Sociales

Sensaciones y sentimientos: instrumentos que son amos

Un análisis de virtudes y beneficios de la informática.
Crédito: Pinterest

Por Hugo Borgna

La visión anticipada de tiempos para transcurrir, es un mérito que se pude aplicar sin ningún desmerecimiento a Tomás Alva Edison, creador de bombilla eléctrica (nuestro cotidiano foco) y a la vez de un sistema indubitable en eficiencia, seguro al ciento por ciento: la llave de dos posiciones que hace que la energía de la bombilla se traduzca en luz generosa y amplia y que al mismo tiempo permita apagarla cuando ya no se necesita.

Ese concepto tan básico, está apoyado en dos firmes pies que no necesitan expresarse en complicadas y cómplices fórmulas para ser comprendidos (para hacer fácil la vida siempre conviene hacerla simple, dirían los iluminados de entonces, con la vigencia de verdad consagrada hoy en los almanaques 2025 de una cadena de supermercados iniciada aquí)

Es el sistema perfecto para hacer útil la vida en los domicilios ¿O no?

Es una de las ideas más revolucionaria para todos los tiempos ¿O no?

Sin embargo, siempre hay una posibilidad recién desarrollada que sale a lucirse esplendorosa: llegó la generación de los byts, con la intención de dejar en el pasado los objetos que ya no son dignos de estudiarse en su materia.

Es una célula con más facilidad de desarrollo. La tradicional, que sigue existiendo, se difunde geométricamente y eso no es poco. La más reciente empezó su vida activa y multiplicada (lo hace por mil). Los escalones siguientes se llaman kilobyte (1000), megabyte (1000000) y así mientras lo permita la cantidad de cifras.

¿Es posible ver un byte? Por supuesto, es el signo gráfico base de cualquier escrito mediante un programa “procesador de texto”. Coincide con el que ocupa una letra.

Hizo su entrada al gran desarrollo “como quien no quiere la cosa”, en el sutilísimo espacio invisible entre un siglo y otro, en el preciso momento en que se hizo posible que muchos pudieran tener en su casa una computadora, y se la llamó “Computadora personal” (PC) por cuestiones idiomáticas y de marca.

¿Se dan cuenta, lectores, qué lejos y abandonada quedó la bautizada entonces “teoría de la llave de luz”? Desde entonces, quedaron tantas posibilidades numéricas como espacios para poner ceros sin preocuparse por lejanos remotos límites.

El sistema bancario fue uno de los poderosos pioneros. Y los particulares que adhirieron al “Banco en casa” fervorosos adherentes. En esos tan desarrollados promisorios momentos se supone que algún cliente considerara que el servicio “Banco en casa” incluía también la presencia en su domicilio de algún empleado/a, llegando incluso a la identificación.

Llegado el momento perfecto no hubo ya confusiones para saber con exactitud cuál era de quién. Lo aseguraban datos personalísimos como nombre de “usuario”, y claves debidamente secretas, conjunto éste de datos tan íntimos como el pie donde vegetan los callos.

Estos instrumentos, habilitados de poder, inventaron una nueva lógica: para que sea totalmente seguro, habría que cambiarlos con estrecha frecuencia: el cliente se encontraría con nuevas claves y así, si se filtraba algún dato anterior, se limpiaba el conjunto con el nuevo código.

La herramienta no se conformaba ya. Sentía que esa palabra la asfixiaba y por eso hizo el cambio.

Hoy, adaptados todos los sectores a esta ecuación, muchos clientes -conscientes de que quién es desde ahora el amo- registran el código más reciente en un papel y lo llevan en el zapato izquierdo y de paso se benefician porque dejan, allí para no olvidar, la marca del callicida.

Cuando deben hacer un cambio reemplazan el papel y destruyen el anterior.

Autor: 465151|

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