Preocupa en el ámbito de la docencia la falta de concursos para cubrir cargos de supervisión a nivel provincial. Más allá de las titularizaciones que se han dado en otros niveles educativos, un manto de silencio impera a la hora de hablar de concursar para este cargo que hoy se encuentra ocupado predominantemente por reemplazantes.
En los pasillos educativos transita la idea que el Ministerio de Educación pretende prescindir de los servicios de estas autoridades encargadas de controlar, coordinar y orientar las actividades educativas en las escuelas; quienes además son el nexo entre las instituciones (y las necesidades que éstas presentan) y la cartera educativa. La tarea del supervisor, bien entendida, implica tener una mirada global de la realidad educativa de la sección a cargo, promoviendo acciones integradoras entre instituciones de contextos similares o generando espacios de intercambio entre realidades distintas que pueden ser enriquecidas mutuamente. Tarea importante, pero que a la vista de las circunstancias actuales no parece ser bien vista por las autoridades ministeriales.
“La ministra opina que se debe descartar la carrera a supervisor”, salió a declarar en un programa radial la propia delegada del gremio local, Ana Minetti. Otros aseguran haber escuchado de boca de la propia Elida Rasino “que la docencia termina en la Dirección” y que los supervisores no serían necesarios. Algunas experiencias reales reforzarían esta teoría; como por ejemplo que el Ministerio de Educación en algunas ocasiones “puentea” a los supervisores comunicándose directamente con las escuelas solicitando o transmitiendo información sin que éstos se enteren. Es más, en algunos casos son los propios docentes los que terminan informando a sus superiores inmediatos. De esta manera, la “vía jerárquica” hoy aparece desestimada por los mismos que en otro momento la impulsaban. De ser así, podemos preguntarnos: ¿qué puede haber detrás de esto? ¿Por qué molesta al Ministerio la presencia de los supervisores en el sistema educativo?
Cabe aclarar que un supervisor es la máxima categoría a la que puede llegar un docente por sus propios méritos; esto es, a través de un concurso donde se evalúe la experiencia y la capacidad del profesional. Los cargos que superan esta categoría, ya son de índole político, designados a gusto y “piaccere” por el funcionario de turno, y por ende fácilmente removibles. ¿Querrán reemplazar a los supervisores por cargos políticos que puedan ser sustituidos sin inconvenientes? ¿Necesitarán en esos cargos empleados que dependan del poder de turno y no profesionales de carrera? ¿Precisarán simples ejecutores de órdenes que no interfieran y no personas pensantes que cuestionen la realidad?
Un educador cuando llega a la supervisión es porque ha recorrido un camino en la docencia que le permitió adquirir experiencia y conocimientos dentro del sistema educativo. Cuestión que le posibilita saber de qué se trata, cuando se habla de educación; entendiendo la realidad en que se encuentra inmerso. En contraste a esto aparecen muchos “especialistas” contratados que asesoran en charlas, cursos o perfeccionamientos ministeriales, cuya realidad se circunscribe a una confortable oficina. Por todas estas razones me pregunto, ¿estarán pensando en escuelas sin supervisores? ¿Qué sucederá con los docentes que hoy ocupan esos cargos? ¿Por qué no se les da certeza si continuarán o no con su tarea? ¿Por qué no “blanquea” realmente sus intenciones el Ministerio de Educación y expresa lo que efectivamente quiere hacer? Sino, de esta manera se está manteniendo un doble discurso: por un lado se sostiene a los supervisores desde las palabras, pero desde la práctica no se los tiene en cuenta, se los relega a un segundo plano y se les provee un futuro incierto.