Decíamos en una entrega reciente que el primer congelamiento de precios de la historia, al menos del que se tiene conocimiento registrado, fue poco más de 1.700 años atrás, implementado por Dioclesano en el imperio Romano. Fue un rotundo fracaso y del mismo modo le siguieron todos los sistemas similares que se fueron aplicando a lo largo de la historia en un largo listado de países. Aquí mismo en la Argentina hemos tenido variadas experiencias, con igual objetivo pero con diferentes nombres y disimulaciones, por supuesto siempre con resultados nefastos.
Esta vez, buscando cambiar la cáscara pero no el contenido se recurrió a la identificación "precios esenciales", que no modifica nada de las veces anteriores, salvo algunas de las formas. En lugar de los guantes de boxeo y el revólver sobre el escritorio al momento de las discusiones, se busca el convencimiento, el acuerdo. Un cambio al fin, más elegante es cierto, pero que no varía la perspectiva de fracaso.
Es que hoy, a varios días de dejarse trascender este programa y de anunciarlo el presidente Macri primero -en una extraña charla familiar-, confirmado luego por una trilogía de ministros (Sica, Stanley y Dujovne), nadie sabe con precisión como se aplica y como se hará para hacerlo cumplir. Da la impresión que ni siquiera el propio gobierno sabe bien de que se trata. Hay datos sueltos, que 64 artículos, que congelamiento de tarifas que al final no es tal -se aplicarán varias de las subas previstas con anterioridad-, que multas a los infractores.Y todo se pone en marcha el lunes. En fin, como viene ocurriendo desde el principio, otra vez se falló con la comunicación. Lo único que queda clarito es la incertidumbre y la confusión de siempre.
Es por esas razones que, con todo respeto, planteamos el interrogante del título ¿plan o flan?, aludiendo al flan que hizo famoso el actor Alfredo Casero. Queda la sensación que a esta altura todavía no está bien definida la letra del comienzo, pues tanto puede ser plan como flan, tal vez haya una mezcla de ambos. Así la cosa, convertida casi en costumbre.
Si esta es la carta que se juega Macri para buscar la reelección, debemos convenir que sus posibilidades se diluyen como el agua en un puño. Salvo, que de aquí a octubre se produzca alguna situación inesperada que modifique de cuajo el actual escenario. Difícil pero no imposible en un país como el nuestro donde absolutamente todo puede suceder, aunque casi siempre para retroceder un poco más.
En tanto, del otro lado de la grieta, los errores del gobierno y su propio silencio fueron suficientes para el afianzamiento de Cristina Kirchner para tratar de volver a la presidencia. Claro, que aún está de por medio su situación judicial, con el comienzo del juicio oral el 21 de mayo, cuando por primera vez la expresidenta se sentará en el banquillo de los acusados. Por lo pronto es cercano su regreso a la exposición pública, cuando deba presentar su libro -elaborado dentro de total hermetismo-, curiosamente titulado "Sinceramente". Si volvemos la vista atrás, con todo lo ocurrido durante su gobierno, sea en corrupción como en engaños, la elección del "sinceramente" hasta puede interpretarse como una burla.
En el medio de una grieta cada vez más profunda, una alternativa distinta a las dos nombradas, continúa sin aparecer con claridad. Nadie cede, y creemos con razón, a las pretensiones de reconocimiento que otros exigen. Es verdad aquello la cancha se ven los pingos, aunque en este caso se ajuste más las urnas tienen la palabra.
Más allá de toda clase de apreciaciones, la realidad que nos sacude a todos nosotros es inmodificable. Lo que se viene es nuevamente la opción de votar en contra, que parece ser la única salida, cuyos resultados se encuentran a la vista. No es necesario recurrir a demasiados argumentos.