Por licenciada Laura Borgogno. - De cara a un año electoral, es oportuno reflexionar sobre algunos conceptos relevantes tales como Estado, Democracia, Economía Política, Instituciones, Confianza Social, Conciencia Cívica.
Una de las cátedras que integran el plan de estudios de la carrera de Ciencia Política y de Gobierno es Historia del Pensamiento Económico, cuya finalidad es interpretar su evolución, no solamente desde una perspectiva histórica sino también humana, asumiendo que detrás de cada planteamiento o contribución teórica subyace la preocupación por resolver el problema económico de satisfacer las necesidades de la sociedad, desde las más urgentes a las que emergen fruto de la evolución cultural.
En este escrito se exponen algunas consideraciones de destacados pensadores en las disciplinas de Economía, Política, Sociología, tales como Adam Smith, Douglas North, o Robert Putnam, entre otros. Dichos autores son estudiados, dado que abordan temas de actualidad, tales como la responsabilidad cívica de gobernar y ser gobernados, el ejercicio de la libertad de elección de representantes bajo un sistema democrático, y la importancia del surgimiento y evolución de las instituciones por la interacción entre los individuos.
Adam Smith, a fines del siglo XVIII, define la posición y objeto de la Economía Política. “Dos objetos son los que presenta la Economía Política, considerada como una de las ramas de la ciencia del legislador y que debe cultivar un estadista: el primero, suministrar al pueblo o nación, respectivamente, abundante asistencia, o hablando con más propiedad, habilitar a sus individuos y ponerles en estado de surtirse por sí mismos de todo lo necesario; el segundo, proveer al estado o República de rentas suficientes para los servicios públicos y las expensas o gastos comunes, dirigiéndose en ambos objetos a enriquecer al Soberano y al pueblo como tales”.
De la cita previa se desprende no pensar en el Estado como una situación de relación conflictiva con la sociedad civil sino en tratar de lograr la confianza pública, donde los Estados fuertes capaces de gobernar dependen del surgimiento de una sociedad civil muy fuerte, con una buena socialización que supervisen e insistan en que los gobiernos respondan por sus actos.
CONJUNTOS DE
NORMAS Y VALORES
Douglas North postula que las instituciones (como conjuntos de normas y valores) facilitan la configuración de relaciones estables de confianza y cooperación en términos de producción de bienes públicos y de constitución de actores sociales comprometidos. Las instituciones son regularidades en las interacciones repetitivas entre individuos y proveen un marco dentro del cual las personas tienen cierta confianza acerca de la determinación de los resultados.
Las instituciones no son personas. Son costumbres y reglas que proveen un conjunto de incentivos y desincentivos para los individuos e implican un mecanismo para hacer cumplir los contratos de dos maneras: personal (mediante códigos de comportamiento) o a través de terceros (que controlan o monitorean). La acción de terceros siempre implica al Estado como fuente de coerción y la nueva teoría institucional incluye un análisis de las estructuras políticas de la sociedad y el grado en que éstas proveen un marco para que el “enforcement”, es decir “el hacer cumplir”, sea efectivo.
Robert Putnam, reconocido politólogo y sociólogo, destaca el desempeño de las instituciones por su capacidad de consolidar sistemas democráticos, empleando para ello dos supuestos: el primero, las instituciones crean la política; las normas y procedimientos de las instituciones impactan en los resultados políticos, porque ellas configuran las identidades, el poder y las estrategias de los actores. El segundo supuesto refiere a que las instituciones son configuradas por la historia: tienen “inercia y robustez”.
El comportamiento cívico de las comunidades, es decir el interés personal en el contexto de las necesidades públicas, se funda en la virtud cívica, la cual se expresa en relaciones horizontales de reciprocidad y sentimientos de solidaridad, confianza y tolerancia, condicionando no sólo las actividades económicas y procesos productivos, sino incidiendo en mejorar el funcionamiento de la democracia.
A modo de cierre, se transcribe un texto de Max Weber, extraído de su libro El político y el científico. “La carrera política da un sentimiento de poder. La conciencia de ejercer una influencia sobre los hombres, el sentimiento de participar en el poder sobre ellos y, sobre todo, la conciencia de tener en la manos una fibra nerviosa de acontecimientos históricamente importantes, pueden elevar al político profesional por encima de la rutina cotidiana, aun cuando esté colocado en posiciones formalmente modestas. Pero ahora la pregunta que debe formularse es: ¿cuáles son las cualidades con que debe contar para estar a la altura de este poder por pequeño que sea? ¿Cómo puede cumplir con la responsabilidad que el poder impone? ¿Qué clase de hombre hay que ser para introducir los dedos en los rayos de la rueda de la historia? Puede decirse que tres cualidades preeminentes son decisivas para el político: pasión, un sentimiento de responsabilidad y un sentido de la proporción”.
El mensaje que se desea transmitir es la imperiosa necesidad de formar políticos profesionales que asuman la ciencia política como una disciplina histórica, una forma de saber cuyo objetivo se desarrolla en el tiempo y está en continua transformación. Educarnos en torno a ello es, entonces, un desafío colectivo.
Cátedra Historia del Pensamiento Económico, Licenciatura en Ciencia Política y de Gobierno, Universidad de Ciencias Empresariales Sociales (UCES), sede Rafaela.