Notas de Opinión

El negado ajuste

Volvió la presidenta Cristina Fernández, luego de esta ausencia de una veintena de días en la cual fue operada de tiroides, que nadie sabe con certeza si era en realidad necesaria, luego del falso positivo que dejó en evidencia una sucesión de hechos bastante extraños, y además muy mal informados. Tras verla en acción, es la de siempre, nada ha cambiado. Aunque ya hubo y habrá más aumentos a partir de febrero -fecha en que caen los subsidios- en la luz, el gas, el agua, el transporte y posiblemente el combustible, eso puede llamarse cualquier cosa, menos ajuste. Es mala palabra. Aunque, si durante años dejaron caer las tarifas y ahora no hay más plata que alcance, la actualización no hay otra manera de llamarla que ajuste, aunque no guste o recuerde otros tiempos y otros gobiernos.

Aunque en realidad, no se privó de repasar ninguno de los temas que estuvieron en la cresta de la ola durante su convalecencia. Críticas hacia los cuatro costados, las petroleras, los gremialistas, los ambientalistas -con implícito aval a Famatina-, los medios hegemónicos, Malvinas, y de paso la baja al 6,7 del desempleo. Un cóctel muy bien surtido.

Algo más que dejó como conclusión esta ausencia, fue saber en quienes Cristina realmente deposita su confianza, sobresaliendo su hijo Máximo -que aparece como el continuador del apellido Kirchner- y de Guillermo Moreno, quien por su multiplicidad de facetas, incursionando en todas las áreas, bien podría decirse que les pasó el trapo a todos. Está claro que no es fruto de decisiones propias, sino de simple ejecutor de las órdenes de la Presidenta, pero sobrepasó las áreas de Lorenzino, De Vido, Timmermann, Giorgi y del mismo vice Boudou. Bajo su batuta impuso límites a las importaciones, frenó la circulación del dólar, les "sugirió" tasas a los bancos, controló y autorizó precios, y hasta se hizo cargo de la distribución de papel a los diarios -donde con apenas estas primeras medidas se ven ya algunos desatinos, como autorizar 20.000 toneladas para importar cuando son necesarias 30.000-, ocupándose además del manejo del Indec, del Mercado Central y seguir combatiendo a los grupos periodísticos hegemónicos. En fin, de casi todo. Una super concentración que también permite concluir, volviendo a los niveles de confianza, que Cristina la deposita en muy pocos. Los dedos de una mano sobran para la cuenta.

Lo cierto es que todo vuelve a la normalidad, aunque sea sólo una manera de decir, pues las condiciones que se vienen marcadamente diferentes a las que tuvo la administración kirchnerista desde 2003 a la fecha. Veamos: por esas condiciones mágicas que suelen tener los economistas, mientras desde el gobierno presentaron un cierre de cuentas "espectacular" con 5.000 millones de pesos de superávit, la Asociación Argentina de Presupuesto y algunas consultoras en cambio, sostienen que hubo un  rojo de 37.000 millones y que sin contabilizar las transferencias desde el Banco Central y de la ANSES, se llegaría a 59.000 millones de pesos. Una situación inédita para el kirchnerismo, que por primera vez cerró un ejercicio con déficit, si nos atenemos a estos últimos datos.

Pero más allá de esta numerología, todas las medidas que se están implementando y otras en gestación, apuntan a un drástico recorte de gastos. Es decir, lo que siempre se llamó ajuste, pero que ahora se trata de evitar por los malos recuerdos que trae, incluyendo además un techo a los aumentos salariales, con todo el vendaval que ello supone, y además con recortes de ingresos a unos 300.000 empleados públicos, lo cual nada tiene que ver la quita del 13% que había hecho De la Rúa, sino que se trata de adicionales, horas extras, viáticos y complementos producto de ingeniosas maniobras, que en gran medida respondieron a la creatividad de los legisladores para tener suculentos ingresos sin que se entere abiertamente la gente. Otros, ni lerdos ni perezosos, prestamente los copiaron.

Todo parece estar indicando que el sueño consumista está llegando a su  fin, y que de ahora en adelante las condiciones serán bastante diferentes. Es que los problemas que se venían advirtiendo, y que sistemáticamente fueron negados desde el gobierno, o bien maquillados para hacerlos pasar lo más desapercibido posible, ahora están en la superficie de la realidad y deben ser afrontados. E inevitablemente, cuando los recursos escasean, se deben ajustar las cuentas. Eso es lo que está haciendo el Gobierno, con el corte de los subsidios por ejemplo, que tendrán -especialmente con las boletas que lleguen desde febrero en adelante- un fortísimo impacto, aunque por ahora todo el esfuerzo provendrá del bolsillo de la gente. Sería bueno, y además muy positivo para encolumnar el esfuerzo, que también el Estado haga su propio ajuste, ya que en el presupuesto de este 2012 en lugar de ajustarse el cinto aumentó sus gastos 33%. Y sólo por ahora, pues como tiene absoluta libertad de direccionamiento de partidas, puede ser ampliado en caso de necesitarlo.

Un dato muy concreto es que en este corto tramo del 2012 el Gobierno ha comenzado a pagar vencimientos de deuda con dólares que directamente el Tesoro absorbió en el mercado, esos mismos que ya no puede comprar la gente que busca proteger sus ahorros con la divisa estadounidense. Es que en el Banco Central ya no existen reservas de libre disponibilidad, las que se definen por el nivel de base monetaria y la emisión, la cual vino teniendo un ritmo vertiginoso, siendo de paso, uno de los factores motorizadores de la inflación. Otro tarro de los que se rascó el fondo, como la ANSES, el Banco Nación, el PAMI y todo organismo a los cuales se echó manos a sus recursos. 

Está claro que viene otra etapa, de menos disponibilidades. La cual requerirá de una alta dosis de ingenio para timonearla.

Autor: Roberto Actis

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