La renuncia de Bernie Sanders a la candidatura del Partido Demócrata para las presidenciales de Estados Unidos deja al exvicepresidente Joe Biden como futuro rival desde las filas progresistas ante Donald Trump, en medio de una crisis sanitaria todavía descontrolada y con unas cifras de hundimiento económico sin parangón.
En circunstancias normales, de haber seguido el ascenso de Biden en las primarias demócratas, es posible que Sanders hubiera tomado la misma decisión más adelante, pero su paso al costado en este momento resalta el sentido de Estado del senador por Vermont.
Su rival demócrata puede centrarse desde ya en lograr que la jefatura del Estado vuelva a recaer, al contrario de lo que ocurre ahora, en una figura capaz de aglutinar y liderar a toda la sociedad ante el tremendo desafío al que se enfrentará en los próximos años.
Biden presenta una hoja de servicios muy alejada del actual inquilino de la Casa Blanca, tanto por su experiencia de Gobierno a todos los niveles como por sus resultados.
Ya sabe lo que es empezar a gobernar con millones de personas en las filas del paro con una economía tambaleándose y revertir la situación. Y sabe cómo hacerlo con un discurso inclusivo, como ha quedado demostrado en las primarias, donde este varón blanco de 77 años ha obtenido el respaldo abrumador de la población negra, la más relegada y discriminada de Estados Unidos.
Pero el vuelco de las circunstancias pone más en valor que nunca las ideas defendidas por Sanders, en especial su énfasis en la urgente lucha contra la desigualdad, la necesidad inaplazable de una atención sanitaria universal, cuya inexistencia está resultando letal, o la renta básica.
Biden haría bien en estudiar la agenda de Sanders o incluir la sensibilidad del movimiento representado por el senador en la figura de su vicepresidencia, porque la Covid-19 va a hacer más necesarias que nunca políticas de corte socialdemócrata para garantizar, no ya el bienestar, sino en algunos casos, la propia supervivencia.
En un año electoral, cuando la política de Trump apuntaba al crecimiento de la economía, un desafío que al que se estaba aproximando progresivamente, su actitud frente a la pandemia, que subestimó en un primer momento, le podría llegar a costar más de lo previsto.
El jefe de Estado, hoy seguramente estará lamentando su error, que dejó sumergido al país en una crisis sanitaria sin precedentes, que se refleja en una estadística que todos los norteamericanos están consultando a diario, para conocer el avance incontrolable de una enfermedad letal, que sigue haciendo estragos, particularmente en el estado de Nueva York.
A partir de esta desafortunada interpretación de la expansión del coronavirus que realizó el titular de la Casa Blanca, la renovación del mandato por parte de Trump ya no parece tan sencilla, no solo por el cuestionamiento de los medios de prensa, sino además porque está en el ojo de la tormenta de una buena parte de la sociedad estadounidense.