"El que apuesta al dólar pierde", de Lorenzo Sigault siendo ministro de Economía durante la dictadura militar por entonces con la presidencia de Viola, dicho justo antes de una devaluación. Y "el que depositó dólares, recibirá dólares", de Eduardo Duhalde al hacerse cargo de la presidencia en 2002 luego de la inestabilidad institucional que nos llevó a ver desfilar cinco presidentes en una semana por la Casa Rosada, fueron dos frases emblemáticas que se incorporaron a la historia de mentiras y frustraciones con la cual siempre, invariablemente, se hicieron pagar los desaciertos algunas veces, y los espúreos negociados en muchísimas otras, con el sacrificio y empobrecimiento de la gente.
No decimos que en este momento ocurra lo mismo, pero la gente duda y tiene razones más que suficientes para hacerlo. ¿Por qué extraña tanto que quien tenga algún sobrante quiera asegurarlo en dólares? Desde el gobierno insisten con pesificar la economía, poco menos que borrando de nuestro mapa casero a esa moneda, pero simultáneamente se conocen las declaraciones juradas de los funcionarios del gobierno nacional, y desde la misma presidenta Cristina Fernández -con más de 3 millones depositados en plazo fijo-, pasando por el canciller Timerman, el vice Boudou, el ministro De Vido, el jefe de la AFIP Echegaray y hasta el mismísimo Aníbal Fernández -con desopilantes declaraciones esta semana-, entre muchos otros, tienen buena parte de sus ahorros en dólares. ¿En qué quedamos? ¿Con ejemplos como estos se pretende imponer hay que manejarse con pesos y no con dólares?
Hoy, quien trate de comprar algo de dólares, aunque sea una muy pequeña suma, es poco menos que calificado de antipatria, golpista, defensor del imperialismo y vaya a saber cuántas más de esas adjetivaciones que quedaron en las tinieblas de los años ´70 y que ahora recobraron actualidad, pero que no las creen ni siquiera quienes las dicen, sino que no hacen otra cosa que repetirlas como loros. ¿Desestabilizador el pobre fulano que busca comprar 100 o 200 dólares? cuando en realidad lo único que está haciendo es dar a sus ahorros una seguridad que no encuentra en el peso. Nada más que eso, y además, seguramente dentro de muy poco volverá a cambiarlos para comprar algo que le está haciendo falta en la casa, o tal vez cambiar el auto. Pero todo, bien pronto, vuelve al mercado del consumo.
Nos parece bien en cambio el control de los dólares girados al exterior, de quien compra y no puede justificar el origen del dinero, pero esta casi desesperada búsqueda con gendarmes, cercos y controles por doquier, y hasta perros olfateando valijas, es más producto de la improvisación que otra cosa. Mal, regular o bien, siempre debe existir un orden, una organicidad en los procedimientos. Lo que ocurre hoy no lo sabe nadie, todo parece ser producto del humor de cada mañana. Hubo casos en que la AFIP le aprobó a alguien una pequeña compra por la mañana, y por la tarde ya lo había borrado de un plumazo. ¿Qué parámetros se tienen en cuenta? Un misterio total.
Pero en realidad, ¿por qué ocurre toda esta vorágine del dólar? La explicación es muy sencilla: la inflación. No hace falta retroceder demasiado, en este mismo período del kirchnerismo en el gobierno, en su primera parte hasta 2006 cuando Kirchner era presidente, no había inflación y nadie corría a comprar dólares. Ahora, con inflación entre 25 y 30 por ciento anual, quien tiene algo de sobrante mensual, ¿en qué lo asegura? Ni siquiera el archikirchnerista Roberto Feletti pudo explicarlo, pues deslizó tímidamente "plazo fijo", pero enseguida pareció arrepentirse, pues no era la respuesta esperada de un economista. Y no vengan con títulos, bonos, invertir en la bolsa o comprar oro. El laburante que sabe poco y nada de eso -que además le espanta- y que le sobran unos pocos pesos cada mes, no tiene otra opción que el dólar.
Pero esta posibilidad le fue quitada por el gobierno, que ahora bate el parche de la pesificación, que en realidad no está mal, pero para imponerla se debe partir de una base elemental: que no haya inflación. Y en tal sentido se está haciendo poco y nada. Es que el gasto público sigue creciendo como bola de nieve, y también la emisión monetaria: Piden esfuerzo pero no dan el ejemplo, casi igualito como hacen con sus depósitos en dólares. O tal vez debamos recordar cuando la Presidenta defendió la compra de 2 millones de dólares que había hecho su esposo ex presidente, un par de días antes que la divisa pegara un salto, con el justificativo que era para comprar uno de los dos hoteles que la familia tiene en El Calafate, en los cuales las tarifas son en dólares por supuesto.
Una sugerencia interesante a la presidenta Cristina, sería que organice una cruzada al estilo cuando el intento por eliminar los subsidios, y la encabece cambiando sus 3 millones de dólares a 4,40 y los deje en las arcas del Tesoro ya que tanto los necesita. Sería un paso más que positivo para el lanzamiento de la pesificación, más cuando en la semana acusó de avaricia a los chacareros bonaerenses.
Queda entonces por develar, además de lo expuesto, ¿es realmente sincero el intento oficial de pesificar la economía o sólo una maniobra porque es el propio gobierno quien necesita quedarse con los dólares?
Por nuestra ciudad acaba de pasar el economista Miguel Kiguel, siendo categórico: "nadie piensa tener sus ahorros a largo plazo en dólares". Esa es la realidad, si el gobierno pretende imponer la ficción, es otra cosa.