Todo el mundo lo sabía, los jueces, los abogados de las partes, con mayor razón los protagonistas, y por supuesto la gente. Trece años atrás, siendo presidente Fernando de la Rúa, para aprobar la ley de flexibilización laboral se habían pagado coimas a varios senadores -no sólo de la oposición que en ese momento era el peronismo, sino también a algunos del propio oficialismo-, sin embargo la Justicia resolvió absolución de todos, a mansalva. Cómo habrá sido la cosa que hasta al propio Mario Pontaquarto, que había sido el arrepentido y denunciado la maniobra en la cual él mismo se inculpaba, también cayó en la volteada. ¡Absuelto! casi como diciéndole "usted se acusa, pero no sabe lo que está diciendo". No habría que extrañarse que algo así aparezca en los fundamentos que recién se conocerán en marzo.
De esta manera, va afianzándose el criterio de la población que en la Argentina de este tiempo no existe la Justicia. Es que, cuando no se aplica con el mismo rigor y sentido en todos los casos se convierte en in-justicia. Todos somos iguales ante la ley pero parece ser que eso no alcanza a los políticos, para quienes con fallos de esta naturaleza se consagra, o poco menos, la impunidad.
Que las coimas existieron es un convencimiento generalizado, incluso no fue sólo Pontaquarto el denunciante, sino otros que lo acompañaron, como Antonio Cafiero por ejemplo que por entonces ratificó lo ocurrido, aunque tal vez lo más significativo haya sido la renuncia del entonces vicepresidente Chacho Alvarez, quien presidía el Senado, abrumado por la vergüenza. Aunque, otra debió ser entonces su reacción, denunciando claramente las razones de su renuncia. Se perdió la gran oportunidad de transformarse en un líder, en uno de esos hombres a los que la varita mágica elige. Optó en cambio el camino del silencio, del ostracismo y de su extinción política. No se atrevió a darle el portazo a la corporación política, que tal vez hubiese cambiado la historia.
Pero más allá de todo esto, que al fin y al cabo son presunciones pues la Justicia dijo todo lo contrario, que el pronunciamiento haya sido después de trece años, es otro baldón sobre la credibilidad judicial. "Justicia lenta no es justicia", se escuchó decir desde las más altas esferas y se deslizó el compromiso de agilizarla. Si este es el resultado, pues entonces estamos frente a un sonoro fracaso. Aunque, debemos admitirlo, la rapidez se impone cuando se trata de ciertos y determinados casos, como la suspensión del fiscal Campagnoli, quien estaba investigando el lavado de dinero del empresario Lázaro Báez, caso que afecta a la familia Kirchner por el pago de las reservas de habitaciones que no eran siquiera ocupadas en sus hoteles del sur, significándoles ingresos por 14 millones de pesos en sólo un año.
Causó cierta impresión, no demasiada, tal vez un cosquilleo, ver al impávido De la Rúa -de inmaculado y elegante traje y corbata- declarar después del fallo absolutorio "ahora todos tendrán que pedirme perdón".
Pero, aunque tan importante como lamentable, esto fue sólo algo de lo que nos deja este agitado fin de año. El hoy principal vocero del kirchnerismo, Jorge Capitanich, que comenzó con todo y tras varios revolcones, comenzó a ajustarse como corresponde al decálogo K señalando a la prensa como la oposición del gobierno. Es que la verdadera oposición política, tan tenue y anémica, no consigue siquiera puntualizar claramente todo este verdadero desastre que es la Argentina en materia de energía, por referir sólo el problema que tiene a maltraer a millones de argentinos. Pero claro, al hablar de oposición, aunque parezca lejano apenas han pasado algunos meses, recordamos que hasta marzo pasado el jefe de la oposición era Jorge Bergoglio, quien al convertirse en el Papa Francisco, como por arte de magia dejó de serlo. Aunque debió superarse la confusión inicial, cuando algunas voces kirchneristas trataron de relacionarlo con la dictadura. Con sólo ver lo que es Bergoglio hoy, las conclusiones son más que obvias.
La mención de lo que ocurre con la energía después de la década ganada es una referencia inevitable. Se armó un esquema tal, con subsidios indiscriminados, del que se intentó pero no se supo salir, y que tal como van las cosas es muy factible que se intente prolongar la situación hasta fines de 2015, o bien hasta cuando aguante. Los subsidios, sólo a la electricidad, este año engullirán unos 60.000 millones de pesos, siendo la región metropolitana la más beneficiada, donde los clientes pagan los kilovatios consumidos una cuarta parte de lo que nosotros aquí en Rafaela.