Por REDACCION
Todo tiene su explicación, y por algo los precios de los combustibles en constante aumento le ganan a la inflación y al dólar oficial. Es que de esa manera, el Gobierno viene ingresando cada vez más dinero a sus arcas, por los impuestos aplicados a las naftas, ya que de acuerdo con un estudio que comprende el período entre 2008 y 2012 estos recursos experimentaron un incremento del 166%, por dos razones fundamentales. Una de ellas la ya dicha suba de los precios, pero además, por la mayor demanda consecuencia del sostenido crecimiento del parque automotor. Es que cada vez hay más automotores en circulación, crece el consumo de combustibles y por lo tanto los impuestos ingresados a las arcas fiscales.
El año pasado a través del AFIP se recaudaron 26.000 millones, un 42,2% que en 2011, y seguramente este año ocurrirá otro tanto cuando a fines del presente mes de diciembre se trace la línea para hacer el balance correspondiente, estimándose que será una tres veces más que lo recaudado por Bienes Personales, razón por la cual no se deben generar expectativas favorables en cuanto a alguna posibilidad de congelamiento del precio de los combustibles, ya que no entra en los cálculos alguna clase de resignación por parte del Gobierno de estos importantes ingresos, más teniendo en cuenta la escasez de recursos actual, donde se anticipa que el déficit de las cuentas públicas estará en el orden de los 120.000 millones de pesos. Y además, con recientes anuncios bastante antipáticos y que van contra la lógica de lo sostenido desde ámbitos oficiales respecto a la inclusión social, ya que se negó la posibilidad de un bono especial de fin de año para los jubilados, como así también para otros sectores en actividad que lo estuvieron reclamando, además de fijarse limitaciones en caso de reapertura de paritarias.
A la vez que el impuesto sobre los combustibles significa un importantísimo ingreso para el Gobierno, es una erogación que deben afrontar los consumidores, con el consabido impacto en la motorización inflacionaria, significando una presión de 58,33% sobre la nafta y del 62,85% en el gasoil. Por cada litro de la nafta más cara a razón de 10 pesos, cerca de 6 pesos van a las arcas del Estado en forma directa, con lo cual tenemos que cada vez que cargamos el tanque la mitad o más de lo abonado -según la clase de combustible- va al Tesoro nacional.
Lo notable de esa voluminosa masa de dinero, es que si se destinara a la construcción de autopistas, autovías, rutas y caminos, en pocos años tendríamos prácticamente pavimentada toda la red central de carreteras que cubren el país, sin la necesidad de tantos reclamos que se hacen interminables, ni de disputas con los concesionarios que en muchos casos parecen cobrar las tarifas de peaje para mantener las banquinas libres de malezas, y a veces ni eso.
Para tomar un caso muy concreto, cerca nuestro, tenemos el pedido pendiente sobre la transformación en autovía de la ruta nacional 34, al que siempre se le encuentra alguna nueva postergación. Con una mínima parte de lo recaudado el año pasado por impuesto a las naftas, se podría encarar la obra sin tantos problemas y vueltas como ha venido ocurriendo, ya que el dinero es destinado a otros fines, esencialmente para el sostenimiento del inmenso aparato burocrático del Estado.
El Gobierno tiene la intención de alinear los precios locales del combustible con los internacionales, lo cual será muy difícil de llevar adelante de mantenerse una carga impositiva tan grande como la actual, pues de ser así la nafta más cara no debería ir a menos del doble, lo cual significaría una verdadera estampida inflacionaria. Esto había sido anticipado recientemente por directivos de la Federación de Entidades del Combustible de la provincia de Buenos Aires.
Respecto al impacto de los impuestos, en el caso de las naftas al precio de compra en las refinerías hay que agregarle un 62% de Impuesto a la Transferencia de Combustibles, un 5% de tasa hídrica, el 21% de IVA y 3,5% de Ingresos Brutos, en tanto que para el gasoil, el precio de las petroleras se completa con un impuesto de 22% y el de transferencia del 19%.
Toda esta problemática del combustible, sus precios y los impuestos que genera, conforma una situación de muy complicada resolución, ya que es generadora de intereses contrapuestos.
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