Notas de Opinión

El mundo y el acuerdo con Irán



En los EE. UU. el acuerdo alcanzado con Irán es considerado un éxito de política exterior por los partidarios de Obama y una muestra de debilidad por sus adversarios. El Presidente estadounidense celebró el acuerdo diciendo que “es hora de un nuevo liderazgo de EE. UU. en el mundo”. Quienes lo ven como un éxito consideran que tras el fracaso en Siria, donde Rusia terminó liderando la solución al conflicto por las armas químicas, el resultado alcanzado favorece al Presidente. Pero cabe mencionar que el acuerdo ha sido logrado no por EE. UU. unilateralmente sino por el G6 -los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad más Alemania-, del que forman parte Rusia y China. Desde esta perspectiva, el acuerdo con Irán se obtuvo por la convergencia entre las potencias occidentales (EE. UU., Reino Unido y Francia) y las que integran el eje de poder alternativo (China y Rusia). Dentro del país, la crítica no sólo comprende a la mayoría de los republicanos, sino también a una minoría de los demócratas y está liderada por los sectores más afines a los intereses de seguridad del Estado de Israel. En la visión de largo plazo del Presidente, en la cual Asia relega a Medio Oriente y pasa a ser la prioridad dado que a partir de 2015 EE. UU. producirá ya más petróleo que Arabia Saudita y Rusia, implica un paso en el repliegue de la región, que se suma al dado con el final de la guerra en Irak. Pero al mismo tiempo se anuncia que quedarán 15.000 soldados estadounidenses en Afganistán durante los próximos diez años. Quizás sea porque este país, aunque es musulmán, se encuentra geográficamente en Asia y tiene importancia estratégica por su ubicación.

Para Europa el acuerdo con Irán tiene menor relevancia estratégica que para EE. UU., pero puede abrir más oportunidades económicas. La UE mantuvo firmes las sanciones económicas a dicho país que fueron impuestas desde Washington, las que incluyeron dejar de comprar petróleo iraní, congelar fondos depositados en bancos europeos y sancionar a empresas que comerciaban e invertían en Irán. Esto llevó a que estas perdieran negocios que fueron tomados por empresas de Rusia, China y otros países del mundo emergente. Para Alemania, el acuerdo ha sido relevante no sólo por las oportunidades económicas que abre, sino porque ha participado en la negociación en el mismo nivel que los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, lo que implica por un lado un reconocimiento a su rol global y por el otro un antecedente respecto al lugar que tendrá en caso de ampliarse dicho organismo. El Reino Unido mostró una posición sin fisuras junto a EE. UU., pero Francia en una fase de la negociación tuvo una posición más dura y coincidió con los reparos de Israel. Mientras tanto Putin visitó al Papa, al mismo tiempo que el gobierno de Ucrania no avanza en el tratado de Asociación con la UE para mantenerse dentro de la órbita rusa, lo que genera una fuerte controversia dentro del país.

El único de los seis países que negociaron con Irán -que está en Asia- es China, al mismo tiempo escaló el conflicto con Japón por las islas deshabitadas en el Mar Oriental. Mientras Rusia juega un rol activo como potencia global, China prefiere concentrarse en su propio continente, donde ve a la presencia militar de EE. UU. como un límite al ejercicio de su soberanía. La normalización de relaciones entre Irán y la comunidad internacional es vista por Pekín en el corto plazo más como una ventaja que como una desventaja. Es que su interés estratégico es poder abastecerse de petróleo al mismo tiempo e Irán y Arabia Saudita, los dos polos del conflicto que en el mundo musulmán enfrenta a shiítas y sunnitas, es lo que determina la política china en Medio Oriente. Tras la reunión del Partido Comunista Chino que ratificó la línea de apertura económica con autoritarismo político, el gobierno estableció su control aéreo sobre una porción del Mar Oriental, que va desde Taiwán hasta Corea del Sur. Este territorio marítimo incluye las islas deshabitadas en disputa con Japón, que las llama Senkaku, mientras que el nombre en chino es Diao-Yu. La cancillería japonesa reaccionó con energía llamando a su embajador en Pekín y el primer ministro Abe -más nacionalista que su predecesor- dijo que la situación era “extremadamente peligrosa” y la consideró un “cambio unilateral del statu quo”. El gobierno chino expresó su “profundo descontento” frente a estas declaraciones y las calificó de “irresponsables”. Kerry también manifestó la “profunda preocupación” de su país. Es que EE. UU. tiene garantías de seguridad con Japón, Corea del Sur y Taiwán en caso de un conflicto con China. Otros conflictos similares mantiene China con Vietnam y Filipinas.

En Medio Oriente, el acuerdo sobre el desarrollo nuclear de Irán parece tener vencedores y vencidos. Así como los partidarios de Assad en Siria celebraron el acuerdo para la destrucción de las armas químicas gestado por Putin como una victoria, así lo han considerado ahora los iraníes, que dieron a sus negociadores una recepción triunfal. Irán se ha comprometido a reducir su producción de uranio pero no a suspenderla y ello genera las críticas de Israel y las monarquías del Golfo, que ven a Irán fortalecerse económica y políticamente con este acuerdo y que también favorece a Assad, dada su alianza con Teherán en el marco el Islam chiíta al cual pertenecen los dos gobiernos. Arabia Saudita -que semanas atrás se negó a integrar el Consejo de Seguridad alegando su inefectividad- ve con malos ojos el acuerdo y lo interpreta con una manifestación estratégica de su país frente a la autosuficiencia energética que está adquiriendo EE. UU. por el Shale Gas. En la misma situación se encuentran las demás monarquías del Golfo, gobernadas todas por sunnitas. Netanyahu también ha planteado sus críticas al acuerdo.

En Africa, Egipto no ve bien el acuerdo que fortalece a Irán y en América Latina a Venezuela y los países del ALBA, también aliados de dicho país musulmán. El gobierno egipcio, que persigue a la Hermandad Musulmana, teme que Irán ahora pueda apoyarla más abiertamente y por esta razón comparte los reparos de las monarquías sauditas que lo han apoyado económicamente. Frente al apoyo del gobierno turco a la Hermandad Musulmana, Egipto retiró su embajador en Ankara y expulsó al turco del Cairo. Cabe mencionar que Irán y Turquía son países musulmanes no árabes y que esto también influye en los complejos conflictos que tienen lugar en Medio Oriente y el norte de Africa. El acuerdo con Irán puede permitirle dar cierto apoyo económico a Venezuela, su aliado en América del Sur, y tener una relación más plena con los demás países del ALBA que han firmado diversos acuerdos de cooperación con el gobierno chavista.

En conclusión: en EE. UU. el acuerdo con Irán es considerado un triunfo por los partidarios de Obama, pero es criticado por la mayoría de los republicanos y una parte de los demócratas; desde la perspectiva europea, abre posibilidades de negocios e inversiones en Irán -los que estaban suspendidos por las sanciones- y ha puesto en evidencia el rol global que comienza a tener Alemania; en Asia sólo China participó en la negociación con Irán, cuando la potencia asiática escala el conflicto por límites marítimos con Japón, que inevitablemente involucra a EE. UU. por ser aliados militares; en Medio Oriente el acuerdo fortalece a Irán y sus aliados -como Siria- frente a los países del Islam sunnita liderados por Arabia Saudita y a Israel, que lo cuestiona abiertamente y en Africa, para Egipto -que escala el conflicto con Turquía- el acuerdo también favorece a Irán y en América Latina sus aliados, encabezados por Venezuela, se ven beneficiados.

 

Autor: Rosendo Fraga

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