Por VÍCTOR HUGO FUX
Lo conocí desde bastante tiempo antes de iniciar nuestra relación laboral. Por habernos cruzado en alguna cancha del fútbol liguista o en alguna carrera en el autódromo local. Cada uno, desempeñando una actividad -en diferentes medios- que abrazamos con indeclinable pasión.
El periodismo, habría de unirnos, con lazos muy firmes y que se prolongaron a lo largo de más de cuarenta y seis años.
Un tiempo que jamás imaginamos, desde el primer contacto, que pudiese ser tan extenso, aunque las circunstancias quisieron, no de manera caprichosa, porque fue provocado, que así ocurriese.
Roberto Actis se acercó una tardecita de marzo del 74 a mi casa de calle Arenales para invitarme a una reunión. "Te esperamos con 'Mito' (Emilio Grande) en el diario", me comentó. Mi respuesta fue afirmativa. Simpleza absoluta, pero contundente al mismo tiempo.
Después de un par de días, escuché el ofrecimiento, que era muy interesante en todos los aspectos, pero les dije que "antes tengo que hablar con Visconti (Ricardo)", el director de diario Castellanos.
"Toto" entendió la situación, me deseó todo lo mejor y sellamos mi salida con un apretón de manos, que simbolizó la continuidad de una amistad que no se habría de interrumpir en el futuro.
Cuando regresé a La Opinión, ya le pusieron fecha a mi ingreso. "Empezás el 2 de mayo haciendo Deportes, pero también colaborando en otras secciones y en Corrección", fue la indicación que recibí.
Pasaron más de 47 años desde ese momento, de los cuales tuve el privilegio de compartir 46, entre el 74 y 2020, con Roberto, viviendo momentos que hoy recuerdo con nostalgia.
Como el del Mundial 78 en Argentina, cuando Emilio, Roberto y quien suscribe fuimos los únicos tres periodistas rafaelinos acreditados. Poder asistir a la final con Holanda, fue una satisfacción que disfrutamos a pleno con Roberto, en un desbordado estadio de River.
Un viaje accidentado el día previo nos privó de estar en el Monumental en el partido que disputaron Brasil e Italia por el tercer puesto. Organizamos ese traslado en el Fairlane de Mario Travaini, con el que terminamos en una banquina, en un día de lluvia, cerca de San Pedro. Un camionero y su generosidad, nos permitieron superar ese incómodo momento.
Fue, simplemente, una anécdota, que muchas veces recordamos con Roberto en una mesa de café, pero que definitivamente quedó relegada por la felicidad de haber estado aquel 25 de junio en el primer título mundialista de Argentina.
En lo profesional, la relación fue de mutuo respeto y ambos lo hacíamos con naturalidad. La cuestión de jerarquía no era una barrera infranqueable para quien durante tantos años, como en mi caso, supo entenderla y aceptarla.
Como lo fue en mis comienzos en esta maravillosa profesión Leonelo Bellezze, mi primer gran maestro, Roberto -y Emilio- fueron mis referentes en la prensa escrita.
Fuera de la actividad que desempeñamos -en lo personal, hoy tengo la fortuna de seguir haciéndolo- y con frecuencia, compartimos momentos de café, que tratamos de aprovechar para distendernos, aunque el tema laboral aparecía, inevitablemente, en nuestras conversaciones.
Roberto fue un periodista comprometido, no solamente con la empresa de la que formaba parte, sino con la sociedad toda. No hace falta que exponga en este recuerdo, su capacidad para desarrollar cualquier tema de actualidad. Los lectores saben perfectamente hacia donde apunta mi referencia.
Se inició como linotipista, siendo muy joven, para desempeñarse después como periodista, siguiendo los pasos de Renaldo, su padre y también director de La Opinión.
Aquel 27 de febrero de hace un año, en lo personal viví una jornada con muchas sensaciones encontradas. Su fallecimiento me golpeó con una extrema dureza, justamente el mismo día que realicé la presentación de mi libro "300 Indy: Historia de una Epopeya", en un lugar que muchas veces compartimos.
Roberto era, además del fútbol, un apasionado del deporte motor. Ese día, sin duda, me habría acompañado, pero el destino no lo quiso. Sí, lo hizo cuando escribí "500 Millas: una pasión que cumple 80 años" en el 2016, aportando como sólo él sabía hacerlo, una nota sobre la edición 1950 de la histórica competencia, que ganó Juan Manuel Fangio con la Talbot Lago. Ese día concurrió, de la mano de su padre, al viejo circuito de bulevar Roca.
Hoy, a un año de su partida, quiero rendirle mi homenaje y reconocimiento, por todo lo que representó en mi trayectoria en una profesión, que después de más de 51 años, sigo ejerciendo, con la misma responsabilidad que me inculcaron quienes le dedicaron buena parte de su tiempo a la enseñanza y al respeto de esos valores que nunca debe perder de vista un comunicador.
Gracias por todo y hasta nuestro próximo encuentro, en una redacción o en un café, donde seguramente nos vamos a sentir muy a gusto, porque formaron parte, siempre, de nuestra esencia.