Pasaron justo tres semanas, y todo sigue como el primer día de la muerte del fiscal Nisman. Es más, mucho más revuelto y confundido todo, pues ese parece haber sido el objetivo de varias de las partes, como para ir pensando, tal como lo viene haciendo la mayoría de la gente desde un principio, que este tristísimo episodio que puso al descubierto el derrumbe institucional que se vive en el país, es altamente probable que nunca sea esclarecido. Aunque las esperanzas, tal vez mezcladas con algo de ingenuidad, nunca se resignen.
Lo que sí es cierto, por lo expresado, es que el caso es dinámico y por lo tanto cambiante en forma constante, muchas veces en cuestión de horas. Como la casi licencia de la fiscal Fein por ejemplo, entre otros muchos.
Quien hizo la pera y puso marcha atrás en su corajeada de dar una conferencia de prensa para "aclarar todo" respecto a las escuchas telefónicas, fue el piquetero D´Elía. Parecía muy dispuesto a hablar y hubiese sido más que interesante, ya que su voz sostiene cosas que serían muy complicado desdecir, pero dejó a todo el mundo con las ganas, ahora quiere hablar en el programa 6 7 8, aunque no sería lo mismo, pues terminaría pareciéndose a una de las conferencias del cada vez más devaluado Capitanich, un jefe de Gabinete que hoy por hoy debe ser quien más hunde y perjudica al gobierno, ni hablar de su propia persona, ya que llegó a este cargo con antecedentes de respeto y trayectoria, los que arrojó al fango en su afán por ganar posiciones en esa carrera de la obsecuencia que rodea a la presidenta Fernández.
Aunque ya mucho se haya dicho, no podemos dejar de mencionar el efecto lamentable, que hizo sentir vergüenza ajena, de romper las páginas de Clarín ante las cámaras. Y aún peor fue al día siguiente, al no mirar siquiera al periodista de ese diario presente en la conferencia de prensa, tras haber quedado perfectamente en claro que había escrito la verdad. Capitanich ni siquiera se dio por enterado y continuó con su postura errónea. El episodio corrió como polvareda por el mundo.
Frente a estas situaciones, donde se añade la presencia del procesado vice Boudou representándonos por el mundo, la imagen que dejamos es realmente pésima. Sin dejar de lado la intención que tuvo el fiscal Nisman de pedir el arresto de la Presidenta por ese acuerdo con Irán, que no llegó a efectivizarse, pero que tenía por objetivo eximir a los iraníes de su posible participación en el atentado de la AMIA que dejó un saldo de 85 muertos.
Por un lado tenemos la investigación de la muerte de Nisman, donde continuará la fiscal Fein -causa a cargo de la jueza Palmaghini-, luego de trastabillar en su intento de tomarse las vacaciones. Su marcha atrás fue más producto de las críticas que de su verdadero sentir, pero de todos modos es válido. Las trabas que puso la procuradora Gils Carbó y el propio gobierno han venido dificultando seriamente el avance -lleno de confusión, decimos al comienzo-, pero confiemos. Una vez más, aunque avance en paralelo, casi, con la ingenuidad.
En cambio la causa de la denuncia contra la Presidenta y compañía, esa del encubrimiento, tras la excusación generalizada de "incompetencia" finalmente no pudo ser rehuida por el juez Rafecas, designado por la Cámara. Se trata de aquél mismo magistrado que, junto al entonces procurador Righi y el fiscal Rívolo, había sido borrado de un plumazo cuando se atrevió a avanzar fuertemente contra el vice Boudou en la causa por la apropiación de la calcográfica Ciccone, nada menos que una fábrica de billetes. Claro, eran tiempos en que aún el 54 por ciento pesaba muy fuerte y se podían tomar esa clase de determinaciones sin muchos pruritos. Hoy, en retirada, la cuestión es absolutamente distinta.
Justamente, esta denuncia que contiene 5.000 horas de grabaciones y que le sirvió a Nisman para formular tan graves cargos, tiene en cambio elementos como para desarrollarse. Una aspiración que debería ser celosamente custodiada por el propio gobierno si tal como lo proclama, es ajeno a las acusaciones. Lo mejor para eliminar la sospecha serían las propias grabaciones, de ser infundadas. Claro, que las pocas escuchadas andan en sentido contrario. D´Elía prometió hablar y puso violín en bolsa, en tanto el ex secretario de la presidencia y actual jefe de Inteligencia Parrilli, también seriamente comprometido por propios dichos del piquetero, al ser preguntado por el tema respondió con un contundente "de eso no hablo". ¿Cómo de eso no hablo? Se trata de un funcionario público, comprometido seriamente y debe dar explicaciones, muchas veces el silencio en vez de salud es una gravísima enfermedad.
Por si faltaba algo en todo este tembladeral, se sumó la amenaza de muerte al juez Bonadío, el que investiga los hoteles de Cristina. Y en medio de tanto lastre, pasan sin la conmoción que corresponde las muertes de más chicos desnutridos en el norte, justo en un país que produce alimentos para 500 millones de personas, tal como dijo la presidenta en China. ¿La explicación? Desde Salta dijeron que sus hospitales no son obituarios.