Es el nombre histórico, la leyenda, el deseo de un país de obtener una situación que nos permita vivir decorosamente, como habitante del mismo.
La inmensidad de nuestro territorio, no nos permite visualizar el espejo para todos. Este todos en realidad no existe, es sólo un espejismo que nos hace ver situaciones efímeras.
Desde los inicios de nuestra historia, Buenos Aires, ha sido el centro neurálgico de la República.
El presidente Julio Argentino Roca, en su tiempo centralizó el país hacia Buenos Aires, en un proyecto ferroviario de casi 45.000 km de vías, distribuidas hacia casi todas las provincias posibles de producción, para centralizarla en el proyecto agro exportador, donde las materias primas agrícolas producidas, tenían como destino final el puerto de Buenos Aires.
Este fuerte crecimiento económico, dio lugar a la formación de una aristocracia agropecuaria, en desmedro de gran parte del resto de la sociedad nacional.
Los movimientos económicos, generaron enormes riquezas en unos y humillante pobreza en otros.
La República se iba gestando y creciendo con una balanza de justicia nada equitativa.
“El aluvión zoológico”, según palabras de nuestro ilustre escritor, dejó su pobreza del interior perdido para hacer “la América” en Buenos Aires, un éxodo de supervivencia y necesidades.
La República, dentro de la república. La burguesía porteña crecía económicamente, exponencialmente a la pobreza de los nuevos connacionales, las villas de emergencias crecían como hongos, desordenadamente, no preocupaba el como, sino el porqué.
Los gobiernos trataron de nivelar las necesidades, pero intereses económicos y corporativos controlaban las acciones del propio Estado y si no podían se hacían cómplices encubiertos en los golpes de Estado, para proteger sus intereses, no la democracia.
Pasamos por todo y hoy ya llevamos treinta años de una República, que va camino a una mayor y mejor continuidad.
La llegada de las nuevas tecnologías informáticas, nos dan mayor organización y control de las acciones del Estado como tal y de los ciudadanos en particular.
Todos los centros de poder, públicos y privados, deberán dejar de lado las negativas acciones de sus dirigentes y actuar con criterio. La República, es el pueblo, no las corporaciones de todo tipo, económicas, mediáticas, sindicales, internas y externas.
Sepamos tener en cuenta, que la salud, la educación, el trabajo, la producción, son la cadena armónica para el desarrollo del progreso social de una República.
La economía de un Estado, no puede depender de quienes manejen la banca, las mesas de dinero, el dólar marginal y de los mensajes mediáticos que socavan la moral del ciudadano.
La solidaridad y el respeto mutuo, debe ser el deseo y la obligación de cada uno de nosotros. El 2015 debe ser una meta, no una lucha encarnizada por el poder, un abismo donde las peleas, el encono y las mezquindades sean prioridades, se deberá lograr un pacto social, un acuerdo donde todos sepan comprender, la República.