Notas de Opinión

Ir con equilibrio en los últimos escalones

La sociedad en su conjunto ha comenzado a disfrutar la prolongación del promedio de vida. Como consecuencia de ello, las personas de alrededor de setenta años han elevado la calidad de la misma, en una edad que jamás habían considerado posible. 

Y es en esta etapa evolutiva del ser humano donde se va creando una nueva postura que, lenta y progresivamente reemplaza a los sexagenarios por los que podríamos comenzar a llamar, los sexalescentes.

El diccionario y la computadora concluirán aceptando la novel palabra, símbolo de esta realidad desusada. 

Los momentáneamente jóvenes, estiman que no aparentan la edad real, que no parecen ancianos. Tendrán que modificar la vieja concepción de que a los cincuenta años las personas comenzaban a envejecer. Deberán incorporar estos nuevos conceptos, comprendiendo que al vivir más tiempo se prolongan proyectos, anhelos, iniciativas, otrora exclusivos de la juventud.

Se observan transformaciones que aparecen como indicadores de la toma de conciencia de esta novedosa situación. Algunos empresarios, siempre atentos al marketing, dictan clases de computación para “las personas mayores”, los profesores de educación física utilizan toda su creatividad para introducirlas al deporte en sus múltiples manifestaciones. Los cursos de teatro, de literatura, pintura y muchas disciplinas más, las encuentran integrando sus filas.

La vida, larga escalera ascendente, permite con este cambio, transitar en subida los últimos peldaños.

Los sexalescentes, en medio de la mansedumbre que permite el hecho de estar jubilados, o el de haber disminuido las horas de trabajo sofocantes, han dejado nacer graciosamente esta nueva, maravillosa actitud. 

Cual misterio insondable se miran y se reconocen concretando lenta e ininterrumpidamente sus más caros anhelos. Aquéllos que quizás muchas veces soñaron y otras tantas postergaron ganados por la urgencia de otras realidades.

¡Sencillamente maravilloso! 

Son ellos los primeros gratamente impresionados. Todos deben tomar conciencia y aceptar este acontecimiento natural, atreverse a disfrutarlo y tratar de transitarlo con el equilibrio justo.

Porque constituyen una franja etárea sorprendente, jamás calculada en los tiempos. Sobre todo por las cajas de jubilaciones que se encuentran colmadas de personas de la “tercera edad” y de la “cuarta edad”, a quienes hay que sostenerles sus obras sociales, sus medicamentos, sus prácticas médicas, sus beneficios. Porque todos, conservan intactos sus derechos.

Parece una burla finamente planeada contra el sistema. 

Viven más, ocasionan más gastos. Más odontología, más oftalmología, más gimnasias correctivas, más salud, más medicamentos.

Sin apuro para el amor, lo disfrutan con la calma de la experiencia, sin el apremio compulsivo de la juventud. 

Es saludable.

Los que son capaces de volcar su sabiduría de vida en ejemplo y palabras, van encontrando seguidores inteligentes que saben que atesoran el conocimiento de años irrepetibles que ellos sostendrán un día. Y escuchan sus réplicas; concurren angustiados a preguntarles si saben cómo salir de este retorcido camino que ha emprendido en general el ser humano, enfermando sociedades e incluso amenazando al planeta. 

Los sexalescentes escuchan pacientemente, porque han aprendido a hacerlo, y responden con lo suyo, que no es poco.

Aparece como una grata coincidencia que estén tan vitales y lozanos en un momento en que el ser humano podría sumergirse en la barbarie. Quizás se sumen para lograr lo que Einstein proclamaba: “la creatividad sólo se exacerba con las crisis, sin ella simplemente no existe”.

Si así fuera, contribuirán a despejar el camino que un día, allá lejos, comenzaran a recorrer. Ese camino que hoy felizmente, se presenta un tanto prolongado.



Autor: Edith Michelotti (*)

Estás navegando la versión AMP

Leé la nota completa en la web