Notas de Opinión

Reacciones ante la tragedia y el dolor

Es poco menos que imposible repasar la actualidad sin abordar la tragedia ocurrida con el tren en Once, que dejó 51 muertos y 703 heridos, obviándose ex profeso la calificación de accidente, que el diccionario define como "casualidad, eventualidad, suceso fortuito que altera el orden de las cosas", pues en realidad de eventual o fortuito no tuvo absolutamente nada. Aunque cueste decirlo, algo tan tremendo como esto, estaba dentro de lo previsto, desprendiéndose de tal manera en el informe elaborado por la Auditoría General de la Nación -esa misma de la cual el nuevo radicalismo de Mario Barletta pretende desplazar a Leonardo Despouy, para ubicar a alguien con mayor predisposición de acuerdo con el Gobierno- en el año 2008. Y como en estos años las inversiones continuaron brillando por su ausencia, sin que haya controles ni mayores exigencias para los concesionarios, es dable suponer que todo el sistema ferroviario se encuentra aún peor que entonces, pudiendo decirse como claro y contundente ejemplo, que el convoy accidentado debía contar con 8 compresores en su sistema de frenaje y sólo tenía 5, aunque eso no es lo peor, pues otras formaciones estarían circulando todavía con menos, y si alguien dentro del esquema de trabajo se atreve a decir algo, a hacer alguna denuncia, directamente es echado.

Duele siquiera decirlo, no siendo cuestión de agorería, sino de realismo, pero lo sucedido el miércoles en la Estación Once puede volver a repetirse en cualquier momento, mañana mismo. Esta tragedia no parece haber sido un llamado de atención suficiente, como tampoco lo fueron otros episodios que aún sin esta magnitud, dan cuenta de la precariedad de todo el sistema ferroviario. Están desvencijadas las locomotoras, los vagones a la miseria, las vías en lamentable estado, el sistema de señalización deficiente, pasos a nivel que no funcionan. Así viene todo desde hace largo tiempo.

De los ferrocarriles nacionalizados por Perón fue quedando poco y nada, se continuó como pudo, cuando nos espantábamos porque tenían una pérdida de dos millones de pesos por día. En los ´90 llegó Carlos Menem y lo poco que quedaba terminó por desmantelarlo, con aquella recordada frase "ramal que para, ramal que cierra", después vino la crisis de los cinco presidentes en poco más de una semana, Eduardo Duhalde y Fernando de la Rúa, que tantos problemas tenían que ni siquiera deben haberse enterado que los ferrocarriles estaban en estado crítico. Y ahora estos años de kirchnerismo, que como gran novedad implementó los subsidios -que sólo el año pasado por ejemplo costaron 1.700 millones de dólares-, buscando que la inflación no llegara al bolsillo de la gente, una metodología que estamos viendo cómo está terminando, inaguantable para cualquier presupuesto cuando a la economía le llega un baño de realidad.

En el caso de los ferrocarriles, la falta de control fue la enorme deficiencia que ahora nos pone frente al abismo. El dinero iba, pero ignorándose el destino, incluso con compras de materiales en España y Portugal -realizadas por Ricardo Jaime, procesado por su paso al frente de Transportes, a quien se lo conoce como "el valijero"- que significaron el despilfarro más absoluto, pues lo traído fue material chatarra, inservible. De haber estado a cargo el más humilde de los trabajadores de las vías, no hubiese concretado una compra de esa naturaleza, así de simple y de entendible.

Y ahora nos encontramos, frente al dolor y la tragedia, con un sucesor de ese cargo como Juan Pablo Schiavi tratando de minimizar la cuestión diciendo que "si el accidente hubiese ocurrido el día antes hubiese habido muchos menos muertos pues era feriado", o bien que los pasajeros tienen la costumbre de ubicarse  en los primeros vagones para bajarse antes, debiéndose concluir por sus dichos que se deben ocupar los vagones de atrás porque los delanteros pueden estrellarse. Si bien dejamos en claro que nunca hemos tenido coincidencias con Hebe de Bonafini, esta vez hizo centro al decir que sintió vergüenza ajena por estas declaraciones, calificando al funcionario como "flor de pelotudo".

¿Usted se imagina a Schiavi en el gobierno de Dilma Rousseff en Brasil? Ni siquiera hubiese tenido tiempo de regresar a su oficina pues tendría que haber presentado la renuncia por el camino. Aquí en cambio sigue como si nada,  con absoluto respaldo, incluso siendo quien trata de dar explicaciones que no existen salvo en mentes afiebradas, que tratan de ensalzarse con la eficiencia del operativo de rescate y echar al olvido la responsabilidad en los desencadenantes de la tragedia.

Pero además y siempre detrás de ese objetivo del traslado de responsabilidades, la Presidenta en persona dio la orden de presentar al Gobierno como querellante, es decir, ser víctima de la tragedia, con lo cual quedaría exceptuado de ser investigado y corriendo toda la culpa a la empresa TBA. Tal como lo hace con YPF por la falta de combustible. Quienes fueron sus aliados hasta hace un momento, hoy son sus enemigos. La política del "yo no fui". No decimos que las empresas no tengan responsabilidad, pero ¿y todos estos años sin control y con tanta plata dilapidada, no es acaso exclusiva responsabilidad gubernamental?

Unas líneas para otros dos temas. Patética la explicación ensayada por la ministra Nilda Garré buscando esquivar la responsabilidad del Proyecto X,  con una serie de inexactitudes que recibieron una avalancha de desmentidos. Y por si faltaba algo, es altamente probable que el juez Oyarbide quede a cargo de la causa Ciccone, que involucra en un supuesto negociado al vicepresidente Amado Boudou. ¿Le sugiere algo?

 

Autor: Roberto Actis

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