Por Nicolás Tereschuk
(Especial para NA)
Una señal de que un paradigma comienza a agrietarse
ocurre cuando quienes realizan una clara defensa del orden de las
cosas tal como han sido esta el momento comienzan a sostener
posiciones que hubieran sorprendido tan sólo algunos años atrás:
algo así ocurrió hace pocos días cuando el gobernador del Banco de
Inglaterra, Mark Carney, advirtió sobre los altos niveles de
"desigualdad" y convocó a poner en marcha "una globalización que
funcione para todos".
"Para que el libre comercio beneficie a todos requiere alguna
redistribución", señaló Carney, luego de advertir que se "una
globalización que funcione para todos" es la única forma de atacar
las "causas más profundas de un débil crecimiento, una más alta
desigualdad y creciente inseguridad".
Que nada menos que el jefe de la autoridad monetaria británica
ponga en su boca frases de este tipo no deja de llamar la atención
y es una señal del enorme sacudón que vive el mundo desarrollado
en términos económicos y sociales, lo que a nivel político se
traduce en la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, el Brexit
y una (extrema) derecha francesa que acecha.
Claro que Carney se ocupó, durante una presentación en la John
Moores University, de Liverpool, de dejar a salvo su trabajo:
aseguró que la política monetaria ultra-expansiva de los últimos
años en las islas británicas luego de la crisis financiera de 2008
salvaron a la economía local.
Dicho esto, trazó un panorama crudo de la situación que se
percibe, al menos desde el Londres en la era del "Brexit":
advirtió que el Reino Unido vive su "primera década perdida desde
1860".
Carney no dejó de recordar que por esos años de "crecimiento
cero" y de destrucción de empleos en medio de la Segunda
Revolución Industrial, Karl Marx concurría a la Biblioteca
Británica para delinear su obra más influyente.
En resumidas cuentas, el banquero central defendió tanto el
saldo que deja la globalización -señaló que en los últimos 40 años
un tercio de la humanidad se integró a la "fuerza de trabajo
global" como las principales líneas de la política monetarista
"mainstream" pero advirtió que la situación entra en una nueva
etapa de amenazas.
"En las décadas recientes, mientras que la desigualdad global
ha caído marcadamente, se ha vuelto más alta que nunca en la
mayoría de las economías avanzadas. En los países anglosajones, la
porción del ingreso del 1 por ciento más rico ha aumentado
notablemente desde 1980. Hoy en día, en los Estados Unidos, el 1
por ciento más rico de los hogares recibe el 20 por ciento del
ingreso total", enfatizó.
El análisis siguió con dureza, al advertir que en los países
centrales la gente no "siente" los beneficios de la globalización,
sino que la asocia con "bajos salarios, empleo inseguro,
corporaciones sin control del Estado y desigualdades
impresionantes".
"En la pasada década, los ingresos reales de las personas han
crecido al ritmo más lento desde mediados del Siglo XIX", admitió
además Carney.
Para el economista, "la combinación de mercados abiertos y
tecnología significa que las ganancias en un mundo globalizado
amplifican las recompensas de las 'superestrellas' y los
suertudos" y se preguntó qué pasa en ese contexto con los
"frustrados y atemorizados".
Lo que amenaza a Europa y Estados Unidos es una salida
desordenada de la globalización, un cierre de las fronteras y del
comercio al que consideró como una posible "tragedia" y de ahí su
crudo llamado a realizar cambios "de fondo".
"Para que el libre comercio beneficie a todos requiere algo de
redistribución", indicó Carney, quien -más en el idioma del Papa
Francisco que de un hombre de la city londinense con un traje de
lujo hecho a mano- agregó: "necesitamos movernos hacia un
crecimiento más inclusivo donde todos obtengan una parte de la
globalización".
En ese contexto, instó al G20 a lograr que "las pequeñas y
medianas empresas" participen del "libre comercio global" y a
adoptar nuevas reformas que hagan a los ciudadanos de los países
desarrollados "sentir" los beneficios del capitalismo.
También sostuvo que "la redistribución y la justicia significa
que baje la marea para las corporaciones sin Estado".
Y resaltó que la primera ministra Theresa May acaba de decir
que las compañías "deben estar afincadas en algún lugar para pagar
impuestos".
El discurso del banquero central es una nueva señal de las
profundas transformaciones económicas y políticas que vienen
atravesando a los centros del poder financiero global donde, al
parecer, las recetas habituales ya no dan los resultados
esperados.