Siete de cada diez personas no creen que la muerte del fiscal Nisman se aclare. Así lo dicen las encuestas, siendo un dato realmente revelador sobre este caso que viene concentrando todo el interés en las dos últimas semanas. Incluso, alcanzando una repercusión tal que es probable que haya superado el nivel de preocupación que significan la inseguridad y la inflación, dos aspectos que impactan más directo en el diario vivir de la gente. La vida primero, el bolsillo después, siempre han sido dominantes, teniendo una acentuación estos últimos años justamente por el mayor impacto producido, aunque esta vez, si bien se desconoce por cuanto tiempo, hayan sido desalojados del sitial por un tema institucional, que puso en la superficie todo un conjunto de ineficiencias, confusiones, cambio de roles, funciones e incertidumbres, que no hubiesen salido tan bien de haber sido programadas, algo que debe decirse, pues muchos sospechan que sea de esa manera.
Cámaras que no funcionan, filmaciones borrosas, registros de entrada y salida del edificio adulterados; ausencias y gravísimas fallas en la custodia; presencias indebidas en la escena del crimen -como la de Sergio Berni, secretario de Seguridad- disponiendo con mayor autoridad que la del fiscal e incluso el propio juez; errores de procedimiento notables como no tomar declaración a los residentes del edificio, ni tampoco secuestrar los teléfonos móviles de quienes estaban en el lugar desde antes de la comprobación de la muerte de Nisman; la persistente difusión de datos falseados, incluso insistiendo con los mismos desde el área presidencial y de inmediato repicados por los acostumbrados voceros del gobierno.
Esos fueron y es probable que sigan siendo todavía por un tiempo, algunos de los ingredientes principales para generar, en algunos casos involuntariamente pero en muchos otros con toda premeditación, una atmósfera de confusión que provoca en primer lugar incredulidad, pero también mucha desconfianza en todo el sistema y en muchos de los responsables. Por eso, que el 70% de la gente crea que el caso Nisman nunca será esclarecido y seguirá la suerte de tantos otros de magnitud, no debe extrañar a nadie. Es lógico que así suceda.
Claro, que aún con todo lo visto, oído y escuchado, todavía queda mucho por conocer. Es que el núcleo central, el de partida de todo este horrible episodio que le colgó un crespón negro a la Argentina, es la denuncia de encubrimiento que Nisman hizo contra la presidenta Fernández, el canciller Timerman, el diputado Larroque y los piqueteros D´Elía y Esteche. Eso no murió con Nisman, se encuentra ahora en poder del juez Ariel Lijo y habrá que ver cómo se irá desarrollando en el futuro. Puede ser algo inmediato o bien que el nuevo magistrado se tome sus tiempos, algunos sostienen que podría ir más allá de diciembre, dejando atrás elecciones y recambio de gobierno. Todo es cuestión de esperar, tal vez no demasiado.
Además de las nuevas pruebas y evidencias que se vayan sumando, por delante lo que genera la mayor expectativa es la anunciada conferencia que dará Luis D´Elía, quien aún no siendo miembro del gobierno, en las escuchas telefónicas conocidas se comporta como si lo fuera. Sus dichos no constituyen un delito, pero en cambio tienen un impacto político tremendo, pues dejan constancia de una diplomacia paralela a la oficial del gobierno.
El piquetero, encendido defensor y militante del gobierno, buscó zafar de sus dichos respecto al conchavo de barras brava de All Boys, cuando allí se hizo un acto del que participó el presidente venezolano Nicolás Maduro. Pese haber dicho sobre ellos "se portaron bien", aclaró luego en una red social que habían sido pagos para limpiar los baños y presentar las instalaciones en condiciones para el acto.
De todos modos, esto sólo puede ser la punta del iceberg, ya que nadie sabe a ciencia cierta qué es lo que revelan las 5.000 horas de escuchas telefónicas. Si el fiscal fallecido se arriesgó a tanto, por algo tiene que haber sido. Ahora habrá que escuchar a D´Elía qué tiene para decir, y después, aguardar lo que disponga el juez Lijo. Bien podría decirse que es el momento piquetero de este espinoso asunto.
En tanto el mundo sigue andando y siempre hay algunos adicionales, que en este caso no tienen desperdicio. A saber: el candidato de la presidenta para la Corte Suprema en lugar de Zaffaroni, Roberto Carlés, un joven de 33 años presentado con todos los pergaminos, tiene un pasar bastante cómodo: es asesor del Senado, nombrado por el vice Boudou, con un haber de 30.000 mensuales. ¿Qué asesora? pues a quienes deben hacer el mantenimiento del edificio en que funciona ese cuerpo legislativo. Y además, al estilo Reposo, parece que hubo falseamiento de datos en su currículum. Mientras que por el otro costado, en Diputados, en medio de todo este fárrago se designó el Día Nacional del Mate. ¡Aleluya!