No será una recuperación plena al nivel de las expectativas del inicio de la campaña, pero en rigor de verdad, las lluvias de febrero trajeron alivio a la región, al menos a la mayoría de los campos que atravesaron la ola de calor del mes de enero.
Los últimos siete días, se caracterizaron por aportar “lluvias, estabilidad climática, días soleados, temperaturas diarias en ascenso, que generó inestabilidad climática, precipitaciones y tormentas (algunas con importante caída de granizo), particularmente en el departamento La Capital y San Jerónimo”, reportó el Servicio de Estimaciones Agrícolas de la Bolsa de Comercio de Santa Fe (SEA).
Lo destacado para nuestra región en el departamento Castellanos, es el impacto que estas lluvias están teniendo en los cultivos estivales, particularmente en soja de primera, que habían sido muy afectadas por el calor, en soja de segunda que se encuentran en una instancia crucial de desarrollo, en el maíz tardío y el sorgo granífero, que son las apuestas de los tamberos para pasar el invierno.
“Dados los estados fenológicos que atravesaban cada uno de ellos, ya sea, etapa de floración o fructificación, se han vuelto a generar nuevas e importantes expectativas por los resultados finales”, dice el informe del SEA.
Los montos pluviométricos acumulados oscilaron desde 30 a 45 mm de promedio. Rafaela estuvo en el orden de los 27 mm, dentro de los distritos que menos agua recibió pero con la ventaja de que no sufrió los embates del viento y el granizo, tal como sucedió en áreas de la provincia que llegaron a recibir 100 mm.
REPORTE PARA MAÍZ Y SOJA
La cosecha del maíz temprano continúa siendo magra en el centro de la provincia. Con un 40 % de la superficie trillada, los rendimientos promedios mínimos y máximos logrados para el departamento Castellanos son de entre 20 a 30 qq/ha mínimo, hasta 35 a 45 qq/ha de máxima, con lotes puntuales de hasta 65 qq/ha.
La Soja de Primera continúa su marcha hacia el fin del ciclo. “La inestabilidad climática con precipitaciones y temperaturas en descenso, generaron escenarios muy favorables, particularmente porque se encontraba en llenado de granos. Por lo cual un 80 % de los cultivares se mostró en estado bueno a muy bueno, con algunos lotes excelentes, como consecuencia de los cambios en las condiciones climáticas, que generaron las lluvias desde mediados de enero hasta fines de febrero”, explican desde el SEA.
“En el 20 % restante del área implantada, el impacto de la ausencia de precipitaciones y el elevado régimen térmico durante los primeros 16 días del año, dejaron indicadores muy marcados, tales como, limitaciones en el crecimiento de las plantas, amarillamiento o marchitamiento de las hojas basales y en lotes puntuales, la pérdida de ejemplares por mortandad, realidad irreversible”, agrega el informe.
En los lotes de soja tardía el panorama es variable, porque “la ausencia de precipitaciones de importancia y el déficit hídrico sufrido incidieron sobre los cultivares. Un 60 % de los sojales se encontraron en buen a muy buen estado, con buen desarrollo de las estructuras de las plantas y un importante número de ellos, llegó a los cierres parciales o totales de los surcos. Un 25% reaccionó más lentamente, dadas las precipitaciones irregulares o la etapa fenológica en que se encontraban y el 15% restante continuó en situación irreversible, con pérdida por mortandad de plantas, especialmente en los sembradíos con limitaciones edáficas en sus suelos”.
Por su parte, el maíz tardío, “ante la inestabilidad concretada en los distintos departamentos del SEA, el cereal en sus diferentes y variables estados vegetativos, deberían monitorearse fundamentalmente con la finalidad de la evaluación al impacto que tuvieron las lluvias, ya que los maizales continuaron manifestando gran amplitud de estados vegetativos, por lo que se encontraron desde muy buenos o excelentes a malos, incluso en un mismo departamento, situación que se detectó en toda el área de estudio”, advirtió el reporte.