El menú de candidatos quedó desplegado este sábado con todas
las figuras de primer nivel, a la altura de una elección en la
que estarán en juego la segunda etapa del mandato de Mauricio
Macri y el liderazgo opositor.
En medio de una gran tensión política y con las miradas
centradas en la provincia de Buenos Aires, Cristina Kirchner y
Sergio Massa jugaron hasta el final con la indefinición, pero
ratificaron que le pondrán el cuerpo a la campaña como candidatos
a senadores nacionales por ese distrito clave.
Cambiemos ya había oficializado para esa elección los nombres
de Esteban Bullrich y Graciela Ocaña como cabezas de las listas
de candidatos a senadores y diputados nacionales.
La tensión bordeó toda la tarde el comando de Florencio
Randazzo, quien ratificó primero ante Cristina y luego frente a
su tropa la intención de ser candidato hasta que firmó esa
postulación por una lista propia y lacró su suerte.
Antes de difundir la foto con su firma, intendentes aliados
encabezados por el de Hurlingham, Juan Zabaleta, le pidieron que
vuelva a negociar una lista conjunta con Cristina Kirchner,
dentro del Frente de Unidad Ciudadana.
Los alcaldes temen que una
muy mala elección mine su poder en los distritos.
Pero el exministro mantuvo su postura y ahora se expone a un
desafío mayúsculo: arrancar cuarto una campaña en la que los
analistas creen que habrá una polarización entre el oficialismo y
el cristinismo o que -a lo sumo- incorporará como tercer opción
competitiva al frente 1 País de Massa y Margarita Stolbizer.
Randazzo debería mostrarse como una revelación en su primera
incursión como candidato en las grandes ligas, si quiere revertir
esta largada con poca estructura y malos pronósticos.
El preámbulo de los comicios también vuelve a mostrar a
Cristina Kirchner como centro.
El peronismo prácticamente en
pleno aceptó despojarse de las etiquetas partidarias para
seguirla; Massa la esperaba para definir su candidatura y
Cambiemos también moldeó a sus postulantes para enfrentarla.
Como ya se dijo varias veces, la batuta de la campaña del
oficialismo bonaerense la llevará María Eugenia Vidal, a quien
los directores de imagen del PRO buscan pintar como una leona
contra las mafias, pero candidatos "naif" no eran recomendables
para el nivel de la paleta que presentará la oposición.
Esteban Bullrich, acostumbrado al espadeo, y Ocaña con su
prédica contra la corrupción, son figuras a la carta para
enfrentar a rivales que nadie subestima.
La exjefa de Estado demostró en la cancha de Arsenal que está
dispuesta a la cruzada de reinvertarse sin dejar de ser la misma,
sabiendo que esta elección seguramente romperá el aura de
invencibilidad que le dio el 54% presidencial de 2011.
Su piso electoral es muy alto, pero con esta nueva estética
intentará quebrar el techo -relativamente bajo para lograr un
triunfo- que le fijan todos los encuestadores.
Para eso armó una lista con varias caras nuevas y otras
conocidas. Su compañero para el Senado será Jorge Taiana, a quien
había echado de la Cancillería y ahora recupera como una tajada
del Movimiento Evita que respalda a Randazzo.
La lista de Diputados la encabezará Fernanda Vallejos, una
economista K de solvencia en los medios para hablar pestes del
plan M y Roberto Salvarezza quien fue presidente del Conicet.
También aparecen Fernando Espinoza, procedente de la "quinta
provincia" de La Matanza y Daniel Scioli, relegado al quinto
lugar luego de haber sido casi presidente hace menos de dos años.
Massa, por su lado, tratará de blindarse con Stolbizer para
dar el debate de la transparencia y sondeará el humor de la calle
para mantenerse como tercero en discordia. Felipe Solá aparece
como un lugarteniente fiel para la lista de Diputados.
El tigrense ya anticipó que hará campaña para que bajen los
precios y lanzó hace pocos días un sistema de Alerta Buenos
Aires, con el que se mostrará como un hacedor contra la
inseguridad.
OPTIMISMO OFICIALISTA
Pero las lecturas pueden ser miopes si se reducen a Buenos
Aires. La expresidenta forzó un desprendimiento peronista al
rechazar ir a una primaria con Randazzo y ahora quiere
reposicionarse para 2019, pero así como el Conurbano la sostiene
en el interior perdió predicamento.
Por eso en el oficialismo sobraba el optimismo en este cierre.
El escenario era el preferido para el principal distrito
electoral del país, es decir que el peronismo vaya dividido y con
Cristina como candidata y son prácticamente la única fuerza que
cuenta votos en todas las provincias para una lectura nacional.
Es al revés de lo que pasaba cuando reinaba el Frente para la
Victoria y no es un dato menor teniendo en cuenta que las
elecciones de medio término suelen trazar un recorrido para las
presidenciales que se desarrollen dos años después.
Desde el retorno de la democracia varias elecciones
intermedias configuraron anuncios de lo que vendría después. Las
sufrieron el radicalismo en 1987 y 2001 y el PJ en 1997, en tanto
que a los que les fue bien, lograron sostenerse un período más.
Más allá de la resonancia de los resultados distritales esa
lectura debe realizarse en función del fortalecimiento o
debilitamiento de los distintos sectores en el Congreso nacional.
Para el oficialismo sería importante tonificarse para
enfrentar una etapa en la que intentará instrumentar cambios
macroeconómicos estructurales frente a una oposición, cuyo perfil
también saldrá de las elecciones: más dura si avanza el
cristinismo o más dialoguista si prevalece el PJ tradicional.