Cuando madres y padres soportan a la intemperie largas y fastidiosas colas de madrugada ante hospitales públicos para ejercer el derecho a su salud y la de su familia o, un lugar en el colegio público para sus hijos o, que un tribunal les haga justicia (´oportuna´, a ellos, a nuestros aborígenes, campesinos, excombatientes, jubilados y muchos más), ahí, en cada caso, hay violencia estatal y languidez ciudadana.
Cuando cada víctima de la dolosa explosión "aún" impune de la Fábrica Militar de Rio III (año 1995), de las tragedias aéreas de Fray Bentos (1997) y Lapa (1999); las olvidadas aquí como en nuestras irredentas Malvinas (1982); las de los desastres ferroviarios, las de un gas ´descontrolado´ en Rosario; las de los servicios en general como las del encarecimiento y/o desabastecimiento de bienes para el desarrollo humano en singular, permanecen en su categoría de damnificadas sin esperanzas, estamos en presencia de una categoría nefasta de desahucios que se viene estructurando entre nosotros y, así entonces, verificamos nuevamente ´recidivas´ de oprobiosa violencia estatal con "esquirlas ciudadanas".
Cuando se reproducen geométricamente las víctimas de "las coimas", las víctimas irrecuperables del drama de la droga y del narcotráfico, de la trata y del maltrato familiar, las del trabajo indecente e indigno, de la inflación, de la inseguridad, de la ANSeS, de las recurrentes defraudaciones electorales políticas, ideológicas y patrimoniales; las de los
robos/mentiras públicas, las víctimas escandalosas del hambre en el país del pan, etc.; toda su pavorosa magnitud y tremenda relevancia/trascendencia parecieran no ser aún expresiones suficientemente contundentes para admitir que cualquier expectativa de noble y cabal ciudadanía luce, poco menos, ridícula, ya que hoy están todas crujiendo dada tanta e inadvertida violencia estatal, por acción u omisión inaceptables.
Cuando la asfixia fiscal nacional, provincial y municipal se traduce en más y más gabelas sin contraprestaciones ciudadanas satisfactorias, en materias de servicios públicos, etc., hubo, hay y habrá mucha violencia estatal y crecerá la languidez ciudadana.
Cuando el paradigma vernáculo de insensatez ecológica se traduce, predice y explica en todo deterioro climático y desastres ambientales (incendios, inundaciones, tornados, desmontes/desbosques, expansión ilimitada de fronteras cerealeras e inmobiliarias; actividades petroleras, petroquímicas, mineras, de pesca industrial, desertificaciones inconmensurables, un riachuelo podrido, etc. ´gracias´ a la inutilidad o complicidad del indigno e indignante funcionariato estatal ejecutivo, legislativo y judicial, el cual viene omitiendo irresponsablemente una regulación apropiada para asegurar sustentabilidad, biodiversidad y equilibrio climático, reverificamos más violencia estatal que deriva fatalmente en la peor languidez ciudadana.
Preconclusivamente, ante demasiada violencia estatal y como partes de un mundo que aún late, restaurar nuestros valores y derechos como una noble, cabal y efectiva ciudadanía, requiere sin demora de máximo celo, ardor y aplicación en el cumplimiento eficaz y efectivo de la Constitución, de las leyes como igualmente de los tratados internacionales pertinentes para que, finalmente, cese toda violencia estatal y reverdezca nuestra ciudadanía celeste y blanca, hasta su plenitud al recuperar satisfacción, perspectiva y horizontes tan propios como intransferibles, inalienables e innegociables.