Mientras la justicia continúa acaparando casi todo el interés público, en una sucesión de revelaciones que no le dan paz al kirchnerismo, tanto a sus principales conductores desde la ex presidenta Cristina Kirchner y su familia para abajo, pasando por ex funcionarios y personal de servicio de todas las categorías, como así también a sus seguidores, incluso aquellos que no lo hicieron para llenarse los bolsillos sino por convicción, defendida a ultranza, y ahora habiendo quedado casi sin argumentos, más que algunas frases de circunstancia como la repetida "que investigue la justicia", -quedaron sostenidos por el pincel cuando pintaban el techo-, la situación social se mantiene más que complicada, pues en lugar de repechar hacia arriba, siempre parece deslizarse un poco más hacia abajo. Un imaginario tobogán enjabonado.
Mil veces debe haberse arrepentido el presidente Macri de aquellas promesas de la mejoría del segundo semestre, más cuando nadie le había preguntado absolutamente nada, fijándose un plazo que ni cerca va a poder cumplir, del cual está tratando de salir. Por empezar admitió que la inflación está en el 34% -eso tomando desde enero, ya que si es medida interanual, de julio a julio, llegamos al 45%-, corriendo a 2017 el comienzo de la mejoría económica, financiera y obviamente social. Un plazo mayor que de todas maneras no está lo claro que el mismo gobierno desearía, pareciendo más un deseo que una posibilidad concreta.
Dentro de un evidente clima de inestabilidad social, agitado por las medidas de fuerza conjunta de las organizaciones gremiales, la repartida conducción de la economía, aunque siempre la última palabra la tenga Macri, muestra algunas grietas bastante profundas, como la disputa existente entre dos temas centrales: combatir la inflación o incentivar la producción. Ambas cosas deberían combinarse y avanzar de manera simultánea, pero aparentemente dadas las actuales condiciones, por el momento debe optarse por una u otra posibilidad, no ambas a la vez, al menos es lo que dicen los especialistas. La conducción múltiple, evitando la figura central de un ministro que acapare más poder que el mismísimo presidente, como alguna vez lo fueron Domingo Cavallo o Roberto Lavagna, a juzgar por los resultados hasta ahora, no fue la decisión más acertada, tal vez por las condiciones desastrosas que encontraron al hacerse cargo.
Lo ocurrido con las tarifas de gas es el ejemplo más claro y contundente que tenemos a mano. Había coincidencia en todos los ámbitos, e incluso en la gente, que las tarifas había que ajustarlas, que no se podía seguir con la montaña de subsidios asfixiantes, pero todo se resolvió tan mal, que tras la participación judicial, el gobierno quedó groggy. No hubo previsión, ni tampoco reacción, por lo cual un tema en el que se tenía respaldo para hacerlo, se lo convirtió en un búmeran que se le volvió en contra. Hasta la imagen de Macri resultó seriamente dañada, perdiendo varios puntos, mucho más que la imitación que lo ridiculiza en el programa de Tinelli.
La pérdida de poder adquisitivo del salario, claramente reflejada en la caída del consumo, son las consecuencias más directas de la inflación, sin dudas el flagelo que hay que enfrentar, con toda decisión y energía. Sostener la ayuda a los sectores más necesitados e ir solucionando hacia arriba en la medida que se pueda, pero sin descuidar un solo minuto el cáncer inflacionario, ya que con más de 40 puntos anuales no sólo es imposible esperar una recuperación productiva y económica, sino que es muchísimo más probable el ir hacia un empeoramiento de las condiciones sociales, donde el clima está realmente tenso, y con algunos intranquilizadores pronósticos de inestabilidad. Lo peor que podría suceder dadas las actuales condiciones, donde quedan tantas cosas todavía por solucionar.
Pero además, no perder de vista los privilegios, es hora que se les ponga alguna clase de límite, especialmente cuando se dejan trascender ciertas retribuciones en estos tiempos de vacas flacas y donde en los sectores más desprotegidos hay tantas necesidades. Por caso las pensiones de los ex presidentes y vices, De la Rúa percibe 216.000 pesos y Cristina Kirchner por la propia y la de su marido fallecido 320.000. Los miembros de la Corte Suprema de Santa Fe 248.000 pesos, y además no pagan impuesto a las ganancias. Como además esos haberes son movibles, no hay inflación que valga, están a salvo de todo. El contraste con los 5.000 del haber mínimo de los jubilados, es generador de tremenda indignación.
Lo más o menos comprobable es que de la prometida pobreza cero estamos a una distancia que sólo puede medirse en años luz, quedando claro que las metas deberían haber sido más modestas. Con razón la gente exige cumplimiento, que por ahora no aparece, aún con todos los atenuantes que conocemos.