Notas de Opinión

La pobreza tironeada

Siempre se dijo, desde allá por comienzos de 2007, cuando se puso en marcha la fabulación de los índices del INDEC, que la maniobra tenía un sentido casi patriótico, pues era para pagar la menor cantidad de intereses posible a los que acreencias ajustadas por el alza del costo de vida. Se trata sin dudas de una posibilidad muy precisa, y no del todo desechable, que hasta llegó a ser admitida, pero tanto se fue extendiendo el accionar trucho del INDEC que terminó por afectar a todos los factores que hacen al conjunto de la economía, y más que nada a actores de exclusivo contenido social, como la pobreza y la indigencia por ejemplo.  

Y lo que es aún mucho más complicado, es que da la impresión que la metodología del engaño, no sólo terminó por ser admitida -tal vez por el efecto del acostumbramiento, ya que pronto cumpliremos el primer lustro dentro de este irregular y anómalo accionar-, si no que aceptada como cierta. La suposición que vendría un cambio cuando la presidenta Cristina Fernández inicie su nuevo mandato en diciembre, ya que por entonces no estaría más Guillermo Moreno -el ejecutor y hombre malo de todo este proceso, aunque no el ideólogo ni tampoco el responsable-, quedó prácticamente desvirtuada cuando hace unos días, respondiendo a la intromisión del Fondo, la propia Cristina fue quien reivindicó todo lo realizado por el INDEC. En otras palabras, confirmando que "la profundización del modelo" lleva incluida la continuidad del INDEC con esta tan particular característica de mezclar ficción y realidad. Lo que está bien se agiganta, lo regular se disimula, y lo malo directamente lo niega. Así de simple.

Muchos de los daños que significan estos índices de la desconfianza, son superados al reemplazarse por otros. La CGT y los gremios por ejemplo, negocian los ajustes salariales con el costo de vida de las consultoras privadas y de las provincias -lo que Moyano define como inflación de las góndolas-, los bancos cerraron sus créditos a mediano y largo plazo por la inflación, los alquileres se ajustan a ese ritmo. En fin, cada cual hace su juego, incluso el mismo gobierno que estima en su presupuesto una inflación de 9% y luego se queda con el sobrante al llegar al 25 o al 30%.

 Pero, ¿y los actores sociales? La pobreza y la indigencia por ejemplo, minimizados en forma absoluta. Por ahora se trata de subsanar con asignación por hijo y toda una batería de subsidios asistenciales, a los que suele definirse como clientelismo, pero queda en claro que si bien es indispensable la ayuda de hoy, esta forma no es la solución de mañana. Esa misma que quizás no se produzca como corresponda, ya que al fin y al cabo el problema no es tan grave como se dice. Las cifras del INDEC así lo justifican: 8,3% de pobreza y 2,4% de indigencia, según lo certifica el organismo oficial para la primera mitad de este año.

De tal modo, como la inflación para el INDEC casi no existe -viene sumando a razón de 0,7% mensual-, las canastas alimentarias de las cuales surgen los índices respectivos, tienen cifras rayanas con lo ridículo. Es que según el maravilloso mundo del organismo controlado por Moreno, un matrimonio con dos hijos -familia tipo que le dicen- teniendo un ingreso de 1.347,33 pesos no es considerado pobre. Y con 609,56 pesos no se cae en la indigencia. En este último caso son 20 pesos por día para comer cuatro personas, a razón de 5 pesos per cápita. Quienes dan estos números ¿irán alguna vez a hacer las compras? Aunque no lo hagan, lo comentarán en su casa, con sus amigos. ¿Cómo se animan? Sin embargo todo viene ocurriendo de esta manera ficticia, absolutamente irreal.

Lo que es grave en este caso, que aquí las estadísticas no son simples números como en otros casos. Se trata de personas, de gente que es tironeada y hasta ultrajada en su dignidad. ¿Qué se gana con admitir la realidad? Pues el reconocimiento del problema, es el indispensable primer paso para poder comenzar a solucionar el problema.

Es que la realidad es muy distinta que el montaje de esta ficción. 

Mientras para el Gobierno hay 3,3 millones de pobres y 960 mil indigentes, todo el resto del conjunto de mediciones privadas -que ahora se cuidan por temor a las multas e incluso las citaciones judiciales- y públicas, además del índice Congreso, contradicen esas cantidades. Pero no por algunos pequeños porcentajes, sino que hay que duplicar y hasta triplicar los índices oficiales. En mediciones donde no sólo se incluyen consultoras que el Gobierno califica de "enemigas", si no también de aquellas consideradas "amigas", como una vinculada a la CTA de Hugo Yasky, o la consultora Equis de Artemio López. Ni hablar de las oficiales de las provincias, que triplican la inflación del INDEC.

Veamos lo que ocurre aquí en Rafaela, con la consultora Develar cuyos índices venimos publicando desde hace años. Según la inflación que mide sobre alimentos, artículos de higiene personal y de limpieza en las góndolas de supermercados locales, en septiembre una familia tipo necesitó 3.614 pesos para vivir -contra los 1.347 del INDEC- y 1.635 para no ser indigente, cuando el índice oficial es de 600 pesos. Aplicando los valores reales, tanto la pobreza como la indigencia explotan hacia arriba.

¿Qué los haya satisface a alguien? Todo lo contrario, entristece, pero obliga a asumir una realidad que hoy trata de ser escondida bajo la alfombra.








Autor: Roberto Actis

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