Notas de Opinión

Nisman aún acusa

¿Se llegará a saber alguna vez quién y por qué mató al fiscal Nisman? Por ahora, y a pesar de todas estas nuevas cuestiones que aparecieron en escena tras las declaraciones del espía Antonio Stiuso, las sospechas siguen manteniéndose como siempre, desde el mismo 18 de enero de 2015 en que fue hallado el cadáver en el departamento de las torres Le Parc. Pasó más de un año y estamos como entonces, en medio de la confusión, aunque claro, no se trata de una confusión cualquiera, pues tuvo y continúa teniendo promotores muy sagaces. Un repaso rápido de lo sucedido en aquél escenario, con una veintena de personas yendo y viniendo, hasta con la  misma fiscal pisando las manchas de sangre en el piso del baño, no daba para tener demasiadas esperanzas de llegar a la verdad, ocultada debajo de la alfombra. La investigación de Fein, lamentable por donde se la mire, apuntaba en una sola dirección: el suicidio. El resto que no coincidiera con su postura, presumiblemente impuesta pues de otra manera no se comprende tanta obstinación incluso ante lo evidente, llegó a ser descartado del expediente, no dejando ningún rastro que pudiera conducir al asesinato. Cómo habrá sido que al anunciar el resultado de las pruebas en las manos de Nisman, la fiscal Fein se vio traicionada por su subconsciente al decir "lamentablemente no había pólvora". Una frase determinante de cómo se encaraba el esclarecimiento,  mejor dicho, de cómo se lo ensuciaba.

La jueza Fabiana Palmaghini, que demoró la causa hasta la exasperación, tras haber negado el pedido de la querella de las hijas de Nisman de pasar el caso a la justicia federal, a los pocos días y tras escuchar durante 17 horas la declaración de Stiuso, se desprendió del caso e hizo lo que antes había rechazado. ¿Tan contundente fueron los dichos del espía?  Al fin y al cabo fueron sólo palabras, ya que pruebas concretas no hubo ninguna.

De por medio esta en juego la dudosa credibilidad de Stiuso, donde los voceros del kirchnerismo que sostienen la teoría del suicidio la cuestionan -Parrilli lo calificó como "psicópata mentiroso"-, mientras los que desde siempre dijeron fue un asesinato, lo respaldan y coinciden con sus dichos. Aparecen en escena detalles algo extraños, ¿un espía declarando durante 17 horas? Charlatán u operador, tanto una cosa como la otra. ¿Cómo la jueza le creyó absolutamente todo al punto de declararse incompetente? ¿Tan contundente fueron sus testimonios? ¿O tal vez Palmaghini vio la gran oportunidad de sacarse el caso de encima? El espía incluso le puso motivo a la muerte: el memorándum con Irán, protegiendo a los señalados como autores del atentado a la AMIA, yendo más adelante todavía al apuntar a Cristina Fernández de Kirchner, Aníbal Fernández y Carlos Zannini como responsables intelectuales. Aunque aquí no quedan al margen del caso en su etapa posterior otros como Sergio Berni, César Milani, Gils Carbó y el jefe policial Di Santo, además de los citados.

Es probable que se llegue a saber si fue suicidio o asesinato, pues ahora se utilizarán los elementos y pruebas correspondientes, no las falseadas como se hizo durante los 13 meses anteriores. En cambio mucho más difuso aparece el poder llegar a la comprobación de los autores materiales. De todos modos, tiempo al tiempo.

En cambio lo que más intranquiliza a quienes pueden aparecer involucrados, es que la denuncia de Nisman que el inefable juez Daniel Rafecas mandó al archivo con la rapidez del relámpago, sacando de juego las escuchas telefónicas que ni siquiera llegó a escuchar, pueda volver a abrirse. Ese sí resultaría un paso decisivo para avanzar hacia un esclarecimiento total de un caso que nos puso vergonzosamente de rodillas ante el mundo entero -salvo Venezuela, Ecuador, Bolivia, Irán, Angola y tal vez algún otro país desorientado-, siempre y cuando esas grabaciones sean encontradas en las condiciones que fueron depositadas. No vaya a ser que las cintas estén en blanco. ¿A usted le extrañaría que ocurriera algo así? A nosotros, de ninguna manera, es una posibilidad para tener en cuenta.

Lo concreto es que Nisman, a más de un año de su muerte, sigue acusando, por más que al caso lo hayan mandado al archivo. Y está bien que sea de esa manera, para que aparezcan los culpables o bien se laven las sospechas caídas sobre los inocentes.

La impunidad ha sido una pésima compañera de la vida pública argentina de las últimas décadas, y con más razón e intensidad durante el ciclo kirchnerista. Es hora que la Argentina transite un camino sembrado con otros valores y objetivos comunes, sin esta clase de desviaciones que nos han llevado a caer en tantas frustraciones.





 

Autor: Roberto Actis

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