Rural

Realidad supera a ficción

Por Teresita Tosco. - Clotilde: ¡Qué hazaña! ¡Con el látigo todo el día sobre el lomo para que no te des cuenta de que alrededor tuyo no hay otra cosa que chacra, animales y burreada!

Eda: ¡Y plantones que te dejan dura al lado de la cocina, de la batea y de la mastra!

Otilia: ¡Y los mejores años de tu juventú torciéndote los dedos y la espalda, enterrada en la maldita mugre de las vacas!

Fina: ¡Y pisar escarchas en invierno y reventar debajo del sol en el verano!

Clotilde: ¡Y criar hijos y más hijos para que en premio se te quieran ir a buscar mejor vida a la ciudá! ¡Lo que soy yo, no termino mi vida como ella, acá!

Chun: ¿Y qué pretendían ustedes al casarse con chacareros? A mí, Dios me hizo para esto y aquí estoy cumpliendo con su santa voluntá. Alguna vez es justo decir que también es lindo estar preparando la ropa para los hijos, la comida para todos los hombres de la casa, y ver madurar por fin la cosecha que tanto se esperó (llora). Y que el hombre que te hizo su mujer busca una palabra tuya para seguir adelante. ¿Qué me dicen? ¿O será mejor irse a la ciudá, como tu cuñado, Clotilde, o como tu hija, Otilia, para amontonarse en dos piezas con una puerta y una ventana que ni vidrios tienen? Aquí puedo mirar el cielo para pedir la lluvia que necesita el campo y encender el horno del pan y comerme con mi familia ese pan que yo misma amasé ¡Ah, no, yo sé para lo que sirvo y por eso conozco cuál es mi lugar! (obra poética teatral titulada “Adiós, adiós Ludovica” escrita por Lermo Balbi, dirección de Antonio Germano, representamos con el grupo de teatro del Lasserre en 1985).

Necesito prologar mi comentario con este fragmento de la obra de Balbi, para darme cuenta de lo que viví en el seminario internacional "La mujer rural hoy", en Sunchales el pasado 26 de abril. En el programa de mano decía además historias, vivencias e intercambios para inspirar y potenciar nuevas maneras de ser entre nosotras.

Presencié la formalidad de la presentación y ya percibí en ese primer momento el esforzado trabajo puesto en la realización del seminario. Hay que hacerlo todo y todo bien. Me acordé de mis años pasados en la Secretaría de Dirección del INTA Rafaela con el Ing. Carlos Torres como director. Las jornadas de productores con una masiva participación de hombres del campo. De todas las edades pero hombres. Posiblemente en aquella época ya se estaban ocupando en INTA por el rol de la mujer. Pero era la muchachada campesina masculina la que poblaba auditorio, galpones, parque, cuadrados con la siembra de los planes de trabajo en marcha, estudio, investigación y experimento en tierra.

Este seminario convocó a las mujeres rurales, las que están en la casa con los hijos sí, pero que pasaron de grado, y crecieron y de pie ponen el hombro y las ideas en la empresa agropecuaria. Comparten con los hombres trabajo, esfuerzo, objetivos, sueños, fracasos y logros, lado a lado. Como dice un poema de Saramago dedicado a la mujer, su mujer: “¡Tengo la edad que quiero y siento!/ La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso./ Hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso o lo desconocido./ Pues tengo la experiencia de los años vividos/ y la fuerza de la convicción de mis deseos./ ¡Qué importa cuántos años tengo!/ ¡No quiero pensar en ello!/ Pues unos dicen que ya soy vieja,/ y otros "que estoy en el apogeo"./ Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice,/ sino lo que mi corazón siente y mi cerebro dicte./ Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso,/ para hacer lo que quiero,/ para reconocer yerros viejos,/ rectificar caminos y atesorar éxitos./ Ahora no tienen por qué decir: ¡Estás muy joven, no lo lograrás!/ ¡Estás muy vieja, ya no podrás!/ Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma,/ pero con el interés de seguir creciendo./ Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos./ Para seguir sin temor por el sendero,/ pues llevo conmigo la experiencia adquirida y la fuerza de mis anhelos.” Está aquí poéticamente descripta, la mujer rural hoy habitando transformaciones. Y en las manifestaciones que los grupos venidos desde diferentes poblaciones de nuestro territorio, expresaron en el aula, hubo abundante testimonio de este cambio. Las conexiones con otros países, Colombia, Salto y Montevideo Uruguay, Puerto Rico quizás un poco extenso, Chile que me interesó especialmente por el tratamiento de las mujeres rurales e indígenas. No se soslayó un tema preocupante, la violencia. Las conexiones con el exterior del país, y los grupos reunidos en Rafaela igualaron el objetivo propuesto, mujeres rurales reunidas y unidas en una causa mansa y suave, pero rotunda, ser nosotras y demostrarlo. El primer grupo que llegó fue el de Selva, después asomaron los demás, Carlos Pellegrini, Ramona, Sunchales y tantos otros. Los estudiantes de 4º y 5º años del colegio de Raquel Adriana, Brian, Micaela, Tomás estaban porque querían ver de qué se trataba esto y sus familias están vinculadas con el trabajo rural. La palabra sororidad la escuché repetidamente, se deriva de la hermandad entre mujeres, el percibirse como iguales que pueden aliarse, compartir y, sobre todo, cambiar su realidad debido a que todas, de diversas maneras, hemos experimentado la opresión. Chile particularmente habló de resiliencia, es decir la capacidad que tiene una persona para superar circunstancias traumáticas como la muerte de un ser querido, un accidente. Y que la mujer chilena ejerce de manera notable debido a los reiterados fenómenos climáticos y geológicos que padecen. El aporte de una guerrera rural Carolina Boratero de Irigoyen, acompañada por INTA Gálvez me conmovió. El final fue casi un juego, armado propositadamente para relajarnos y acercarnos y sincerarnos espontáneamente. De vuelta a casa tuve a la anciana Ludovica Raca dándome vueltas alrededor forzándome a reconocer que después de todo, la realidad, su realidad (me refiero al personaje) supera la ficción, la bella ficción que creó Balbi. Agradezco haber ido a este seminario y haber sido testigo del cambio.

Autor: REDACCION

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