Notas de Opinión

Una reacción ciudadana

Es lo aconsejado por el fiscal italiano Antonio Di Pietro. Argentina la necesita, dijo aquí, “para combatir la corrupción”. “Para eso es necesario que ustedes (el periodista que lo entrevistaba), que los medios y los editores independientes despierten a la sociedad”, afirmó, Y propuso: “Hay que agarrar a los tres o cuatro candidatos y forzarlos a comprometerse para evitar que el sistema termine condicionándolos”. Actitud comprensiva de jueces y fiscales para que pongan “lo que hay poner”.

El fiscal Di Pietro estuvo en nuestro país a fines del año pasado. Para muchos su nombre dirá poco, o nada, pero hubo un tiempo, allá por los ’90, que se reiteró en la información mundial por obra de lo que dio en llamarse el “Mani Pulite” (manos limpias), la mayúscula operación judicial de lucha contra la corrupción reinante en Italia por entonces. En la península se llamó “tangentópoli” o “ciudad de los sobornos” lo que en la práctica representaba la corrupción sistémica de dirigentes políticos y empresarios, contexto criminal en el que se inscribieran los asesinatos de los magistrados Giovanni Falcone y Paolo Borsellino.

La figura del fiscal Di Pietro, integrante de un grupo de jueces y fiscales que se comprometieron en el “Mani Pulite”, fue central en el proceso de lucha emprendido, aunque no se reconoce tal. “En aquel contexto histórico se dio una situación única, sin egoísmos ni celos, donde cada uno tenía su propio espacio”, señaló respecto del equipo. “En Italia los jueces y fiscales éramos independientes del poder político”, precisó, añadiendo que “sólo podían pararnos de una sola manera: matándonos”.

En su caso, debió dejar Italia con otro nombre en el pasaporte: Marco Canale. Como tal pasó varios meses en Costa Rica, lejos de las amenazas. Antes afrontó 420 denuncias penales en su contra. “¡420 y las gané todas!”, manifestó.

La corrupción político empresarial italiana funcionaba como un sistema “casi científico”, según el periodista y escritor Gianni Barbacetto. Coautor del libro “Mani Pulite”, la fórmula del sistema era muy simple: “cualquier contrato público debía ser obtenido mediante el pago de una tangente (coima o retorno) que luego era dividida entre los partidos políticos, fundamentalmente entre cinco partidos que se turnaban o coexistían en el gobierno”, explicaba en declaraciones a un medio argentino. “Las empresas constructoras o proveedoras del Estado -decía- se ponían de acuerdo entre ellas: esta licitación la gano yo, la próxima vos; así se repartían el mercado y todas sobornaban a los partidos de gobierno, pero también de la oposición”.

El fiscal Di Pietro, agregaba Barbacetto, desmontó el sistema en un par de años junto con un pool de jueces. “Logró llevar a juicio a todo el sistema que involucraba especialmente a los partidos de gobierno: la democracia cristiana, el socialismo, los republicanos, es decir, los partidos de centro que gobernaron Italia durante medio siglo. Hubo cientos de políticos investigados, cientos que fueron a prisión. Hubo partidos que desaparecieron: la

Democracia Cristiana, que era el principal partido que gobernó Italia en la posguerra (1945.1993), con el Mani Pulite debió disolverse porque todos sus referentes estaban incriminados”. Lo mismo ocurrió con el Partido Socialista. Debió exiliarse su principal referente, Bettino Craxi, para no ir a la cárcel fugó a Túnez, donde murió en el 2000. También desaparecieron los partidos Liberal, Socialdemócrata (PSD) y Republicano.

Desde luego, la corrupción, como tal, no desapareció en Italia. Bajo otras formas y procedimientos, aquí y en el mundo continúa en su destructora marcha. El operativo encabezado por Di Pietro produjo la desaparición del sistema de partidos y el esquema de connivencia entre políticos y negociados pero terminó en eso. Barbacetto afirma que “si antes los políticos pedían coimas para financiar la política”, ahora. “ya no es la política la que manda sobre los negociados, sino estos los que determinan la política”.

Como fuere, la corrupción goza, indudablemente, de buena salud en gran parte del mundo y Argentina no es la excepción. Es tema de actualidad permanente. Tan así que termina por convencer a muchos de que es parte de una realidad inmodificable y que por lo tanto no vale la pena hacerse mala sangre. El paso siguiente puede ser la tentación de aprovechar el juego y sumarse a la corriente de algún modo, ocasional o permanente. Luego el derrumbe, porque una cosa trae otra. Traspuesto el límite todo es posible porque la falta de la necesaria voluntad de combatirla estimula al transgresor. Los argentinos estamos en problemas, la reacción ciudadana que aconseja Di Pietro implicaría la validación de la Justicia como poder fundamental de la República. Como dejara sentado Arturo Illia, “en una democracia, el Poder Judicial debe ser más importante que el Ejecutivo”.

Autor: Vicente R. Ceballos

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