Notas de Opinión

No toquen

Por Marcos J. Delfabro*

Premonición de artista. No soy seguidor del rock nacional, ni mucho menos, pero debo reconocer que hay talentosos del género que trascienden sus formas con contenidos de sorprendente expresividad conceptual, bañadas de una aparente superficialidad apta de ser decodificada por quienes ejercen el dominio estético del género. Carlos Alberto García Moreno, o Charly, es uno de los pocos talentosos que goza del tan ansiado “oído absoluto”, un don compartido por una paleta exclusiva de colores que van desde Mozart, Bach y Beethoven hasta Freddie Mercury y Michael Jackson, y que consiste en la habilidad de reconocer de modo instantáneo y perfecto cada nota musical, aún ejecutada de manera aislada. Joyas del arte cuyos cerebros, confirmó un estudio de la Universidad de Delaware, son más grandes en los sectores que reciben información acústica fruto de una genética particular.
No es de sorprender que esta cualidad haya sido una de las grandes destrezas del artista argentino que en 1989 regalara a sus seguidores un sencillo de apenas tres minutos treinta segundos nutridos con apenas quince palabras que artificiosamente amalgamó en una prosa contundente, apelativa y marcadamente imperativa bajo el título “No toquen”.
“¡Están muertos! Están muertos. Están muertos. Están muertos. Están muertos. Están muertos. ¡Váyanse de aquí, váyanse de aquí! ¡Váyanse! ¡Muertos!”
Las primeras estrofas de este impactante single de su álbum “Cómo conseguir chicas”, denota una claridad expresiva evidente por parte del artista, con motivadores que seguramente el por entonces joven adulto de 38 años exploró de entre su abundante bagaje de experiencias alucinantes y de las otras. Toda una prosa premonitoria en cuyo corazón late un desgarrado pedido “No me toquen mis discos. No me toquen mi ajuar. No me toquen las manos. Ya no me toquen ¡No!”.
Y es que García hace de la palabra un don coercitivo de autodefensa de sus valores, su esencia y la naturaleza que lo mantiene en las antípodas de sus agrietados oscuros oponentes ¿ideológicos, fácticos, conceptuales? capaces de ejercer el daño más hostil hacia su talento manifiesto en su música (discos), su familia y los bienes de su hogar (ajuar), su trabajo (manos), su esencia profunda y física. “No toquen. No quiero que me toquen. Ya no me toquen. ¡No!”, se exhausta el artista al pregonar con una redundancia positiva de significación extrema. Sin dudas, 1989 fue un año reflexivo para el creativo quien además de este clásico titulado “No toquen” lanzó las siguientes canciones: Ella es bailarina. A punto de caer. Fanky. Anhedonia. No me verás en el subte. Fantasy. Suicida.
Pasando a las antípodas (o no), y como en un agujero de gusano que une universos paralelos y que nos atrapa a riesgo de disolución, los talentosos ciudadanos de este país, poseedores de un poderoso “oído absoluto” compartido por una paleta única de desentonados colores de argentinidad, gozan de la cualidad de escuchar una tras otra las notas de una misma melodía que cíclicamente y cada cuatro años interpretan los señores de garguero liviano y prosa atosigante. Según la Universidad de lo Evidente, los nativos de a pie que van desde el agricultor, el comerciante y sus empleados y hasta los industriales y obreros cuentan con un cerebro inflamado y espuelado en los sectores bajos al recibir información acústica de desvergonzado tono populista. Sin embargo, los bien pulidos oídos argentinos identifican desde lejos las notas melosas de mentiras y engaños. Oídos perfectos. Absolutos como los del artista.
Señores de propaladora tribunera: se les nota. Señora de retórica juzgada por la historia: se le nota aún más. Cada día y ante cada tropelía semántica que excretan hacia el estado de derecho, la plebe, aquella que denostan y que creen bien usar, comienza a revelarse. Aún de manera silenciosa. Aún. Pero como la brisa, sólo más aire de cola le hace falta para que se transforme en vendaval. No abusen del exquisito y agudo oído del pueblo que los parió en gracia. No vaya a ser que los argentinos al unísono y como fruto del hartazgo de quienes no aceptan una perorata más bañada de falsa ideología, les digan “NO TOQUEN más, no NOS TOQUEN MÁS”. La historia ya lo dijo, ya lo hizo y está dispuesta a repetir, del otro lado del agujero de gusano, aquella canción del artista que nos enseñara a hacer bandera con el Say no more, está ávida de ser desempolvada y transformada en himno transformador…
“¡Están muertos! Están muertos. Están muertos. Están muertos. Están muertos. Están muertos. ¡Váyanse de aquí, váyanse de aquí! ¡Váyanse! ¡Muertos!”. 
“No me toquen mis discos. No me toquen mi ajuar. No me toquen las manos. Ya no me toquen ¡No!”.
“¡Están muertos! Están muertos. Están muertos. Están muertos. Están muertos. Están muertos. ¡Sáquenme de aquí, sáquenme de aquí! ¡Sáquenme!”
“Ya no me toquen ¡No!. No toquen, no toquen, no toquen. ¡No!. No toquen, no quiero que me toquen. ¡No!”.
“No toquen, no toquen, no toquen. ¡No!. No toquen, no quiero que me toquen. Ya no me toquen ¡No!”.
Paradojas de la astronomía y sus agujeros de gusano que hacia uno y otro extremo, con algo más de treinta años de diferencia, sigue espejando los fenómenos de una Argentina de cíclicos avatares. El genio del bigote y su lámpara mágica de un lado, y del otro el bigote sin genio y su lámpara de humo. Y como en una vida de contrastes, el disco de Carlos Alberto García Moreno se preguntaba “Cómo conseguir chicas”, el de Alberto Ángel Fernández hace algo parecido: “Cómo conseguir guita”.
Y mientras la tapa cuadrada del disco del guitarrista de “Serú Girán” se iluminaba con una exitosa y florida morena, la cuadrada tapa del disco del nonato guitarrista “Según Gira se va” también tienen a una exitosa morena, abogada ella, rodeada de flores y cuyos siete temas gozan de los mismos títulos que los de Charly, solo que más de treinta años después. Redundancias sorprendentes del destino…
Ella es bailarina, a punto de caer. Una Fanky Anhedonia que afirma “no me verás en el subte” mientras vive su fantasy suicida… Pero tranquilos, habitantes de oído absoluto, NO TOQUEN… Ella también caerá.


(*) Lic. en Publicidad.

Autor: REDACCION

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