"A los que le gusta mucho la plata hay que correrlos de la política, porque si no terminamos hipotecando la confianza de la gente. Una sociedad para que funcione necesita creer en algo. Necesitamos creer, porque somos el animal más utópico. Cuando yo contemplo cualquier civilización de la historia, lo primero con lo que me topo es con los dioses. Hoy en día, sin embargo, somos cada vez menos religiosos, y aún los que creen viven como si no creyeran. Entonces, ¿en la sociedad moderna en qué vamos a creer?".
La definición, contundente y más clara que el agua, fue una de las tantas que formuló el presidente uruguayo Pepe Mujica en un reportaje del diario español ABC, justo cuando se encuentra recorriendo las últimas instancias de su mandato.
Seguro que al momento del balance, como todo ser falible, la gestión de Mujica sumará elogios, críticas e indiferencias, pero en cambio dejará para el recuerdo, pero mucho más para el ejemplo, una honestidad a prueba de balas. Siguió viviendo en su chacra, se quedó con su viejo auto modelo 1987 y donó el 90 por ciento de su sueldo de presidente, entre otras muchas demostraciones de una austeridad incomparable, que buena falta haría para tantos políticos enriquecidos de la noche a la mañana que por más esfuerzos que hagan no pueden ni cerca llegar a demostrar de qué manera amasaron sus fortunas.
Lo más contundente de sus dichos está en el inicio de la frase transcripta "a los que le gusta mucho la plata hay que correrlos de la política". ¿Cuántos quedarían?, interrogante que puede tener muchas respuestas, a gusto de cada uno, pero seguramente pocos.
Este mismo Mujica es el que dijo -cuando aquí en la Argentina estaba en pleno debate la ley de medios audiovisuales-, que "la mejor ley de medios es la que no existe". Tal cual, pues el único objetivo que persiguen estas leyes, casi siempre bajo disfraces, es poder controlar a los medios y convertirlos en meros instrumentos de propaganda, tal como los tenemos vistos. Un objetivo más que apetecible para los regímenes autoritarios.
Cada uno de los pensamientos del presidente uruguayo, considerado un referente moral en el mundo entero, tiene un contenido valioso, que ojalá se transformara en decálogo para todos los gobernantes. Además, su pasado de tupamaro en los tiempos de la guerrilla, lo llevaron a estar 13 años en la cárcel, un episodio que sepultó en el olvido y que no lo indujo a buscar venganzas ni divisiones entre los uruguayos. Otra de las expresiones, que deseamos compartir, dice: "vivir es enfrentar contradicciones y uno en el vivir va descubriendo cosas. Cuando uno es soldado tal vez no le da a la vida el valor que tiene, porque a la vida se le da valor solo cuando se repiensa, cuando lo que era automático y natural se transforma en conciencia. Entonces uno llega al análisis de que no hay riqueza mayor que la vida, que este milagrito que dura un minuto. Hoy, creo que todas las guerras son injustas. Los que pagan el peor costo son quienes no tienen nada que ver con la guerra".
La gestión es otra cosa, las puede haber buenas, regulares y malas. Lo personal es lo que aquí nos ocupa, pues tiene muchísimo que ver en este tiempo donde lo humano, lo ético y lo solidario parecen haberse convertido en valores de segunda, de escasa práctica en los hechos, en cambio densamente utilizados en la proclama verbal, esa que luego se desvanece frente a la realidad. Rescatamos a este líder uruguayo de 79 años justamente por esos valores, refrendados en la práctica y costumbres, quien aseguró además "vivimos de espalda a nosotros mismos, culpando a Europa y Estados Unidos de nuestros problemas. Es más cómodo culpar a otros". ¿Le suena alguna coincidencia?
Tanta sensatez abruma, más cuando aquí estamos desacostumbrados a este tipo de actitudes, y en este caso nada menos que de un presidente. Quien no tiene ninguna clase de problemas para andar manejando su propio viejo Volkswagen o caminando solo por la calle, incluso metiendo la mano en el bolsillo para atender el pedido de un mendigo.
¿Quieren rehabilitar la política? Entonces menos palabras y miren a Mujica, no debe ser tan difícil seguir sus pasos. Es el mejor espejo.