Por Hugo Borgna
Los musicalmente generosos años 70 dejaron una línea poética y sensiblemente rica. Como variante amable del todavía vigente rock and roll, quedó un tipo de canción que se bautizó “rock lento” o “balada”. Y los cantores, baladistas.
Ese es el camino que recorrió, entre otros, nuestro Sandro. Como esa era la onda, hubo un autor (por supuesto, amigo y creador de algunos temas para él) que se identificó como Salako, llegando a cantar él mismo muchas de esas balada-canciones que se escuchaban con preferencia en radio (no hay error posible, era por radio).
Las letras tuvieron su transformación también; los temas se abrieron hacia reclamos sociales y, como en el caso de “La ocasión hizo al ladrón”, contaron una historia donde el amor fue protagonista. Desde un ángulo distinto de la pareja y sus situaciones clásicas de abandonos, reclamos variados y surtidos de regreso al amor y pedidos de compartir sentimientos.
Los cantores hicieron lo suyo para que se considere ese tiempo como privilegiado en cuanto a libertad en el modo de cantar y seleccionar letras.
Y tenían con qué.
Muchos se habían formado en Europa (Italia, mayoritariamente) con la dirección artística de padres alimentados en el bel canto. Surgieron así Ricardo Roda (Verano Violento), quien en sus presentaciones en el interior (en nuestros bailes, y en el mejor momento de ellos) demostraban su paso bien recorrido por severos conservatorios cantando sin micrófono “Catarí” ( “cuore ingrato”).
En la misma línea habían lucido Marco y Ricardo Yarke (“Soy un extraño”, “Solo”), todos acompañados por valiosas orquestas estables de las grabadoras. Un poco más acá de la historia, asomaba una voz que sigue siendo un hito en América: Roberto Yanés.
Volvamos a “La ocasión hizo al ladrón”.
Es el relato poéticamente desarrollado de una seducción, contada desde el interior de uno de los protagonistas; es decir contado por quien era “él” de la circunstancia. Un encuentro destinado a dejar recuerdos conmovedores entre los participantes de una situación. Pocos olvidarán fácilmente las vivencias que allí nacieron.
Por lo menos nosotros, que presentamos ahora esta ocasión que hizo surgir el ladrón, oculto entre las mejores intenciones.
Lo que sigue es la letra, testimonial y comprometida, de la sensitiva “La ocasión hizo al ladrón” que elude con elegancia los lugares comunes de la poesía cantada.
Si se sufre, tampoco es un hecho extraño de la existencia. Es, directa y efectivamente, la vida.
“Era de noche me miró y la miré – una sonrisa pudo más, la acompañé – aquel amigo que
esperaba no llegó – aproveché y la ocasión hizo al ladrón.”
“Me la llevé a aquel lugar y le gustó – era la música que hablaba por los dos – yo la abracé, me estremecí, se estremeció – y en solo un beso me entregué y se entregó”
“Nos sorprendieron mil estrellas junto al mar – como la vida, el amor tiene un final – sentía frío y mi abrigo le ofrecí – y se apagó, yo me encendí y dije así".
“No me dejes esta noche, aunque todo terminó, déjame decir tu nombre – con amor y sin rencor.”
“No me dejes esta noche, hoy que he perdido la fe, entre los besos amargos de tu corazón mujer”.
“No me dejes esta noche -que no me voy a engañar para qué mientes cariño, si de ti soy uno más.”