Economía

De la crisis política, calma financiera: qué pasó, por qué importa y qué hay que mirar ahora

¿Se tratará de una operación de corto plazo (operaciones de mercado) o de un préstamo con condiciones?
Crédito: FOTO WEB/IA

Por Guillermo Briggiler

La semana pasada dejó una frase que resume bien lo ocurrido: no fue tanto una crisis económica como una crisis política. Y sin embargo, esa etiqueta —política— no reduce la potencia de sus efectos sobre la vida diaria: si la política se desordena, los mercados reaccionan, el tipo de cambio se mueve, los costos suben y la incertidumbre obliga a empresas y familias a postergar decisiones. Vamos por partes para entender lo ocurrido, por qué se sintió tan fuerte y qué deberá vigilar cualquier ciudadano común en los próximos días.

Primero: la chispa. Tras una sucesión de errores de comunicación y gestión, la confianza entre inversores y ahorristas se resquebrajó. En los días de máxima tensión el dólar llegó al techo dela banda cambiaria —el límite superior dentro del esquema de bandas que fija el Banco Central— y, por regla del acuerdo vigente, el Central salió a vender dólares en ese punto para defender el límite. Esa intervención busca frenar saltos abruptos del tipo de cambio, pero tiene costos y efectos colaterales.

Qué hace el BCRA cuando vende dólares en el techo: recibe pesos a cambio de sus reservas. En el corto plazo eso calma la cotización (hay más oferta de dólares y menos presión alcista), pero simultáneamente reduce la capacidad de maniobra del Central (disminuyen reservas) y puede absorber liquidez que, si no se compensa con instrumentos adecuados, termina contrayendo la actividad económica. En lenguaje cotidiano: vender reservas ayuda a domar el dólar, pero encarece el crédito, congela inversiones y frena el consumo, ya que al vender los dólares se retiran pesos del mercado, haciéndose estos más escasos (y más caros, es decir mayor tasa de interés).

¿Entonces qué cambió en horas? Entró Estados Unidos. En declaraciones públicas, con el secretario del Tesoro norteamericano (Scott Bessent), con el aval político del presidente Donald Trump, Washington ofreció medidas de apoyo que van desde swap lines hasta compras de deuda o intervenciones a través del Exchange Stabilization Fund. El resultado inmediato fue un alivio: el precio del dólar bajó, los bonos argentinos subieron y el índice de riesgo país, que había escalado fuertemente, retrocedió. Es decir: una señal política internacional bastó para recomponer en parte las expectativas del mercado.

¿Qué significa en la práctica ese “respaldo de Washington”? Dos cosas clave. Primera: es tanto política tanto como financiera, un respaldo público de Washington reduce el temor a un default inmediato y atrae demanda por activos argentinos, pero no elimina problemas estructurales internos. Segunda: los detalles importan. ¿Cuál será el tamaño del apoyo?¿vendrá condicionado a metas fiscales, cambios en la política económica o auditorías? ¿Se tratará de una operación de corto plazo (operaciones de mercado) o de un préstamo con condiciones? Hasta que no se sepan esos términos, la calma puede ser frágil y reversible.

Ahora la perspectiva macro: ¿había “problemas macro” que justificaran la crisis de confianza? La realidad es mixta. Por un lado, indicadores recientes muestran que la economía venía recuperándose tras la crisis anterior: la actividad creció en trimestres recientes y algunos datos de inflación y actividad muestran mejoras relativas respecto de los picos más críticos. Por ejemplo, el INDEC registró una variación mensual moderada del IPC en agosto y el crecimiento económico del segundo trimestre sorprendió positivamente en algunos informes. Eso contribuye a la tesis que la emergencia fue, mayormente, política. Pero ojo: Argentina sigue con vulnerabilidades (inflación aún elevada en términos históricos, dependencia de reservas, y un stock de deuda importante con el FMI y otros acreedores). Esas fragilidades son la razón por la cual cualquier episodio político puede convertirse en una crisis económica si se prolonga.

En conclusión: lo que vivimos fue, sobre todo, una crisis política con impacto económico. El gesto internacional (y la intervención económica que pueda derivar de él) compró tiempo y redujo la presión inmediata sobre el tipo de cambio y la deuda. Pero la paz financiera es precaria: depende de decisiones políticas internas (consenso, gestión clara, ajuste ordenado) y de las condiciones que ponga quien ayude desde afuera. Para el rafaelino de a pie eso traduce incertidumbre sobre precios, tasas de interés y empleo: buenas noticias si la calma se convierte en políticas creíbles; malas noticias si el alivio es solo temporal.

Por ahora, como en un comic, apareció SuperTrump a salvarnos.

#BuenaSaludFinanciera

@ElcontadorB

@GuilleBriggiler

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