Por Hugo Borgna
“Mama… yo quiero un novio – que sea milonguero, guapo y compadrón – que no se ponga gomina – ni fume tabaco inglés – que pa’ hablarle a una mina – sepa el chamuyo al revés – mama, si encuentro a ese novio – juro que me pianto – aunque te enojés”
(Hay una larga historia entre japoneses y argentinos. Debe ser el encanto de caminar por las antípodas sin peligro de caer en China o Mongolia. Tampoco nos sentimos tan extranjeros cuando dentro las cuerdas de un ring atamos un campeonato de boxeo, con el esfuerzo mayúsculo de levantarnos a las 5 de la mañana para escuchar o ver, en el espacio reducido de párpados, que no sabíamos si estaban semi abiertos o semi cerrados. Se cuenta una anécdota, de cuando Pascual Pérez obtuvo el campeonato mundial superando a Yoshio Shirai. La delegación argentina fue agasajada en un local japonés, allí se hicieron presentes el honor y el reconocimiento nipón. Una presentadora manifestó que felicitaban a nuestro boxeador, pero dejaba en claro la tristeza que experimentaban “porque había perdido nuestro campeón”).
(Existe una teoría -por si así no fuera, sería interesante instalarla- que formula que los elementos culturales de los puntos ubicados en las antípodas tienen factores comunes que los conectan.)
“Ayer un mozo elegante – con pinta de distinguido – demostrando ser constante – desde el taller me ha seguido – más cuando estuvo a mi lado – me habló como un caramelo – del sol, la luna y el cielo – y lo pianté con razón”
(Ranko Fujisawa fue la parte sobresaliente, con mucho mérito, de la orquesta Tokio, del país que adoraba ver salir el sol y se iluminaba con sentidos tangos profundos. Estaba casada con Sampei Hayakawa, director de esa orquesta “típica”, y debió esforzarse con especialistas en el decir porteño tan parecido a un frase. Fue guapa para darle la entonación bien nuestra)
“Mama, yo quiero un novio – de los de gacho ladeado – y trencilla en el pantalón – que no sea un almidonado – con perfil de medallón – mama, yo quiero un novio – que al bailar se arrugue como un bandoneón”
(Nació el 21 de julio de 1925. Vivió 88 años, habiendo llegado a Buenos Aires en 1948. Su retiro, lento y prolongado, había comenzado en 1970.)
(Como todos los extranjeros, cantó con la utilitaria fonética. Grabó “Caminito”, “Sur” y varios tangos icónicos, con la colaboración de Aníbal Troilo. Ella compuso una letra de “Mama…” en japonés, y para sentirse más cómoda concretó también una grabación bilingüe. Dentro de su evocación quedan registros en el disco y en películas. La orquesta Tokio, aquerenciada aquí, nos visitó más de tres veces. En una de las últimas, trajo también al cantor Iquo Abo)
(A pesar de haber concretado la casi protocolar inclusión de temas nuestros por parte de cantantes en otro idioma -como lo hizo Nat King Cole grabando “El Choclo” en castellano- lo de Ranko Fujisawa, en tiempos en que reinaba la radiofonía es memorable. Con calidad y esmero muy propios, que hasta podríamos definir como amor, llegó a nosotros y quedó.
Termina confesándolo en la letra de “Mama… yo quiero un novio”, que le compusieron a su medida. Dice de su decisión y placer para plantarse y ser percibida como la que definió Gardel: una “pebeta de mi barrio”).
“Mama, yo quiero un novio – que sea milonguero, guapo y compadrón - yo quiero un hombre copero - de los del tiempo del jopo – que al truco conteste “quiero” – y en toda banca va al copo – tanto me da que sea un pato – que si mi novio precisa – yo empeño hasta la camisa – y si eso es poco el colchón”.