Con una oposición tan deshilachada, que no termina de confrontar y debatir sus propios intereses, donde parecen prevalecer más los personales que los comunes, y que no puede ni aparentemente sabe sacar rédito del desorden en que nos encontramos, es extraño que el gobierno viva en constante situación de sobresalto, cuando en realidad, ante un escenario de esta naturaleza debería encontrarse, poco menos, transitando un sendero cubierto por pétalos de rosa.
Sin embargo, a esta altura queda muy claro que no alcanza con echarle la culpa a los medios críticos, a los destituyentes, o a las conjuras de los ejes del mal del mundo que siempre están complotando para que a la Argentina le vaya mal. Pura cháchara, las responsabilidades hay que buscarlas dentro del propio gobierno, que viene dejando clarísimas evidencias de impericia, en casi todos los órdenes.
En lo político, la vocera exclusiva Cristina Fernández tuvo una pobrísima performance frente a cuestionamientos muy simples de los estudiantes de Georgetown y Harvard, incurriendo en imprecisiones realmente notables, que la dejaron expuesta en su negativa a dar conferencias de prensa. Para muchas preguntas, directamente no tiene respuestas -inflación, cepo al dólar, relación con la prensa, fortuna personal-, debiendo recurrir a argumentaciones y datos falsos. Vuelta a su hábitat recuperó el control frente a los aplaudidores. Por estas, y seguramente otras razones, por primera vez la imagen negativa de la Presidenta es mayor a la positiva. Se encuentra en un tobogán, aunque ya otras veces le ocurrió y pudo restablecerse.
En lo económico, no se anda tan bien como dicen las voces oficiales, tampoco tan mal como se proclama desde la oposición. Los problemas sin embargo están a la vista. Axel Kicillof admitió que hay que preservar los dólares porque pueden terminarse, y zas! el blue pegó un salto -pero además advirtió por los que se compran propiedades en Puerto Madero, tal vez olvidando que varios de sus compañeros tienen allí sus asentamientos-; el chaqueño Capitanich recomendó pesificar las deudas provinciales e inmediatamente se desbarrancaron los bonos, pero además y cuando las provincias tienen apremios ¿quién les prestará en pesos con una depreciación del 25% por la erosión inflacionaria? Si antes estaban mal, ahora un poco peor. Algo sobre lo que parece estar en letanía el gobierno nacional, ocupado sólo por su propia caja, ya que a las provincias les sigue transfiriendo nuevos problemas. De paso, ¿dónde buscará el gobernador Antonio Bonfatti los 500 millones de dólares que quiere para obras estratégicas entre las cuales podría estar el Acueducto para Rafaela? ¿Se imaginan? -Préstennos dólares, les devolveremos pesos.
La cronología de situaciones en conflicto conforman un extenso listado. La energía y una YPF que no termina de ponerse en marcha en cuanto a la conquista de ese futuro pletórico prometido al momento de su estatización, son algunos. De la inflación, ni hablar. Aunque, mientras el mundo siga convulsionado, nada parece ser demasiado importante.
En lo funcional, más que desprolijidades quedaron al descubierto muestras de impericia realmente notable, que viendo como se echan la culpa unos a otros, da la impresión de ser el producto de cuando las decisiones deben pasar solamente por una persona. Desde las relaciones con Irán, hasta el cordón cuneta de un pueblito de Formosa. El conflicto con gendarmes y prefectos fue clarísima evidencia, siendo chivo expiatorio el hermano de la ministra Nilda Garré; la retenida fragata Libertad en Ghana, otra. En ambos casos se sabía que estos desenlaces podían suceder, pero no se previó nada. Nadie toma una decisión que pueda rozar a otro más cercano a la presidenta. El jefe de la Armada y otros dos oficiales fueron esta vez el pato de la boda. Tal vez se necesitaría la escoba de Dilma Rousseff.
Y finalmente, en lo institucional, un verdadero descalabro, dejando claro que no importan las formas ni los métodos para alcanzar objetivos. Que Alak, ministro de Justicia, presione a la mismísima Corte Suprema, es de no creer, pero más todavía que permanezca en su cargo. Claro, no es decisión propia, obedece órdenes y eso lo justifica. Por otra parte, esta desobediencia al Alto Tribunal no es de ahora, viene desde los tiempos del procurador de Santa Cruz, no sólo no repuesto en su función, sino con Kirchner entonces gobernador, hasta fue eliminado el cargo.
La batalla del 7D, que ahora parece será en lo práctico de su aplicación el 10D por cuestiones de feriados, tras ser momentáneamente guardado el de la re-reelección -hasta el año que viene anticipó Kunkel-, concentra todo el poder de fuego del gobierno. Acallando voces, se supone que desaparecerán los problemas. Igualito que con la inflación.
A todas las madres, ¡un muy feliz día!