Notas de Opinión

Mil y una noches

Jorge Batlle, quien fue presidente del Uruguay, fallecido el último octubre, dijo una vez ante un micrófono, que ignoraba estaba abierto y grabándolo, "los argentinos son todos unos ladrones". Años antes, el gremialista gastronómico Luis Barrionuevo había tenido coincidencia: "si dejamos de robar dos años la Argentina se arregla sola". Más que contundentes definiciones, que exponen un criterio que en determinados momentos y especialmente después de los últimos años, todos llegamos a pensar, pero que de ninguna manera pueden ser admitidas como una generalización. Si así fuera, deberíamos bajar las persianas y cerrar el país entero, pues la esperanza quedaría añicos.

De todos modos, formulada la aclaración, con toda la sucesión de nuevos episodios de corrupción, queda flotando la sospecha que seguramente no todos, pero hay demasiados con inclinaciones de apropiarse de lo ajeno, un exceso que se convierte en insalvable obstáculo para el avance que se pretende, y más aún para el "cambio" propuesto. Lo anterior del kirchnerismo fue tanto, y tan grosero, que cada día siguen apareciendo nuevos hechos -hasta facturas truchadas en los viajes al exterior de la entonces presidenta Cristina Kirchner, no cayendo en exageraciones el suponer que bien podían robarse los ceniceros y toallas de los hoteles-, sin dudas preocupantes pues son el claro dibujo de una época de saqueo indiscriminado que vivió la Argentina y que se engulló los generosos recursos del "yuyo" sojero, debiendo ser sancionados como corresponde, y que aparezcan de una vez algunos trajes a rayas. Y por supuesto las millonadas robadas.

Pero muchísimo más preocupante aún son los hechos que están llegando al mismo corazón del gobierno de Cambiemos, que vino para cambiar, siendo por lo tanto la transparencia una condición ineludible, que no puede quedar bajo la mínima sospecha. Quedó atrás el caso Niembro, pero las denuncias de los "Panamá papeles" no quedaron todo lo claras que debería haber sido en especial con la involucración de la familia del mismísimo presidente Macri, con los vaivenes del primo Calcaterra en la construcción y del amigo presidencial Nicolás Caputo en negocios diversos, y ahora esta revelación sobre Gustavo Arribas, nada menos que jefe de la AFI (ex SIDE de los espías), envuelto en el cobro de una coima que dicen sería de 600.000 dólares, por parte de Odebrecht -que desde Brasil está salpicando al mundo-, denunciado no sólo por Lilita Carrió sino también por el impecable Hugo Alconada Mon de La Nación, el mismo que descubrió la estafa por 8.000 millones de pesos que Cristóbal López le hizo a la AFIP (a todos nosotros mejor dicho). Por si fuera poco, Arribas vive en un departamento que le alquila a Macri, detalle en los que uno supone debería existir más cuidado.

Aunque sea de una dimensión absolutamente diferente, las comparaciones con los alquileres de piezas vacías de los hoteles que le pagaba Lázaro Báez a la familia Kirchner, o los alquileres de departamentos por parte de Cristóbal López -claros retornos de coimas- son inevitables. Y bien aprovechado por la ex presidenta que sale al cruce de la situación diciendo "se preocupan por la ruta del dinero K, vean la del dinero M".

Tenemos la sensación de estar viviendo uno de los cuentos de las Mil y una Noches, el de Alí Babá y los 40 ladrones, ¿qué otro podría haber sido? Por favor, necesitamos honestidad superlativa, y además, que no sólo sea de esa manera, sino también que parezca que lo es.

Las aclaraciones de Arribas fueron menos que tibias, podría decirse que heladas. No tengo nada que ver, me pongo a disposición de la justicia (¿qué otra cosa podría hacer?) y todos esos clichés de ocasión, incluso admitiendo el cobro de 70.000 dólares de Odebrecht diciendo que fue por una operación inmobiliaria. Todo puede ser cierto, pero hay que presentar papeles, documentación, comprobantes, la claridad debe ser contundente. Y cuando hay sospechas, no pudiéndose aclarar como corresponde, aunque en el fondo no sea todo lo culpable que parece, lo más saludable es que se vaya del gobierno. El peligro de allanarle el camino a un regreso del kirchnerismo, incomprensible bajo cualquier circunstancia, es demasiado grande.

En tanto desde El Vaticano, siguen llegando señales para interpretaciones diversas. Por un lado la foto con Scioli, quien fue a buscar un poco de alivio por el bombardeo de acusaciones de corrupción, una acción siempre fustigada por el Papa, quien además un par de días antes tuvo una definición contundente sobre el populismo, sosteniendo "enemiga de la paz es la ideología que explota los problemas sociales para fomentar el desprecio y el odio y ve al otro como un enemigo que hay que destruir", agregando "haciéndose pasar por portadoras de beneficios para el pueblo, dejan en cambio detrás de sí pobreza, divisiones, tensiones sociales, sufrimiento y con frecuencia incluso la muerte". Queda claro que el sayo le calza justo al kirchnerismo, pero seguro no van a faltar los intérpretes de siempre que dirán que es para Macri. Razón demás para que la transparencia sea absoluta, ¿se podrá?

Autor: Roberto Actis

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