Por Rodolfo Zehnder*
Veinte años no es nada, dice el famoso tango de los talentosos Gardel y Le Pera. Pero aquí estamos frente a 80 años de Naciones Unidas, lo cual también es realmente poco en la historia de la humanidad, pero ciertamente bastante en lo institucional, en los tiempos actuales donde todo es tan frenético y, lamentablemente, efímero.
De modo que la permanencia de esta institución, a pesar de sus flaquezas, es un valor a destacar y defender. Es realmente bueno que la humanidad plasme en organizaciones su anhelo de hallar la paz: tal el propósito, logrado a medias, de Naciones Unidas, institución que Juan Pablo II reivindicara al afirmar que contribuyó a promover notablemente el respeto de la dignidad humana, la libertad de los pueblos y el desarrollo, preparando el terreno cultural e institucional sobre el cual se construye la paz.
Aun así, faltaríamos a la verdad si no hiciéramos mención a las debilidades, flaquezas y fracasos de la ONU, que resumiremos así: 1) Diseño oligárquico, insostenible y antifuncional del Consejo de Seguridad, otorgando un doble privilegio a las 5 potencias vencedoras de la 2da. Guerra Mundial (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y China): su carácter de miembros permanentes (mientras que los otros 190 integrantes duran sólo dos años) y el ominoso derecho de veto, utilizado recientemente por Estados Unidos para evitar una condena a Israel por el probable genocidio en perjuicio d los palestinos en Gaza, y por Rusia para evitar una condena por la agresión perpetrada contra Ucrania: en ambos casos, a contramano del Derecho Humanitario y de la pregonada –y tantas veces incumplida, como en estos caos- defensa de los derechos humanos. 2) El diseño muchas veces inoperante de la Asamblea General, en tanto la mayor parte de sus resoluciones carecen de fuerza ejecutiva, no son imperativas o coactivas sino sólo declaraciones, exhortaciones, invitaciones. Hace rato que la AG consagra el derecho de que los palestinos tengan su propio Estado, como se resolviera en 1948, y que Rusia demostró sr un estado agresor (en el loco afán de Putin y su concepción de la ”madre Rusia”, de restablecer la Rusia antes de la caída del comunismo, a despecho de la voluntad de los pueblos de la gran mayoría de los Estados que integraban la Unión Soviética, hoy devenidos en Estados independientes). 3) Su incapacidad para impedir diversos conflictos y guerras regionales, como la segunda guerra del Golfo y de los Balcanes, ambas de la década del 90; las matanzas colectivas en Ruanda, los conflictos armados en Georgia, Afganistán, Libia, Siria, Sudán y Yemen; el eterno conflicto árabe israelí; la proliferación del terrorismo; la explotación de los migrantes; la depredación ambiental (y la consecuente falta de sanción a los países más contaminantes); la carrera armamentística; el comercio ilegal de armas; el narcotráfico; la brecha cada vez mayor entre los países ricos y pobres; la pobreza endémica del África; la falta de adhesión de las potencias dominantes a la Corte Penal Internacional; la no prohibición de armas nucleares. 4) La tendencia a impulsar una concepción de los derechos humanos a la medida de los valores de Occidente, sin tener en cuenta el relativismo cultural.
No obstante lo dicho, no es menos cierto que Naciones Unidas ha demostrado fortalezas a lo largo de estos 80 años. Veámoslas: 1) Haber impedido, si no los conflictos regionales, el estallido de una tercera guerra mundial, si bien cabe apuntar que hoy por hoy esta posibilidad y amenaza ha aumentado. 2) Haber impulsado el establecimiento de gobiernos y regímenes democráticos y defensores de los derechos humanos. 3) Haber eliminado casi todas las formas de colonialismo (Malvinas es una rémora y un deber pendiente). 4) Haber impulsado –aun imperfectamente- el desarrollo de los pueblos, en particular a través del Consejo Económico y Social y sus Programas para el Desarrollo. 5) Haber cimentado el prestigio de la Corte Internacional de Justicia con sede en La Haya, cuyas resoluciones son normalmente acatadas sin mayor cuestionamiento. 6) La creación de la Corte Penal Internacional, a pesar de sus flaquezas (como la resistencia de las grandes potencias a adherirse). 7) La sensación de que la Asamblea General, aún con las falencias apuntadas, se ha convertido en un abierto y universal foro de discusión de los problemas mundiales, un ámbito de debate para nada desdeñable.
En función de lo expuesto, no caben dudas de que el balance a lo largo del tiempo es positivo. Es mucho lo que se ha realizado, y ciertamente mucho más lo que se debería hacer, en orden a que Naciones Unidas sea un ente cada vez más eficiente. Bastaría decir que cuesta imaginar cómo hubiera sido el mundo y las relaciones internacionales si Naciones Unidas no hubiera existido; pero al margen de no poder predecir al respecto (sería irrazonable), se podría deducir sin mayor esfuerzo que debía haber sido mucho más dificultoso mantener la paz, seguridad y solidaridad internacionales sin este tipo de organismos, tan necesarios teniendo en cuenta la globalización de los problemas y el desmembramiento y desorientación que padece la comunidad internacional en este momento histórico.
*Doctor en Ciencia Jurídica (UCSF), miembro del CARI (Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales) y de la AADI (Asociación Argentina de Derecho Internacional), docente universitario de Derecho Internacional Público, Derechos Humanos y Filosofía del Derecho (UCSE).