Notas de Opinión

Encrucijada económica ¿e institucional?


Pocos días atrás, en su primera exhortación apostólica formal, "Evangelii Gaudium" el Papa Francisco nuevamente fue contundente: "La política tan denigrada, la idolatría del lucro, la desigualdad y la economía de exclusión matan" añadiendo: "El mundo necesita de políticos a quienes les duela de verdad la vida de los pobres".

Los costos diferidos por el proyecto nacional, popular y progresista, se están traduciendo en una incógnita inquietante respecto de inversiones, empleo, disponibilidad energética, valor de bienes/servicios, consumo, cotizaciones salariales (2014), monetarias y bursátiles ligadas a esquemas de corrupción política y económica como ausencia de seguridad

jurídica y de claras reglas de juego.

Nuestra economía y nuestras empresas en general, atravesaron un modelo de cooptación, alineamiento y representación irresponsable de subsidios clientelares e ineficiencia impunes. A nivel individual, el patrón consiste en la especulación y el lucro, reflejado todo ello por un sistema de valores o perfil axiológico profundamente desequilibrados.

Esta performance económica vernácula rechaza de hecho la clave ciudadana respecto que, todo desempeño económico/empresarial tiene las más profundas imbricaciones ciudadanas (no populistas) y, por ende, máxima responsabilidad social.

Como se podrá advertir, lo peor de todo se encarnaría en una inevitable crisis del desarrollo humano que, para impedirlo o mitigarlo, cuantimenos, urge sumar insumos éticos, solidarios y democráticos en la gestión, en la

planificación estratégica y en los logros tanto de las empresas estatales o mixtas como de otras privadas y/o individuales.

Ante la altura y envergadura de la crisis, si como parece, solo el jefe de gabinete Jorge Capitanich junto al ministro de economía Axel Kicillof monopolizaran las medidas, estas podrían traducirse en eufemismos (o atajos) de ajustes diseñados para reactivar -como sea- inversiones internas/externas, crecimiento económico y estabilidad monetaria pero

posponiendo el mejoramiento real y duradero de niveles básicos en la calidad de vida general como, escandalosamente, aquellos de los segmentos humanos lindantes en la indigencia.

Ahora bien, situarnos solo en la censura de tales eventuales escenarios no basta. Con premura deberemos mancomunar dichas medidas integrando sus objetivos al bienestar social dado que la resiliencia socioeconómica ciudadana también tiene su límite y, ahora mismo, ya no debemos continuar prescindiendo de tensegridades humanas asociativamente creativas en línea con la exhortación papal que aglutinen, amalgamen y comprometan a todos los actores y sectores de la comunidad nacional.

Así pues, una primera condición para disminuir el enorme costo social del proceso de reconversión y ajuste en ciernes, es la democratización y moralización del diseño y de la ejecución de una política económica más ecuánime, equitativa y realista que no excluye sino implica recuperar  subsidios inequitativos, desvío de fondos, enriquecimientos ilícitos, etc., todo lo posible.

Finalmente, esto es lo menos que se debe exigir a cualquier gobernante y, si no quieren o no pueden o no saben u, obedecieran sólo a su especulación política personal, pues que declinen cuanto antes, patrióticamente, su tremenda responsabilidad institucional en esta ridículamente crítica y absurda hora argentina actual ya que, hasta ahora, los truenos son para los pobres (¿o empobrecidos?) en tanto las lluvias y lloviznas son ajenas.

Autor: Roberto F. Bertossi

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