Notas de Opinión

La turba y la razón

La sentencia “Vox populi, vox Dei” (que en la solemnidad del latín retruena irrefutable) o su equivalente más coloquial, “el pueblo no se equivoca”, siempre me sonaron como una ingenuidad emotiva exagerada y eventualmente trágica, como lo que sucedió frente a la Casa Rosada hace 30 años, en 1982, y de un modo análogo en el Forum del palacio de Herodes, hace exactamente 1982 años, en el año 30 (una curiosa correspondencia de números cruzados).

Esta semana recordamos esos dos acontecimientos brutales, que confirman fehacientemente que la razón no se consagra por mayorías exaltadas: la guerra de Malvinas y la ejecución de Jesús tienen en común el desvarío de la muchedumbre unida por una convicción tan implacable como desacertada.

Comencemos con aquella postal caricaturesca en Plaza de Mayo: Galtieri, “arriba”, en el balcón, vociferando soberbiamente y “abajo” 150 mil argentinos, validándolo eufóricos, mientras dedicaban a los ingleses el cantito desafiante “lo vamo’a reventá lo vamo’a reventá…”. Tal como si se tratara de un partido de fútbol y con el mismo efecto ola de las tribunas (motivación visceral contagiosa, pero sólo eso). Por cierto, ninguno de ellos le puso el pecho a las balas y al frío.

Veinte siglos antes, de modo similar, una enorme multitud -también “abajo”- aclamó a gritos que Jesús fuese crucificado, induciendo así la decisión final de Pilatos -también “arriba”-. Aquel gobernador romano, a diferencia del dictador argentino, dudaba. Pero no eran tan distintos: ambos supieron acomodar su decisión a las conveniencias del poder.

En ese primer Viernes Santo, sólo algunos pocos mantuvieron intacto el entendimiento: un puñado de seres razonadores, apacibles y de buen corazón, ya sea que creyeran o no que Jesús era lo que él decía ser, pero que se daban cuenta del disparate monstruoso de condenar a un hombre que desbordaba luz y benignidad.

De la misma manera, en el otoño del 82, aquellos que no perdieron la razón se opusieron a la guerra desde el primer día de la pesadilla que veían venir. Personalmente puedo dar fe de que fue así.

Hubo un antes y un después de Malvinas. Hubo un antes y un después del Gólgota. O, pensándolo bien, mejor sería decir que “debería” haberlo, pues siguen ocurriendo hechos escandalosos, en el país y en el mundo, que nos hacen dudar de que estos hitos tan significativos, hayan sido tomados realmente en serio.

Autor: Marcos mensa

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