pero así y todo por lo jugada que estuvo la presidenta Cristina Fernández en defenderlo a ultranza -no pocos coinciden que tan arriesgada acción respondía a su propia defensa, además de sostener el grueso error que fue su caprichosa elección de Boudou como compañero de fórmula-, se suponía que algo podía ocurrir que torciera el rumbo. Lo inesperado ha sido tan frecuente estos años que hasta parece haberse convertido en metodología. El doblar la apuesta, aún frente a los más contundentes reveses, estuvo siempre dentro de lo esperable, no lo descartemos, aún puede volver a suceder.
No hay que ir demasiado atrás para tener ejemplos, y nada menos que en este mismo caso. Cuando se destapó esta olla de corrupción con la imprenta Ciccone, hace dos años, el gobierno intervino decididamente en defensa de Boudou al extremo de sacarlos del caso al juez Daniel Rafecas y al fiscal Carlos Rívolo, obligando a la renuncia del procurador de la Nación Esteban Righi.
El caiga quien caiga dispuesto por la presidenta Fernández para proteger a su vice no fue suficiente, al menos hasta ahora. Es que los rastros dejados por Boudou en este caso son tan claros, tan evidentes, tan contundentes, que el procesamiento era inevitable. Los cargos de "cohecho y negociaciones incompatibles con la función pública", son todavía los más livianos porque se haberse caratulado además como "asociación ilícita", los imputados hubiesen terminado detrás de las rejas. De todas maneras, desde lo político, el tembladeral es exactamente el mismo.
Boudou regresará al país este lunes, luego de la mini gira por Cuba y Panamá, y es probable que entonces se comience a vislumbrar el desenlace. El judicial es claro, en cambio el político ofrece incertidumbres, aunque repasando antecedentes es muy probable que sea mantenido en su cargo.
La comparación con la experiencia de Mauricio Macri, quien también fue procesado y continuó en su cargo, es inevitable y motivo de análisis por estas álgidas horas. Existen coincidencias, pero también diferencias importantes. Macri fue procesado por escuchas telefónicas ilegales, Boudou por corrupción. Aquél tuvo como juez a Oyarbide acusado de favorecer al gobierno; el vice a Lijo, a quien el kirchnerismo lo ubica alineado con Magneto.
Las experiencias de Cristina Fernández con sus vices fueron realmente traumáticas, más allá de la enorme distancia de las acciones que marcaron las gestiones de Julio Cobos y Amado Boudou. El primero impuesto en la fórmula por Néstor Kirchner cuando el engendro de la transversalidad; el actual por la propia presidenta, ignorando todos los antecedentes que, al menos, lo convertían en bastante dudoso. O quizás, era el hombre indicado, vaya a saber los entretelones de estas decisiones. Lo cierto es que los resultados y consecuencias no podían haber sido peores.
Todo este desenlace de Boudou y su banda -que no es la de Rolando- se produce en simultáneo con el caso de los fondos buitre que se está dilucidando en Estados Unidos, que nos tiene tambaleantes en el centro del ring, con la única esperanza de poder salvar el nocaut. Al parecer, producto de la mala praxis de todos nuestros negociadores, y en especial de los discursos y escritos virulentos y confrontativos que lo único que consiguieron fue empeorar cada vez más la situación.
¿Por qué litigamos bajo la justicia de Estados Unidos? Porque así lo propuso nuestro gobierno en 2005, cuando era presidente Kirchner, al abrir la negociación de la deuda. Entonces, pareció una buena medida como forma de inducir a la aceptación. Hoy vemos que los resultados finales están siendo un fracaso.
Lo cierto es que inmersos en medio de la crisis moral y financiera, con una inflación que carcome todo, la inseguridad que se extiende como polvareda,una recesión que se profundiza y la situación del mercado laboral que tambalea, este fin de ciclo puede ser mucho más complicado de lo que parecía, aún cuando nadie lo haya supuesto como un sendero con pétalos de rosa.