Después de una semana de cortes eléctricos no programados ni justificados, una afligida e indefensa comunidad de usuarios se ve perjudicada de mil maneras ante un ENRE abstracto e impotente. A todo esto, el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich salió con otra bravuconada pública sobre EDENOR y EDESUR (¿Edelap?) profiriendo: "Si no están dispuestos a cumplir con el servicio, nosotros estamos dispuestos a hacernos cargo del servicio".
Pero resulta ser que ya a principios del mes de febrero de este 2013, el Gobierno nacional reconocía las irregularidades e ineficiencias crónicas que presenta el servicio público de energía eléctrica cuando Julio De Vido admitía de manera explícita que hubo unos 2.000 cortes de luz sólo en el área del Gran Buenos Aires.
Si bien el ministro de Planificación salió a reconocer entonces esa cifra de afectados -infinitamente inferior a la real-, terminó culpando en dicha oportunidad a otra (previsible) ola de calor. Más allá de fastidiosos padecimientos de los usuarios argentinos, queda en evidencia una total incapacidad de previsión respecto de elementales tendencias ecológicas y demográficas, así como una plena desaprensión respecto de esenciales programas de inversión para mantenimiento y expansión, tanto como de obvios planes de contingencias.
¿Cómo no defender una confiable disponibilidad eléctrica sin envalentonar a sus verdugos?
Sino de qué se trata esta bastarda persistencia decenal de subsidios tan injustos e inequitativos como insostenibles -propia de una asignación espantosa de recursos con fines electorales/populistas- cuando dichas cifras cuantiosas de dinero público debió asignarse a inversión, expansión y consolidación de un sistema eléctrico federal.
De ese modo se alimentan, explican, multiplican y predicen protestas diversas de ciudadanos y contribuyentes, cansados y agobiados por tanta anomalía y mancillamiento de su dignidad humana.
El Estado nacional debió desarrollar y financiar todas las políticas públicas necesarias para asegurar la atención de este vital servicio eléctrico a todos aquellos hogares, comercios y empresas donde este suministro atraviesa crisis recurrentes súbitos cortes prolongados, pérdidas materiales, inutilización de frutos y productos perecederos, cadenas de frío rotas, lucros cesantes, reclamos de vecinos usuarios en general pero, singularmente, aquellos enfermos y, de entre estos, los enfermos crónicos, oncológicos, dializables, nebulizables; niños y ancianos que habitan edificios altos, etc.); todas las cuales entre otras anomalías, ya se traducen en una constante negativa con un empeoramiento interanual.
A todas luces, será irrazonable esperar otro enorme estrago eléctrico con sus perjudiciales consecuencias como sucedió con el "apagón" de febrero de 1999, que originó la sanción y promulgación de la ley 24.999 (defensa del consumidor, daños y perjuicios) o el más reciente de noviembre de 2012, que derivó en otra sanción millonaria a las empresas Edenor y Edesur.
Finalmente, la ausencia irresponsable de planificación e inversión en infraestructura eléctrica, como la ineficiencia y complicidad del Ente Nacional de Regulación Eléctrica (ENRE), evidencian, harto repetidamente, las peores similitudes entre las dos décadas eléctricas anteriores con los tiempos presentes, plagados de ridículos e inaceptables padecimientos eléctricos.