¡Qué discurso se mandó la Presidenta el jueves en la Bolsa de Comercio! Una joyita. Pero claro, como se ha hecho costumbre en esta clase de alocuciones, siempre quedan más dudas que certezas, algunas bastante gruesas. Todo el relato que hizo en esa extensa cita de números, ¿habrá sido en realidad sobre la Argentina? Es que, a medida que avanzaba iba quedando la impresión bastante precisa que aquí no tenemos ninguna clase de problemas, y que todo anda sobre rieles -mientras no sean del Sarmiento-, en tanto el mundo, en sentido absolutamente inverso, atraviesa por una debacle.
En esa casi hora y media del mensaje, se soslayaron algunos aspectos centrales, como por ejemplo la caída notable de la construcción -la mayor de los últimos 10 años-, el retroceso de la industria, la drástica merma en la producción de automóviles -15% en lo que va del año-, la escasez de recursos que muestra una balanza fiscal deficitaria y una comercial que logra sostenerse por las restricciones impuestas a las importaciones -lo cual, con doble efecto, está impactando negativamente en la producción local por la falta de insumos-, además de un cepo al dólar que provocó un verdadero desquicio en algunas actividades, como la inmobiliaria, pero mucho más trascendente en la restricción de las libertades y derechos individuales. En este tema la situación se pone cada vez más comprometida, y no estamos hablando sólo de la posibilidad de comprar dólares, sino que tal como avanza, estamos yendo hacia un callejón cada vez más complicado poder salir del país. Casi, una cubanización del sistema.
Se trata, apenas, de algunos de los indicadores más visibles, entre muchos que muestran una realidad absolutamente distinta a la que se esforzó por describir la presidenta Cristina Fernández, sin dejar de admitir que hubo aspectos rescatables en sus dichos, pero insuficientes para desembocar en esa visión rosa que se trata de imponer con esta clase de narraciones, casi siempre diferentes a la realidad.
Pero además, otra vez en el relato estuvo ausente el ingrediente fundamental -el actor protagónico de esta historia-, la madre de todos los problemas, como es la inflación. Directamente se ignora, cuando en realidad habría que partir de ese punto. Resulta por otra parte, el más contundente impuesto a la pobreza, pues es donde mayor poder de impacto de deterioro tiene, siendo la más categórica de las contradicciones entre lo que el gobierno dice y hace. Es que mientras se proclama como el gran objetivo la redistribución de la riqueza y la inclusión, se deja que el flagelo inflacionario se deslice como pancho por su casa, insistiendo con algunas metodologías que han fracasado estruendosamente, ensayadas por un Moreno que, a esta altura, no resulta exagerado compararlo con un elefante dentro de un bazar.
Para tener una idea aún más clara de la relativa importancia que el gobierno le otorga a la inflación, aunque al menos aquí tenemos el alivio que no la ignora, acudimos a las recientes declaraciones del ministro del área Hernán Lorenzino, sosteniendo que los dos temas que hoy se llevan la prioridad son el crecimiento y el empleo, sin dudas clave, pero secundarios respecto a la inflación. Es que sin ella, prácticamente todos los problemas se irían resolviendo como por arte de magia, pues el salario -poco o mucho- sostendría su poder adquisitivo, volvería la posibilidad del endeudamiento a largo plazo, se terminaría la alocada carrera tras el dólar. En fin, podría considerarse un retorno a lo que entendemos por normalidad.
De todas maneras, existen muchas cuestiones por decir. Es que, después de 9 años de crecimiento sostenido, salvo algunas breves interrupciones, se esté dependiendo de una buena cosecha y del fracaso de otros en igual sentido -la sequía en Estados Unidos por ejemplo-, además de la recuperación de la economía de Brasil, para encontrar una tabla de salvación, no habla muy en favor de las bondades del modelo, ni tampoco de las políticas implementadas, que a esta altura ya deberían contar con sus propios elementos de resguardo.
Así las cosas, el diálogo sigue brillando por su ausencia, invariablemente reemplazado por la confrontación, sin indicios de cambio. Lo cual, a esta altura de las circunstancias no resulta muy promisorio que digamos.
Expresado todo esto sin ánimo de identificación con ninguna de las "cadenas" puestas en boga desde ambos extremos, sino, apenas una de las interpretaciones que puede hacerse de la realidad que nos rodea.