Notas de Opinión

De inflación y buitres

Dentro de la nebulosa e incertidumbre en que vivimos, si hay algo que está claro como el agua, es que mientras haya inflación -hoy la segunda más alta del mundo después de Venezuela-, es prácticamente imposible resolver alguno de los problemas que están provocando una acelerada descomposición de las condiciones sociales. Es que las soluciones propuestas para hoy, comienzan a flaquear mañana y a la semana deben ser desechadas por inservibles, así de rápido se suceden las cosas en esta vorágine del desbande sin horizonte a la vista. Un deslizamiento como en un tobogán, sin detenciones ni paradas.

Si algo tiene la inflación, y de eso sabemos bastante los argentinos después de la acumulación de nefastas experiencias que hemos tenido, es que nadie queda al margen, golpea a todo el mundo. Pero claro, hay diferencias, pues los más afectados son siempre los de más abajo, los que más necesitan, que tienen ingresos del fondo de la escala, es decir, justamente toda esa franja que supuestamente debía ser la más favorecida con las políticas de inclusión llevadas adelante por el kirchnerismo en esta docena de años, en la mayoría de los cuales hubo crecimiento económico a tasas asiáticas, para colmo. Es decir, no faltaron recursos, por el contrario se podría decir que sobraron. ¿Qué sucedió entonces? Se planificó mal y se llevó adelante peor, aplicándose la metodología de regalar el pescado en lugar de enseñar a pescarlo.

Es que de a poco se está volviendo al punto de partida luego de un ciclo que de ganado tuvo realmente poco. Sin ir a los extremos, tomando una organización que es motivo de credibilidad como la Universidad Católica Argentina, tenemos que hoy la pobreza está en el orden del 27,5%, es decir, tres de cada diez personas se encuadran dentro de esa categoría social, y que el 39,2% no alcanza a cubrir con sus ingresos las necesidades básicas. Dicho en palabras más simples: cuatro de diez no llega a fin de mes. 

El país del relato se está cayendo a pedazos. La última medición oficial de la pobreza que dio el INDEC a fines del año pasado había sido de 3,5%, recordándose que en abril último cuando debía volver a actualizarse ese registro, sin dar ninguna explicación, hubo un portazo y se suspendió el anuncio. Hasta hoy no hubo más novedad sobre el tema. Se trata de aquellas mismas estadísticas que daban cuenta de la desocupación cero en el Chaco, y otras por el estilo. 

Según cálculos de los analistas de estas cuestiones, cada punto que sube la inflación, agrega entre 100 y 120 mil personas al bolsón de la pobreza, y envía otros varios miles a la indigencia, la peor y más grave de las instancias pues a los ubicados en esa escala no les alcanza siquiera para alimentarse. Sin embargo, aún en conocimiento de tan dramático dato, para enfrentar la inflación se hace poco y nada. De lo conocido, sólo el programa de precios cuidados, que es como enfrentar con una gomera a alguien con una ametralladora en sus manos.

En cambio, y para peor, a la inflación se la sigue generando, pues siempre, por más vueltas que se le de a la cuestión, el mayor responsable es el gobierno.  El resto no hace más que seguir, algunos buscando cubrirse y seguramente otros haciéndolo en exceso, porque en tiempos de estabilidad ¿quién aumenta los precios? 

En lo que va del año el gasto público creció 42%, algunas más, otras menos, pero en todas las áreas se corrió parejo. Incluso aquellas menos necesarias como la publicidad o el fútbol para todos. ¿Cómo se financia el funcionamiento de este colosal y enorme aparato público? Pues en gran medida con emisión monetaria y con el vaciado de otras cajas como del Banco Central, la ANSeS o el Banco Nación, lo cual inmediatamente se convierte en combustible para la inflación, esa verdadera maquinaria de crear pobreza. Justo, lo que el gobierno siempre dijo que no haría. Le salió  el tiro por la culata, quedando en evidencia que hubo mala praxis. 

Sólo el año pasado el fisco se quedó con 10.000 millones de dólares por las retenciones. Es fácil sacar la cuenta del traspaso que hubo todos estos años, una enorme masa de dinero, que se calcula cercana a los 90.000 millones de dólares. Y está bien que eso sea así, pues quien gana mucho impositivamente debe pagar mucho. La cuestión es otra, ¿adónde fueron a parar los recursos? La pobreza sube, el empleo está tambaleante, no hay más energía, las rutas siguen un desastre como siempre, y aún con toda esa montaña de divisas al dólar hay que buscarlo con lupa. Apenas unos botones que sirven de muestra, pero que sobran como ejemplo.

Y por si faltara algo, este riesgo de default que pende sobre nosotros tal espada de Damocles. Pero la Presidenta ya dijo que no pueden hacerlo, tal como si los deseos mandaran en el universo de las finanzas.

Autor: Roberto Actis

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