Como siempre. Ayer, hoy y siempre. Nos usan, nos hablan hasta el hartazgo antes de las elecciones, se comunican desde todos los medios para convencernos de lo maravilloso que son, visitan nuestros barrios, recorren el país. ¿Para qué? ¿Para interiorizarse de lo que pasa? Claro que no. Si lo saben perfectamente. Y si algo les quedara en el tintero con sólo comunicarse con las ONGs se enterarían.
Y luego, cuando alguno de ellos gana por mayoría, nos ignoran. Ya no les importa la realidad barrial, escolar, de salud o supermercado. Hacen la suya, la que ya tenían planificada antes de armar el circo electoral. Pero como nosotros seguimos soñando les pedimos audiencias para ayudar o sugerir cambios. Es entonces cuando debemos esperar por meses que nos sean concedidos unos minutos y luego (quizás satisfechos por su contacto con el pueblo) cajonean nuestros reclamos y hacen la suya. La que ya sabían que iban a hacer, la que planearon a espaldas nuestras. Y uno se va dando cuenta y se entristece. Pero la quiere seguir peleando porque quiere seguir creyendo que se puede.
Pero lentamente uno se convence de que no se puede porque nunca estuvo en sus planes escucharnos, ni permitirnos participar. Nos explican lo inexplicable, en discursos mentirosos sostenidos por el poder que le concedimos como idiotas. ¿Será por eso que muchos no quieren comprometerse, ni sumarse en nada? He llegado a la conclusión de que los políticos son personas distintas.
Casi marcianos, como si no fueran gente como uno. Se agrupan entre ellos para conseguir lo que se proponen. Este con este, aquel con el otro. Estruendosamente se dan media vuelta y hacen como que se enojan y se agrupan con otro diferente. Todo para conseguir lo que no nos cuentan, lo que sólo ellos saben.
Y hacen de todo para lograr lo único que necesitan de nosotros: que pongamos el sobre en las urnas autorizándolos para concretar sus privadas y ocultas ambiciones. Planean los discursos previos al voto, las alianzas, los cabildeos. Saben verdades que no cuentan jamás. Sólo dicen lo que les conviene que oigamos.
Caramba, tengo que tratar de vencer esta tristeza. ¿Cómo hago? Cuando me la explicaron y me gustó tanto, no me dijeron que era así la democracia. Sin embargo, una vez más se acerca la oportunidad de construirla.