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Sensaciones y sentimientos: señor, deseamos su muerte

una secretaria que coordina terribles decisiones.
Crédito: Pinterest

Por Hugo Borgna

La secretaría del ejecutivo Elegido Blar estaba acostumbrada a no tentarse cada vez que alguien mencionaba a su jefe. Ya no contestaba como antes “Mejor siga derecho” y por eso, como era habitual, le dijo al ejecutivo que lo estaban esperando dos señores formales y compuestos, vestidos de oscuro y correctamente (había pensado “muy formales”, pero no se lo dijo así a su superior). Adivinando la respuesta, los hizo pasar indicándolo con un movimiento de manos.

A todo esto, los lectores atentos están previendo diversas alternativas. Las hay, y también sorpresas, pero vamos a elegir el camino un poco sinuoso; no tanto como este caso del ejecutivo Elegido Blar, a quien encontramos ya frente a los formales visitantes.

La nuestra es una entidad que no frecuenta demasiado a las personas; no genera relaciones continuadas, eso queremos decirle. No está bien visto, más bien si alguien nos identifica por la calle, ellos y nosotros hacemos como si no nos hubiéramos visto.

Exponían cada uno a su turno, sin interponerse. Sin apuro, tratando de no cargar con drama su objetivo. Le contaron al ejecutivo que muchas personas tienen enemigos declarados y otros que no están a la vista pero actúan. “Allí es cuando empezamos a intervenir”, completaron.

Alguien nos encarga una tarea y la cumplimos. La nuestra es provocar de una forma no criminal la muerte de una persona determinada, señalaron los visitantes a un ahora más atento ejecutivo, quien hizo la primera de las preguntas clave: tienen razón, pero lo primero que advierto como poco efectivo de su propuesta, es que muchas muertes se producen por enfermedad y ustedes no podrían atribuirse el dudoso mérito de haberla provocado.

Es cierto, dijo uno de los expositores.

Ocurre muchas veces, completó el otro. El efecto casi nunca es instantáneo, pero va sembrando la semilla de una muerte, si es que me permite la licencia de humor negro. Nosotros lo llamamos humor propio, exclusivo de nuestro ramo, aunque no de flores (en este punto el expositor esbozó una sonrisa, pero la ocultó a tiempo). Ya ve cuál es el método, y a veces para asegurarnos el resultado visitamos al destinatario en una nueva oportunidad. Más seguido que eso no, nuestro servicio es también respetuoso y prudente.

¿Tienen ustedes alguna estadística?, preguntó el ejecutivo, y por supuesto no detallada, aclaró. Es decir, ¿hacen ustedes seguimiento de los casos en que los contratan? Porque supongo que no usarán el peligroso y superado recurso del accidente de auto.

No señor, le dijeron los dos, a coro formal. Eficiencia, seguridad y respeto. Además, los pedidos se atienden en riguroso orden de solicitud. ¿Estadística nos mencionó? Hemos fallado pocas veces, eso sí podemos decir, porque no podemos verificarlo preguntándole al fallecido por encargo.

El ejecutivo se lamentó de que su secretaria no estuviera presente. Verdaderamente ella tendría oportunidad de comentar esa singular -y por qué no divertida- conversación a sus amigos.

Estudió a fondo a sus visitantes. No sonrió porque no era adecuado, pero se imaginó dándole el servicio ofrecido por ellos a un ejecutivo muy competidor que le quitaba los clientes con elegancia, deleite y placer. Resolvió, antes de decirles que le gustaría tomar una propuesta así, hacer una aclaratoria última pregunta: ¿cómo llegaba a saber la persona seleccionada que había muchos que deseaban su muerte?

La respuesta le llegó rápida y clara.

Se lo comunicamos nosotros, le dijeron. En este caso, venimos a decirle que en este momento hay dos mil personas que están deseando su muerte.

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