Hay ocho “i” que surgen de la agenda, tanto de la gente como del país. Afortunadamente, las necesidades colectivas coinciden con la necesidad de cada uno de los 41 millones de argentinos.
Inflación, inseguridad, inversiones, institucionalidad, intolerancia, internacional, indefensión e infraestructura.
Las ocho reclaman decisiones trascendentes y por ende exigen sustraerlas de las querellas y tironeos domésticos. Todas deben articular Acuerdos de Estado. Las famosas, mil veces invocadas, pero nunca plasmadas ‘Políticas de Estado’.
¿Qué son los Acuerdos o Políticas de Estado ¿ ¿Acaso se concuerda y se termina el debate y la confrontación? No. Se acuerdan, pero se puede y debe proseguir debatiéndolas, vigilándolas en su ejecución, confrontando acerca de cómo marcha su realización. Lo que se comparte es la meta estratégica. Nadie de los concordantes discutirá a partir de la coincidencia sobre ese trascendente objetivo. Podrá controvertir sobre el ritmo de aplicación o sobre la eficacia de la gestión, pero no respecto de la finalidad buscada. En este aspecto, todos llevamos el carro al unísono. Asignamos las energías que hoy dedicamos a pelear entre nosotros, para pujar juntos por el país.
La Argentina cae y recae cíclicamente en cancerígenos procesos inflacionarios. Inhumar las causas de esos desequilibrios amerita acordar una estrategia. Pasa por controlar el gasto y la emisión y por promover la ampliación de la oferta a través de la inversión. Inflación e inversión son inversamente proporcionales.
La infraestructura – hoy obsoleta o insuficiente – es oferta energética, caminos, puertos. Si ellos no podremos producir 200 millones de toneladas de alimentos ni podremos prosperar industrialmente. Menos aún, sin modernizar y ampliar esa infraestructura jamás aumentaremos la productividad.
La institucionalidad está ligada a la intolerancia. Es anteponer la ley a la discrecionalidad de quien tenga el timón. Es la trascendencia del Estado al turno del gobierno. Es sobreponer los intereses generales a los sectoriales. Es la estabilidad de las normas, ese factor que apareja seguridad jurídica y que promueve – mejor que cualquier otro incentivo – las inversiones. En ese contexto, en ese clima, nos volvemos más comprensivos, menos pugnaces, más civilizados, menos intolerantes.
La inseguridad que padecemos se vincula con una multiplicidad de factores. Sin duda la impunidad, el mal ejemplo desde las cumbres dirigenciales, las redes de corrupción, la adicción a la droga y la desocialización creciente son los más incidentes. Se requiere un plan integral y apartar esta gravísima cuestión de la confrontación partidista o electoral.
Nuestro gran ‘rancho’ es un anchuroso y riquísimo país que va desde la Puna y la selva hasta el polo sur. Es demasiado grande y codiciable como para que no los resguardemos como manda el Preámbulo de la Constitución. Tenemos que proveer a la defensa común. Nuestras fuerzas armadas son las de la ley. Ahora tienen que ser eficientes y equipadas para cumplir su misión.
La política internacional es la que arquitectura todas las restantes y es la que puede lograr que los foráneos paguen los altos salarios locales mediante un inteligente intercambio comercial en el que exportemos conocimiento y valor. Esta estrategia comienza en el Mercosur, la Unión Sudamericana, la Alianza del Pacífico y llega a todos los confines del planeta. Con una Política exterior de Estado volveremos a ser importantes, dejando de lado la lastimosa irrelevancia que hoy sufrimos.
Ocho “i” para ocho grandes acuerdos. Como educación se escribe con e, no la incluimos en este esquemático planteo, pero, ¡a no dudar!, la educación y su calidad es una magna Política de Estado. Seguramente la primera de todas. Por tanto, son nueve Acuerdos, no obstante el título de esta nota.
Pareciera que el fin de ciclo abre compuertas al sentido común. Quizás por esos pórticos traspasen logrados Acuerdos de Estado y así podamos iniciar un buen capítulo de nuestra historia.
(*) Diputado nacional Unir – Frente Renovador.