Los tests de inteligencia han puesto de manifiesto que entre diversos individuos o grupos de individuos pueden existir diferencias no sólo de grado, sino también de estilo o forma. En general se admite que la llamada inteligencia es un término que abarca numerosos componentes, factores o aptitudes.
Dentro de esta vaga definición se explica que muchas personas que lucen de ser inteligentes no alcancen a discernir en sí mismos o en otras personas que la inteligencia no constituye un bloque unitario y compacto.
Haciendo más precisiones Howard Gadner en la Universidad de Harvard clasificó diversas calidades de inteligencias, independientes entre sí, a saber: Inteligencia interpersonal Q sea la capacidad de relacionarse con el otro. Intrapersonal, relativa al grado de conocimiento de uno mismo (aptitud en nada fácil). Verbal, capacidad de expresión, oralidad. Espacial, propia de arquitectos, pintores, escultores. Musical, de muy diferente grado, desde Mozart a un rockero. anestésica o neuromotriz, propia de los acróbatas y deportistas destacados. Matemática, está demás mencionar a Einstein. A estas calidades de inteligencia pueden agregarse la inteligencia filosófica^ la científica. Esta última puede asimilarse a la inteligencia matemática.
Actualmente se ha difundido la llamada inteligencia emocional consistente en la capacidad de utilizar las emociones en favor de una mejor interrelación comunicacional, haciendo que lo emocional no quede fuera de control, evitando de ese modo que pueda convertirse en causa de conflictos en vez de lograr armonía interpersonal e, incluso, ventajas personales. Se trataría de la inteligencia interpersonal citada por Howard Gadner, cuyo eje neuromental pasaría por la interrelación amígdalas cerebrales-corteza prefrontal. En realidad esta inteligencia sería mejor llamaría prefrontal, ya que desde esa corteza es posible manejar las emociones que, por sí mismas, carecen de capacidad de autocontrol racional por pertenecer al sistema mamífero-emocional-instintivo, es decir de origen animal. Esto sea dicho sin negarle a los animales cierto grado de inteligencia.
Cada una de esas aptitudes intelectuales y propiedades psicosomáticas no son excluyentes una de otra, sino que en un individuo pueden coexistir dos o más inteligencias. Así también puede darse que un científico carezca de inteligencia verbal, dando con ello una equivocada impresión. En Leloir, nuestro premio Nobel de medicina, llamaba la atención su pobreza verbal. Por su parte, Einstein era hábil violinista, aunque demoró en adquirir el desarrollo del habla.
Pero lo más común es confundir oralidad y memoria con inteligencia, entendida ésta última como una totalidad. Otro tanto sucede con la erudición. Una persona muy lectora de pensamientos ajenos y con buena memoria para repetirlos, puede dar la impresión de ser muy inteligente.
Entre los hombres del quehacer político la oratoria es una carta de presentación indispensable, aun cuando llegados al ejercicio del poder demuestren su gran incapacidad. De esta afirmación nuestro país cuenta con varios ejemplos.
En nuestro actual momento político tenemos que nuestra presidente Cristina es considerada una persona muy inteligente. Nadie dudaría de ello, nada más que por confundir verborragia y memoria con inteligencia.
Si nuestra presidente contara con inteligencia emocional, no digo ya filosófica, científica u otras inteligencias, ella no buscaría la confrontación, no cometería tantos errores, no crearía tantos conflictos, sino que por el contrario hablaría menos y escucharía más. Trataría de conquistar la voluntad y la simpatía de quienes no la votaron, en lugar de provocar con su soberbia sentimientos de rechazo, además de mentir, amenazar, de no corregir la corrupción, la inflación, la inseguridad y todas sus consecuencias.
En suma, Cristina Fernández posee gran verborragia, memoria ideologizada, y poca inteligencia.
(*) Desde Córdoba.