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Deportes Miércoles 1 de Octubre de 2025

Hoy, los goles no se gritan

Agrandar imagen Hugo Riberi, en el vestuario de Atlético de Rafaela
Hugo Riberi, en el vestuario de Atlético de Rafaela Crédito: FOTO PRENSA AR

Por Edgardo Peretti

Suelen darse estos días. Nadie los quiere, ni los desea, pero llegan, ocurren y dejan marca. La vida es una variedad de sensaciones tan complejas como bellas, pero -sin importar el rubro- inexorablemente se acaba.

Hugo José Riberi, el “Fantasma” como lo bautizó alguna vez el Flaco Foglia ha partido. El que fuera amado por todas las camisetas, respetado y querido por compañeros y rivales, ya no estará en cuerpo y materia. Ha subido a un espacio que no requiere mayores precisiones, simplemente es el lugar donde los que aman al fútbol quedan para siempre.

La crónica, siempre valiosa, dirá que vistió casi todas las divisas posibles en estos (y otros) lares, que la Liga Rafaelina de Fútbol lo honró con el título de “Goleador del Siglo” en la obra histórica de Diego Lisandro, que una Copa llevará su nombre y que en su querido Lehmann será recordado por siempre.

Es un tiempo de dolor. El querido Moreno, su querido Moreno, llora a unos de sus hijos pródigos, el más famoso, el que perforó las redes de la historia.

“El flaco”, el que dejó marcas en todos los arcos contrarios, el que no arrugaba jamás, el que hacía del arte del gol una profesión de fe en cada cancha que pisaba, ya juega en otra liga.

Alguna vez, con Víctor Hugo Fux hicimos un programa especial de TV cuando cumplió 40 años. Fuimos a su pueblo, a su escuela, a su club, a su vida, a su esposa, a sus hijas, a sus nietos. A sus amores.

Pasaron más de tres décadas y aun conservo algunas frases de agradecimientos (siempre a la familia). Hugo Riberi fue un hombre agradecido a la vida; el fútbol, su otro mundo era el lugar donde se destacaba como deportista. Como hijo, como padre, como abuelo, sus festejos eran otros.

 

Es momento de despedidas. Un crespón negro se agrega, con dolor, a la bandera de su Moreno FC, su lugar en el mundo, su casa.

El resto del fútbol, del planeta y sus allegados enarbolará alguna anécdota. Debe haber miles. Me preguntaba si podía sustentar el título de estas humildes y sinceras líneas. Creo que sí. Llego al final con lágrimas por ese amigo que amó el fútbol y lo hizo feliz con todas las camisetas.

Será así. Los goles se deberán gritar en silencio, sin el estruendo de la garganta, pero sin olvidar el maravilloso placer y sufrir que genera.

En algún lugar lo están esperando los técnicos y compañeros que tuvo. En algún lugar de verdes mágicos rueda una cuerina dedicada a su nombre, a su memoria, a sus goles y a su bondad de persona.

Chau, Flaco.

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